Y que conste que no me choteo de nadie, que a mí me parece de puta madre el que cada uno se la busque como quiera, siempre que no fastidie al prójimo. Es sólo que me resulta..... llamativo.
Y se lo cuento. El caso es que dedicarme a lo que me dedico me lleva, en ocasiones, a vivir situaciones de esas en que se te caerían los pantalones de no ser por el cinturón. Unas veces tengo el humor y el tiempo, y las ganas, de contarlo, y las más se pierden ahogadas por mi desgana.
Desde que las musas me repudiaron y no me quieren ver ni en pintura, tengo que acudir a estas historias si es que quiero contarles algo que les entretenga. A ustedes..... y a mí.
Es el caso. No ha muchos días, al amanecer, di con mis huesos en el domicilio de un sacerdote jubilado, mayor, muy mayor, que durante la noche había ido a reunirse con su Jefe. Se ve que tenía mano con ÉL porque esa muerte la firmaba yo ahora mismo. Pasar al otro barrio mientras duermes es una dicha que está al alcance de unos pocos enchufaos. El cura, más viejo ya que Matusalem se había ido sin decir ni mú.
Cuando muy de mañana fue a despertarle su casera, o la beata que por él miraba –vivía solo-, o su ama de llaves, se encontró que el anciano estaba mas tieso que la mojama. Y ahí fue la de Dios es Cristo. La beata corrió la voz entre el resto de la feligresía más devota y, pronto, aquello fue un Vaticano II, donde no recuerdo ahora de que se trató, pero debió reunir a bastantes capillitas. En un pis-pas conté, a vuelapluma, doce beatas, dos beatos, un monaguillo y un sacristán. Todos tremendamente afligidos, todos totalmente desorientaos. La cosa se complicó un poquillo más cuando el médico del lugar se negó a certificar la muerte natural y hubo de pasarse aviso al forense y a la comisión judicial, lo que posibilitó que me tuviera que dar por enterao.
Bueno..... pues allí estábamos, a la espera de Su Señoría, todo el mundo contándose lo bueno y lo santo que había sido Don Licinio y, de cuando en cuando, exigiéndome una explicación por la tardanza de los justicias. Andaba ya un servidor desviando su atención hacia la hija de la Milagros, cuando de modo resolutivo irrumpió en el salón la más beata de las beatas, alguien por tanto muy alejada de la santidad y que, como quien trae bajo el brazo la cuadratura del circulo, exclamó de modo solemne y mostrando tanto alivio como el que se quita un zapato que le aprieta:
- ¡Ya lo sabe La Curia!
¡Tócate los cojones! . Pues si ya lo sabe La Curia, pensé, estamos salvaos.
Mis conocimientos sobre Teología no son muy profundos pero, como ustedes, en seguida caí en que esos de La Curia tenían que mandar un rato. Al final resultó que el que lo supiera La Curia no nos libró de otra horita a la espera de Su Señoría, mal rayo lo parta, que al bueno de Don Licinio lo metieran en una funda con cremallera para hacerle la autopsia y que yo pecara gravemente, de pensamiento, claro, con la hija de la Milagros.
ADVERTENCIA:
No se molesten sus mercedes en buscar el término Curia en el RAE. No existe. No viene. No está. He ampliado mi investigación a otras instancias y...... encontré la Curia Romana, la Diocesana, La Curiana..... pero a los extremos que nos ocupan, y resumiendo que ya es tarde, La Curia a la que se refería la buena mujer es una especie de “Comisión Obispal” que rige y controla la trayectoria de la iglesia en una provincia o, dicho de otra manera, la camarilla del Obispo.
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