La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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11/6/19

el Cristo del Zapato

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En la cima del monte Chichinabo… perdón, quise decir Chinchirilla, 300 metros por encima de las casas más elevadas del granadino pueblo de Pinos del Valle, se encuentra la ermita del Santo Cristo del Zapato. Fue construida en torno a 1920 sobre los restos de otra ya existente.
Como estos 300 metros de desnivel deben ser salvados en una longitud de sólo dos kilómetros, el resultado es una cuesta del copón. Natural sería que no hubiera Cristo en el mundo más poco visitado que este.
El Cristo que nos ocupa está representado en un cuadro del siglo XVIII que personifica un crucificado que luce un zapato en su pie izquierdo; el derecho se encuentra sobre un cáliz a sus pies. Le acompañan, a ambos lados, las añadidas figuras de San Roque y San Sebastián, que son los patrones del pueblo.
Esta imagen es distinta a todas las demás de Cristo crucificado en las que se contemplan la desnudez, las heridas, el dolor, la agonía y la muerte. En esta imagen se le ve en la cruz, pero vivo, su expresión no es de dolor es de paz y serenidad, con los ojos abiertos mirando al mundo con misericordia. La corona no es de espinas sino de rey. No está desnudo sino vestido con alba y estola significando que es el sumo sacerdote, pontífice entre dios y los hombres.
… datos todos estos obtenidos de la Wikipedia y de diversas web’s que se ocupan de tan especial enclave.
Cada día 3 de mayo, en alegre romería, el Santo Cristo del Zapato –que ha sido bajado previamente unos días antes- es vuelto a subir a su ermita donde ya queda durante todo el año.

Pues bicheando hace ya algún tiempo entre folletos de viajes, fotos y aventuras, di con tan singular Cristo en tan singular ermita, y desde entonces no abandoné la idea de pasar algún día a cumplimentarlo. Y ese día, que ya se iba retrasando, fue el pasado 9 de junio.


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Con la adecuada compañía de mi hijo Victor y mi nieto Sergio –no es ruta para hacer en soledad-, serían las 10 de la mañana cuando ya estábamos junto al coqueto lavadero público de Pinos del Valle, donde se inicia el empinado sendero que entre pinos y enebros nos llevará a los pies del Cristo.
Consejo nada desdeñable es llevar agua para la subida y merienda para tomar una vez coronas la plataforma de la ermita; mientras la trasiegas y recuperas el pulso, te puedes deleitar con las inmejorables vistas a los cuatro puntos cardinales. A tus pies, gran parte del Valle de Lecrín, con el embalse del pantano de Béznar al fondo.

Mientras subíamos hacia la cima, comentamos –más que nada para entretener a Sergio- que en el año 2009 un rayo partió la ermita por la mitad, circunstancia que no demuestra otra cosa que el Altísimo no está muy al tanto de cómo manejar los fenómenos naturales. Suceso este que no le fue extraño pues en su propio pueblo, la almeriense Vera, un rayo decapitó la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en el año 2011.

Luego veríamos que aquí el hombre, mucho más previsor, ha instalado junto a la ermita un enorme y eficiente pararrayos que evitará disgustos similares en el futuro.

También parece oportuno hacer constar –al César lo que es del César- que fue Sergio quien menos notó el desnivel que separa el lavadero de la ermita; sus pocos kilos y sus menos años no eran en absoluto comparables a los dos vejestorios con quien compartió la subida.

Subida que si es complicada hacer a pie, ya no te digo hacerla en bicicleta de montaña, como la hacían un grupo de esforzados cicleros que nos encontramos a mitad de subida y que ante la ineludible necesidad de echar pie a tierra en algún tramo, nos contaron que habían iniciado su excursión en La Zubia, a 50 kilómetros de la ermita. Y que luego tocaba volver.


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Nos resultó particularmente curioso que se pudiera acceder libremente al interior de la ermita. La puerta estaba atada simplemente con un cordón de zapatilla deportiva; cordón que tuvimos especial cuidado en sujetar de igual modo que lo encontramos al llegar. Dentro de la ermita, de no más de seis metros cuadrados, todo estaba limpio, aseado y en orden. Unas velas votivas encendidas y las andas de trasladar al santo apartadas a un lado en el suelo.
En estos tiempos de inseguridad y cafrerío, tal disponibilidad de acceso, nos llamó particularmente la atención.

Ahora tocaba bajar, lo que sin duda iba a resultar un especial castigo para nuestras maltrechas rodillas, exceptuadas –claro está- las de Sergio.

Allí, en tan pintoresco y elevado otero, rozando las nubes, quedaba el Santo Cristo del Zapato. Buen lugar desde el que proteger a todos los pineros, gentilicio de los habitantes del ahora conocido por Pinos del Valle, antes Pinos del Rey y mucho antes por Alauxa.


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