La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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4/2/14

obituario

… y si vives, aún cuando su mano
me dé la Muerte, campanero hermano,
haz doblar por mí ánima tus bronces.
(Ramón López Valverde, el campanero)


El pasado 26 de enero, al filo del mediodía, nos dejó mi amigo Esteban. Esteban M Imbarato, que a mí me gustaba llamarle; que no hay muchos Imbaratos por estos mundos del demonio.
Pequeño y redondo, mitad venezolano y español, amable y socarrón, Esteban definía la cualidad de amigo.

Se fue al borde de la cincuentena, segado por la hoz clemente del infarto dulce, pero traicionero. Ese mismo que uno tiene apalabrado con la póliza del Ocaso. Se fue cuando hacía senderismo acompañado de su hermano y se lamentaba que había olvidado el tabaco en el bar donde habían estado desayunando. De tener el cigarrillo en la mano, ahora diríamos que fue él quien le había matado.

Esto, amigo Esteban, no son sino unas línea de obituario.
Unas líneas que, de todas todas, ni te harán justicia ni estarán a la altura de la calidad de tu persona, pero que es muestra de mi cariño y de mi respeto.
Que eras, ante todo, una buena persona sonará a estas alturas al consabido latiguillo que se dice de todo aquel que cruza el umbral. Pero de ninguna manera para nadie que tuviera la suerte de conocerte.

Mi amigo Esteban, tan agnóstico como yo, era una criatura de Dios. Y cuando cito a Dios, él y yo sabemos a qué nos estamos refiriendo. Nunca, en el tiempo que le conocí, lo vi preocupado por nada. Quiero decir preocupado más allá de lo estrictamente razonable. Lo que tenga que ser será y no hace falta darle más vueltas al molino, era su modus vivendi. ¡Y mira que le he conocido ocasiones de pasarlas putas!.
Esto, que es una filosofía de vida, no es aprendible; se lleva en las entrañas. Hoy es hoy, y mañana la providencia dirá. Y si no dice, como el pasado 26, pues hasta aquí hemos llegao; sin alterar el semblante y sin desdibujar la sonrisa.

Como decía tu mujer en la despedida, habrás sido muchas cosas, buenas o menos buenas, pero en una de ellas te salías; en la de amigo. AMIGO con mayúsculas y hasta la eternidad. Así que dicho esto, conocido el despego que le tenemos a la iglesia y a sus representantes, seguro que te alegraste que en vez de entrar al templo para asistir a tu funeral –montado para tranquilidad de tus familiares-, cruzara la plaza del pueblo y me entrara en el bar La Tertulia a tomar un café a la honra de tu memoria.

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Un bar, La Tertulia, hecho a nuestra medida, de tradición y solera, de apego y conversación, de buen vino y mejor comida, de tapa para el aperitivo y café de sobremesa, de punto de encuentro para abrazarnos.

No voy a llorar tu muerte porque sé que te ibas a cabrear. Además sólo te tocará esperarnos un rato. Así, mientras el reloj de la torre de la iglesia marcaba la hora de tu marcha, y los bronces del campanero ponían banda sonora a la vaina, procuré poner mi maltrecha espalda lo más derecha que pude –ya sabes que me pasó el lunes- para levantar la taza del café y decirte: Conocerte fue la leche, tío; a cualquier lado que vayas, espero volver a verte.

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