La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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27/11/14

la historia según Mairena: la rebelión de los moriscos

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Andando de guacabaud por La Alpujarra, di con mis cuitas en la coqueta plaza de la iglesia de Bayarcal. Allí, una ornada placa da cumplida cuenta de un episodio de la rebelión de los moriscos que me hizo profundizar sobre el tema.

La tal rebelión, que más que escaramuza fue una guerra en toda regla, no fue sino la consecuencia de que el gobierno central –léase Felipe II- les tocase los guitos más de lo prudente y sensato a la población morisca del reino de Granada.

El detonante fue la promulgación de la Pragmática Sanción de 1567, firmada por su muy serena majestad Felipe II en un descanso de la construcción del Escorial, y que limitaba un jartón las libertades culturales, religiosas y otras, de los hasta entonces moritos guapos, moritos buenos.
Esta vez, no la pudieron parar con dinero.
Llegados a este punto, con la bota en el cuello, los moros españoles se dijeron que “de perdidos al río”, y el reino de Granada entero ardió de una punta a otra.

Cuatro años duró la contienda y en ella se cometieron todo tipo de atrocidades… por uno y otro bando, como suele suceder.
Los moriscos desataron sus iras contra todo lo cristiano, especialmente contra el clero, y ellos mismos sufrieron atrocidades indescriptibles.
Si el gobierno central contaba con un avezado y profesionalizado ejército, los moriscos contaron con la ayuda de los monfíes.
¿Qué quiénes eran los monfíes?
Yo podría decirles, simplificando, que unos bandoleros con muy mala leche.

Pero en el San Google he encontrado esto:
“Los monfíes fueron, originalmente, personas huidas a los montes como consecuencia de los desórdenes y la represión asociados a la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492, y su número aumentó en décadas posteriores conforme aumentaba la presión ejercida por las nuevas autoridades castellano-aragonesas contra los súbditos granadinos de religión musulmana.
Los monfíes, de extracción eminentemente rural, formaron en ocasiones comunidades en los montes en las que practicaban libremente los ritos de su fe, al contrario que los moriscos de los núcleos de población, obligados a mostrar adhesión a las creencias y rituales católicos.
Se dedicaron en gran medida al bandolerismo contra cristianos, y tuvieron en los pastores a sus mejores aliados.
El monfí es, según el diccionario de la Real Academia Española, el moro o morisco que forma parte de las cuadrillas de salteadores de Andalucía después de la Reconquista.
Esta equivalencia no es casual; en los textos de la época se emplea salteador o monfí para designar a cualquier bandido. Se llega a calificar a los piratas de salteadores o monfíes, lo que induce a cierta confusión e indica sin duda el conocimiento de los vínculos existentes entre unos y otros. Pero lo importante es el empleo de la palabra monfí -la más utilizada en Andalucía- procedente del árabe munfi, que designa a un hombre desterrado o exiliado.
Los españoles, pues, adoptaron una palabra cuyo sentido alteraron; para ellos, el monfí es un criminal y sólo eso, por lo que no se distingue en absoluto del salteador.
El monfí es un héroe de la libertad para los moriscos, y quizá hasta un hombre santo a los ojos de los musulmanes; de ahí el prestigio de que gozan muchos de ellos”.

Los monfíes, sin lugar a dudas, fueron los pioneros y el trazo a seguir por las ilustradas y gloriosas hornadas de bandoleros que, desde entonces, han sido protagonistas de la historia de España.
Hasta tal punto es ello cierto que Richard Ford, escritor e hispanista, llegó a escribir: "Una olla sin tocino es tan insípida como un libro sobre España sin bandoleros".
Aún nos dura.

El episodio que nos ocupa sucede la nochebuena de 1568.
Los moros en pie de guerra, declaran caza sin cuartel a los cristianos; pocos y mal preparados.
Huyendo de la quema, unos cincuenta de ellos, vecinos de Laroles y Bayarcal, se refugian en la torre de la iglesia de Bayarcal, por ser la más protegida; entre ellos se encuentran cinco beneficiados del rey.
La torre es cercada por quince escuadras de monfíes lideradas por Farax Aben Farax, jefe de la tribu de los Abencerrajes y el más hijo de puta de los bandoleros monfíes.
Cinco días después –el día de los santos inocentes-, diezmados por el hambre y las penurias, engatusados por las buenas palabricas de los parlamentarios monfíes, los cristianos se rinden. Fueron inmediatamente sacrificados en la placita que está frente a la iglesia, cuya tierra quedó empapada por muchos días con la sangre derramada. Alá es grande y Mahoma su profeta.

