La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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23/7/10

Mira que está lejos Japón.

Esta vez, a falta de fotografía que les ayude a tragar la píldora, les voy a dejar banda sonora. Para que les acaricie los oidos mientras se tragan el tocho de rigor. Que les sea leve. 





Al hilo de mi crónica Cazallera, me apuntaba un amigo sospechoso, a micrófono cerrado, que cuento mis viajes a cualquier parte cual si el destino hubiera sido la luna. Y que yo, al fin y al cabo a pedales, lo más lejos que había estado era en Ceuta. Tiene ese amigo sospechoso mucho de razón… pero no toda. Se le escapa al sospechoso un detalle sustancial. A mi modo de ver las cosas, que no digo que sea ni mejor ni peor… pero es el mío, lo fundamental de cada viaje no es el destino, sino el camino. 

Y quiero contárselo a mi amigo, el sospechoso, a micrófono abierto. Para ello me va a ayudar una especie de parábola... Tengo otro amigo, este para nada sospechoso, que estuvo no hace mucho en Japón. Pongamos que se llama, mi amigo digo, Rafael. Japón, mira que está lejos Japón. ¿Se acuerdan de aquella canción de Los Chanclas? Japón es el sitio que está más lejos del mundo. No debe de haber lugar más alejado que Japón. Y allá que se fue mi amigo Rafael… con dos cojones. Y se fue, ni más ni menos, que a enseñarles Aikido a los japoneses, que ya tiene narices la cosa. 

Habrá Rafael hecho cosas importantes en su vida pero, desde el color de mi cristal, dos superan todas las demás. La primera, en el plano profesional y perdonarán sus mercedes que no me extienda en detalles, hacer una tortilla sin cascar los huevos. Y la segunda, en lo personal, irse de vacaciones al Japón y conseguir dejarse a la mujer en casa sin que eso le costara el matrimonio. Admiro yo al tío este. 

Pues bien, mi amigo Rafael, con todo y haber estado en Japón… y mira que está lejos Japón, no ha dejado –que sepamos- huellas para seguir su viaje. A lo mejor es que tampoco quería. Pero resulta, que uno, que na más ha llegao a Ceuta… parece como si hubiera pisado la luna. Y es que de eso se trataba. Eso es lo que quería contarle a mi amigo el sospechoso. Mis nietos, mis amigos, aún los sospechosos, cuando dentro de muchos años se asomen a La Vidriera sabrán que alguien que se hacía llamar Mairena estuvo en Cazalla y que disfrutó tanto pateándola como contándolo. 

Quería contarle también que uno, que empezó a colgar cristalitos en La Vidriera allá por mayo del 2007 lo hizo sin ningún ánimo preconcebido. Pero que a estas alturas, el número de visitas –clientes, les llamo yo- superas las dieciséis mil, extremo este fácilmente demostrable. Y que si, que serán pamplinas, pero que no sólo de eruditos, Lopes y Unamunos, vive el lector. Si uno, en lugar de haber ido a Ceuta hubiera podido visitar Japón –mira que está lejos el Japón-, en lugar de un cristalito hubiera colgado una vidriera entera y en vez de tener 16.000 clientes lo mismo tenía un millón. 

Pero…, ¿dónde iba yo a meter a tanta gente?

12/7/10

Una pica en Flandes, otra vez.


-Señor, Flandes es un infierno; llueve sobre mojado y el sol es negro.

-Sin Flandes no hay nada, capitán. ¡Necesitamos ese infierno!
(Alatriste al Conde Duque de Olivares).

Han pasado ya dos años, desde la lluviosa noche del 29 de junio de 2008, en que vi proclamarse a la selección española de fútbol campeona de Europa.
Aquella noche, en la plaza del torico de Teruel, tras el gol de Fernando Torres, el cielo se echó a llorar –vamos a suponer que de alegría- y cayó la de dios es cristo en forma de diluvio universal. Nunca nos habíamos mojado tan a gusto como aquella noche. Lo dejé contado aquí en forma de cristalito (junio-2008).

Hasta anoche. Anoche, a lomos de una Babieca adornada con la del “a por ellos”, paseamos las calle de la ciudad remojados en el agua de las cien fuentes ocupadas por gente con el corazón tan henchido como el mío. Por la parte que me tocaba.

No encuentro mejor cita para describirlo que la apuntada en el encabezamiento. Flandes volvió a ser un infierno, volvió a llover sobre mojado y el sol ni siquiera apareció.
Carlos V ya no estaba, pero la bandera tenía las mismas hipotecas y se sustentaba con los mismos mojados corazones.
Si contra los alemanes ganamos a caballeros, ahora lo hicimos sobre la zafiedad y la marrullería, contra macarras mal encarados y barriobajeros vestidos de naranja mecánica y amparados por un árbitro –infame calvo y sajón- que, en lugar de mandarlos a la caseta, se dedicaba a charlar con ellos. Triunfó el buen gusto, el trato exquisito al balón, la elegancia y el arte.
Y si, fueron los nuestros, esta vez fueron los nuestros. Esta vez nosotros fuimos los mejores. Esta vez la pica la clavó uno de Albacete.
Perdonarán sus mercedes que no me extienda más en la crónica; poco más queda que decir y aún perdura la resaca. Después del partido la gente de mi ciudad, como las de tantas otras, se echó a la calle. Fue como en San Juan, pero no a la orilla del mar. Salimos a la calle para gritarnos que podemos, que somos dedos de la misma mano. No ya en esto del fútbol, que viene a ser meramente anecdótico, sino en cualquier otra cosa.
Ojalá sepamos conservar los mismos valores para aplicarlos a otro orden de cosas, en esa otra vida que sigue, ajena a festejos e igual de amarga que siempre.
Esta vez, que nos quiten lo bailao, los nuestros fueron los más listos, los más guapos y los más guay. Esta vez, fuimos nosotros los que besamos a la guapa de la película pasándonos el guión por las entretelas.
Anoche, loado sea el altísimo, volvimos a poner una pica en Flandes.
Otra vez.

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