Luego de reunirse uno con gente del club Amigos de los Arrieros, siempre se tienen cosas que contar.
Fue el caso este fin de semana. A la espera de la comida, que no de la bebida, tome muy buena nota que Pepe Ocaña, allá por 1950, era factor de circulación de RENFE en una estación de Jaén llamada Cabreriza, entre Vilchez y Vadollano, donde purgaba sus penas entre las siete de la mañana y las siete de la tarde.
Cabreriza, donde en verano hacia un calor del copón, era una estación dejada de la mano de Dios y la administración, allá donde Cristo perdió las chanclas. A pesar de ello era una estación importante. Tan importante que tenía hasta una vía de “estrellamiento”. Han leído bien, estrellamiento. El fin último de esta vía era que, si algún convoy perdía los frenos bajando Despeñaperros, fuera desviado sin ningún miramiento, daba igual pasajeros que mercancías, hacia esta vía, construida de manera que, si o si, de allí el tren no pasaba. Cuantos trenes metió Pepe Ocaña en la vía de estrellamiento no fue relatado, pero sí que en el edificio de la estación el calor hacía la estancia insoportable. Tan insoportable que el bueno de Ocaña se buscó un túnel abandonado y allí se encaminaba, día o noche, a echar la siesta o dormir la mona.
El problema era que en Cabreriza había muchos alacranes…. pero muchos…. muchos. Así que nuestro factor, además de la manta y la almohada, preparaba también una talega con ajos, por aquel entonces bien baratos. Colocaba la manta en el suelo y, rodeándola, aproximadamente cada treinta centímetros, colocaba una cabeza de ajo. Mano de santo. Según asegura…… y yo me lo creo, no hay cosa que más espante a un alacrán que el olor de los ajos y, cual si fuesen vampiros, huían despavoridos y el bueno de Ocaña dormía fresquito como una lechuga.
Pepe Ocaña, experto a lo que se ve en alacranes y meter trenes en la vía de estrellamiento, me contó más. Si quieres, me dijo bajito, saber si en cualquier lugar del campo hay alacranes, corta un pepino en rodajas y tíralo al suelo. Si los hay, por estas que son siete, en un pis-pas están los alacranes tirándole bocaos al pepino. Otro día les cuento la vez que torearon un macho cabrio, en celo, en la estación de Setenil, teniendo como burladero un montón de sacos de anís colocados en el andén.
A mí, por suerte, me pillo allí.
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