EL ASUNTO DE LOS INFANTES DE LARA.
Un día tuve una historia, pero no tenía la foto. Ahora tengo la foto, pero ya no la historia.
Así que me veo en la necesidad, muy a mi pesar, de volver sobre mis pasos, de afrontar la incómoda tarea de desandar lo andado. Más incómoda aún cuando soy consciente de que si en un tiempo me quisieron las musas ¿?, ahora ni en pintura.
Con todo, la historia no era mía, sus mercedes la conocen de sobra....... A cazar va don Rodrigo y aún don Rodrigo de Lara con la gran siesta que hace arrimándose ha a un haya, maldiciendo a Mudarrillo, hijo de la renegada, que si a las manos le hubiese, que le sacaría el alma.
Prueba documentada y lapidada. .... yo sólo le puse el color de mi cristal, el que pretendo recuperar ahora.... si es que no he perdido, con musas o sin ellas, el sentido de la orientación y el del humor.
El señor estando en esto, Mudarrillo que asomaba:
-Dios te salve caballero, debajo la verde haya.
-Así haga a ti, escudero, buena sea tu llegada.
En un país siempre cainita, había hace mil años, y ahora, una ciudad llamada Salas. El jefe de la cábila, Gonzalo Gustios, había tenido, hasta entonces, siete hijos. En aquellos tiempos, se follaba desaforadamente porque no había tele ni nada que distrajese.
-Dígasme tú el caballero ¿cómo era la tu gracia?
Un mal día, los siete Infantes de Salas (o Lara que dicen otros) asistieron a la boda de una hermana de su padre, doña Lambra de Bureba. La novia, que era un putón verbenero, dio la nota ya en los propios festejos. Se dice, no hagan sus mercedes demasiado caso, que el asunto empezó con que si uno de Lara, que si uno de la Bureba, que si uno de Lara valía por cien de la Bureba..... y pamplinas por el estilo. Doña Lambra se ve que quiso probar por ella misma y..... la pillaron en el baño con un primo suyo. Y cuando digo “pillaron”, quiero decir que “la pillaron”. Uno de los siete Infantes, que fue el pillador, al modo de uno de los siete niños de Écija, paseó al primo follador por el filo de su gubia y allí se armó la de Dios es Cristo, pero en medieval. La de Bureba, enredadora como todas, quiso cargar el muerto..... o el polvo..... o las dos cosas, al de Salas. Y con la falda aún arremangá y el corpiño desaliñao se presentó ante su novio Ruy Velázquez, o lo que es lo mismo Don Rodrigo de Lara, clamando venganza y exigiendo justicia por tos los santos del cielo. Don Rodrigo, a aquellas horas, ya lucía más cornamenta que Islero, que saben sus forerías fue el toro que mató a Manolete.
-A mí me dicen Rodrigo y aún don Rodrigo de Lara, cuñado de Gonzalo Bustos, hermano de doña Sancha; por sobrinos me los hube los siente Infantes de Salas.
El cornudo, para complacer a su esposa –más le valiera tirarla al río- y lavar lo que quieran hubiera que lavar, se alió con los moros, gente malaje donde las haya, que ya ocupaban, como ahora, media España.
-Espero aquí a Mudarrillo, hijo de la renegada; si delante lo tuviese, yo le sacaría el alma.
Del encuentro entre gente tan torcida (qué me recuerda a mí esto?), no podía resultar nada bueno. Y resultó que los huesos de Gonzalo Gustios dieron presos en una mazmorra de Córdoba y, lo que es peor, las cabezas de los siete Infantes, incómodamente separadas de sus troncos. El Gonzalo, ajeno a la suerte de los Infantes, aprovechó el rato de presidio para “evangelizar” a Zaida, hermana de Almanzor, y con tanto ardor abrazó la mora el tronco de la fe, que a los nueve meses parió a Mudarra, hermanastro de los descabezados Infantes.
-Si a ti te dicen Rodrigo y aún don Rodrigo de Lara, a mí Mudarra González, hijo de la Renegada, de Gonzalo Gustios hijo, y alnado de doña Sancha......
Pero como nunca la felicidad es completa y el malvado es malvado hasta su condenación eterna, visto que don Gonzalo vivía en la mazmorra como un guarro en un charco, Don Rodrigo no tuvo otra idea que enviarle, vía MRW, las cabezas de sus siete hijos, que a esas alturas ya tufaban pa espantar.
Tantas lágrimas derramó el preso, después de haber derramado tantas otras cosas sobre Zaida, que Almanzor, el Grande, le dio la libertad.
..... por hermanos me los hube los siete hermanos de Salas; tú los vendiste, traidor, en el val del Arabiana; más si Dios a mí me ayuda, aquí dejarás el alma.
Corrió el tiempo para todos excepto para la venganza, que no tiene fecha de caducidad. Mudarra se hizo hombre y Gonzalo Gustios anciano. El uno puso el brazo, el otro el motivo. Encontraron a Ruy Velázquez cuando se entregaba al sano vicio de la siesta.
-Espéreme, don Gonzalo, iré a tomar las mis armas.
Don Gonzalo, impasible, le miró como si en vez de su rostro vislumbrara su alma. Susurrando, casi una oración, se le oyó decir al tiempo se daba la vuelta y su mano apretaba breve, pero intensa, el antebrazo de Mudarra.
-El espera que tú diste a los infantes de Lara: Aquí morirás, traidor, Enemigo de doña Sancha.
Y allí mismito, debajo de la higuera (o era un haya?) Mudarra ensartó al traidor cual si fuese un pincho moruno.
Placa conmemorativa en la casa/prisión.
Entrada a la casa donde estuvo, preso y follador, allá por el año 974, Don Gonzalo Gustios.
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