Fueron cuatro años de pesadilla. Cuentan los cronistas:
“Apenas quedó sacerdote, sacristán o fraile de la Apujarra y tierras vecinas libre de terribles crueldades. A los curas y frailes les escarnecían recordándoles la severidad con que llevaban la cuenta de los que no asistían a misa y las penas que imponían por esto, las admoniciones que dirigían a las mujeres porque no se descubrían la cara o seguían practicando las antiguas costumbres. Una de las preocupaciones de los sublevados (como buenos musulmanes) era, sin embargo, la de hacer abjurar a los prisioneros, y en los casos de resistencia, que fueron todos, según los historiadores, era cuando iniciaban los tormentos. [...] Los lugares de culto fueron incendiados y saqueados de modo sistemático... Los moriscos expoliaban las sacristías, las casas de los curas y las de los cristianos en general. Como las iglesias sirvieron de refugio a los cristianos... a los asedios siempre se sumaron las rapiñas y profanaciones. [...]
"Iuan a la Iglesia de cualquier lugar, derribauan los retablos, arrastrauan las imágenes, las despedaçauan y quebrauan las pilas del bautismo y sagradas Aras, vestíanse los ornamentos sacerdotales con irrisión y burla dellos" .

Los cristianos tampoco les fueron a la zaga. Pero como la historia las escriben los vencedores, tenemos bastantes menos testimonios de sus desmanes. Que los hubo… y a cientos… como los que originaron la revuelta.

Fue don Juan de Austria en 1571, entrando en Las Alpujarras a sangre y fuego, quien acabó con tanta tontería. Como suele suceder, y no estoy señalando a nadie, el pez grande se comió al chico.
Al sometimiento siguió la deportación. Hubo esperrio de moriscos y pagaron justos por pecadores; se les midió a todos con la misma vara. 
De esta medicina ya había probado con anterioridad  mi buen amigo Alabez, rey de Mojacar, asunto este que ya tratamos en otro episodio de esta divertida Historia de España (mayo 2007).

El caso es que, mientras paseaba mis ojos por los olmos que rodean la placita de la iglesia de Bayarcal, un pensamiento vino a acompañar mi desazón:
No aprendemos… es que no aprendemos.

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24/11/14

Crossing of the dessert

El problema del google maps es que todo es plano.
El mundo es plano. Como la palma de la mano.
Y así claro, visto desde el aire, las dificultades brillan por su ausencia.
Luego, vueltos a la realidad, pasa que entre el punto A y el punto B hay una barranquera del demonio y el demonio te espera allá abajo para comerte. Al demonio no le importa que estés pellejuo y correoso; te come igual.

También se recomienda no ir solo.
Y esta recomendación se basa en el más simple principio de supervivencia.
Si te pasa algo en esas gargantas, cárcavas o desfiladeros, no te encuentran ni los cuervos. Así que se hace imprescindible llevar alguien al lado que avise si te escalabras. Además ese alguien cumple la función de darte charla, hacer que no te sientas solo, en lugares donde la sensación de soledad abruma.

Crossing of the desert. Son apenas treinta kilómetros con salida y regreso en el pueblo de Tabernas. Sales del pueblo, te introduces en la rambla y comienzas a bajar como unos ochos kilómetros. Cuando divisas la muralla natural que supone el trazado de la autovía A-7 tomas otro desfiladero situado a la derecha y comienzas a ascender, la brújula apuntando el norte. Las altas paredes te impedirán ver otra cosa que no sean farallones y cielo, azul o nubloso según esté el día.
Si la predicción meteorológica anuncia tormenta tampoco es aconsejable hacer esta ruta. Lo que está más seco que el ojo Perico, en caso de avenida, puede alcanzar metros de altura en minutos y arrastrar con todo lo que se ponga por delante. Y, créame, según el sitio, no hay salida.
Dejas el desfiladero, rodeas el poblado indio de Fort Apache, saludas a Pluma Estropeá y tomas rumbo sur por un camino de ensueño para ciclear. Encontramos un tractor abandonado con el que jugamos un rato.
De pronto te encontraras el camino cercado. Si no quieres volver sobre tus pasos, cosa de todo punto imposible, toca saltar la cancela y hacer saltar las monturas. Cuando estas al otro lado, carteles sobre la valla te hacen ver que donde no tenías que estar era de donde vienes, y que el recinto está fuertemente alarmado. Te entra la risa floja y dices que te toca los…

Sigues hacia el sur, cruzas por el puente bajo la autovía y comienzas el camino de regreso. Cuando llegas al Mini-Holliwood, la cartografía vuelve a jugarte una pesada broma. Allí debía haber un camino que no encuentras. Así que toca dejarse caer por un terraplén con la bici a la espalda. Te pinchas con las aliagas, te resbalas, te caes, te estrozas y te despellejas un pelín, pero vuelves a pisar terreno ciclable. Y ahora toca subir; sin prisas… pero sin pausas. La bici y tú ya lleváis encima el suficiente barro y polvo para que no te conozcan en casa, así que poco importa un poco de polvo más.

