La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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4/3/10

La Vía Breve

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Cuando el ayuntamiento de Lucainena decidió anunciar a bombo y platillo, en enero de 2010, la puesta en escena de su Vía Verde, equivocaron a todas luces el adjetivo de calificación.
Y esto es así porque si algo la caracteriza es su brevedad. Tan breve como cinco kilometrillos de nada. Así que antes que hayas ajustado plato y piñón, ya estas divisando a babor la noria de sangre del Cortijo las Tejas, o lo que es lo mismo, el final de la vía como tal.

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Bien es cierto que estos cinco kilómetros están cuidados como un jardín pero, como de mejorar se trata, haremos aquí mención a lo francamente mejorable, que de disfrutar el breve paseo ya dará su merced cumplida cuenta.

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Declaro pecado imperdonable, causa de excomunión y azote público, dejar fuera del circuito las minas propiamente dichas y los ocho hornos de calcinación, santo y seña de la minería en el lugar. Quedan a pocos metros y hubiera supuesto poco esfuerzo anexarlos al recorrido. Trazado que, dicho sea de paso, debiera incluir un recorrido por el casco urbano. Conforme está trazado en la actualidad, el ciclero puede iniciar el recorrido por la Vía sin poner los pies en Lucainena. Y eso, señores concejales de la cosa, es un fallo garrafal por muy temprano que ustedes quieran levantarse.

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Los cinco kilómetros de trazado, que se inician al amparo del pueblo y del peñón a cuya sombra duerme, se hacen en sentido descendente; ciento cuarenta metros de desnivel. A nuestras espaldas quedará la torre vigía, principal de las siete que protegían el emplazamiento urbano, a la izquierda la ermita de Nta. Señora del Rosario y, un poco más adelante, el nuevo cementerio.

El firme se conforma por gravilla y albero compactado. Es de hacer notar que, a pocas fechas de su puesta en servicio, ya se encuentra resquebrajado en algunos puntos. Alegará el abogado defensor que nunca ha llovido como este año; y le responderá el fiscal que como excusa… vale, pero que o lo arreglan o a no mucho tardar habrá que cambiar la calificación de breve por la de ruina.

Muy cuidadas, aunque por la extensión de la vía casi innecesarias, las áreas de descanso. A izquierda y derecha observaremos cortijos rurales, campos de labor y otros de secano. Rebasado el kilómetro 4, en un alto a la derecha, la casa rural de El Saltador, y un poco más adelante, a la izquierda y ya al final de la vía, la noria de tiro (o de sangre) del cortijo Las Tejas.
Se trata de un claro ejemplo del aprovechamiento del agua. La componen dos grandes ruedas, una horizontal que movía una caballería y otra vertical, engranada en la anterior, que llevaba colgada una maroma con arcaduces para sacar el agua del pozo.
Según la documentación recogida sobre el lugar, el mecanismo se situaba sobre un pozo alargado. El agua caía sobre un cajón de madera, de donde partía una acequia hasta una balsa cercana donde se acumulaba para el regadío.

Acabado el camino, que tan a poco sabe, nos queda la alternativa de seguir por lo que se ha dado en llamar “vía compartida” hasta la aldea de Polopos. Son 8 kilómetros más en los que la carretera ocupó la antigua plataforma del ferrocarril, lo que la hace irrecuperable. El eufemismo “compartida” viene a señalar que puede ser utilizada por cualquier vehículo con ruedas o sin ellas, y si bien es cierto que por aquí no circulan ni los zorros, también lo es el que cualquiera puede darte un susto, máxime si te haces a la equivocada idea de que to el monte es orégano.

A destacar, en este último tramo, el único túnel del trazado y los puentes derruidos de La Rafaela –u Olivillos, más próximo a Lucainena- y el del Molinillo, ya cercano a Polopos, llamado así porque a unos doscientos metros se ubicaba un molino, desgraciadamente ya en desuso.

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Al final, a falta de mejor abrevadero en Polopos, siempre se pueden recuperar fuerzas en la cercana Venta del Pobre, a cuyo mostrador podremos dar cuenta de las peripecias del camino.
Mientras nos tomamos una cerveza fresquita que nos reponga del sofoco del camino, podemos soñar lo estupendo que hubiera sido el que, por una vez, se hubieran hecho las cosas bien y del tirón. Esto es, treinta y tantos kilómetros en exclusividad de vía verde entre la mina de Lucainena y el cargadero de Aguamarga.
Claro que eso ya sería la leche. Aquí no se trabaja así.