El camino, la rambla desértica, te vuelve a dejar a las puertas de Tabernas, ahora en el lado sur. Pero te reserva una última sorpresita. Para ascender a la plataforma del pueblo hay que subir un cuestón corto, pero contundente. De la categoría pa cagarse. A estas alturas, ciclistas piltrafillas como nosotros solo pueden hacerlo con la bicicleta de la mano, el corazón saliéndote por la boca y el viento por el tubo escape.

La aventura ha durado tres horas y media. Te duelen el culo y los brazos; y los desollones de las piernas.
Lo sucio que estás es proporcional al hambre que tienes.
Pero una sonrisa se pinta en tu cara mientras añades otra muesca al currículum del Capitán Pedales.

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11/11/14

Anica la de Ronda

Pastora Imperio le regaló una bata de cola.
La reina Victoria Eugenia un mantón de Manila; agradecimiento por su actuación en una fiesta íntima familiar.
Y Federico García Lorca la citó como una de las grandes del cante.

Me invisto en modo conferenciante para hablarles de Ana Amaya Molina (a) Anica la de Ronda (1855-1933).

Una vez tuve una foto de ella. Mejor sea dicho, de la estatua que por suscripción popular se erigió en la calle Santa Cecilia, según se baja a la iglesia de Padre Jesús y a la fuente de Los Ocho Caños. Era una foto de la que me sentía –me siento- particularmente orgulloso. Pero poseía escasa documentación sobre la misma. Mis conocimientos en Ronda tampoco contribuyeron mucho a mitigar mi ignorancia sobre el personaje.

Ahora, la casualidad, ha hecho que esa documentación rebose sobre la mesa de mi escritorio. No desperdiciaré la oportunidad de aprovecharlo.

Anita, gitana, cantaora y guitarrista, compositora, vivió su vida entre el flamenco, el contrabando y el desamor.
Amante de El Lagartijo y del General Contreras, entre otros de menos ascendencia, fue preguntada un día sobre la paternidad de su hijo. Anita, contestó:
Rafael Molina fue mi amigo mío, verdad. Pero el hijo que tengo no e del, ni del general Contreras. Se lo pedí yo a la Virgen de los Dolores y me lo concedió. Créame, señorito de mi arma. Lo demás son crítica, chumba y esas cosas…

Desgranó su arte en los cafés Chinitas o el Sin Techo, de Málaga; y en El Burrero, de Sevilla, cuando Ronda se le había quedado chica, personificando en ellos el origen de su casta arisca y vagabunda, traducida en lo bohemio del gitano.

Ya anciana fue la figura más admirada de la Semana Andaluza en la Exposición de Barcelona, donde bailó y cantó arropada por la guitarra de Ramón Montoya.

De ella, un periodista catalán escribía por aquellos días:
“La casa donde vive Anita Amaya, en Ronda, es un lugar de peregrinación. El juez, el alcalde, el boticario, el registrador, damas de alta y baja alcurnia, todos desfilan por su vivienda, archivo de sabiduría popular. Diariamente, desde Barcelona, se telegrafía al secretario del Ayuntamiento de Ronda, diciendo que la anciana gitana come bien, duerme poco y bebe mucho. También se telegrafía a los gitanos, que, impacientes ya, piden que regrese. Pero ella no quiere marcharse”.

El escritor Nuñez de Prado, en su obra Cantaores Andaluces, dice de Anita:
“Siente el Arte como el corazón que más lo sienta, concibe la belleza como el cerebro constituido para concebirla mejor, siente las grandiosidades de ese arte, como el alma que con más intensidad pueda sentirlas, pero su corazón, su cerebro y su alma, absolutamente humanos, en toda la hermosa acepción de esta palabra, sólo ven en su arte un vehículo para enviar desde sus entrañas al infinito toda la expresión de su exquisita ternura, de sus ansias de goces, de sus sueños de amor, de su ambición de cariño. Ambición que guarda la primera y tal vez la sola finalidad de su vida, ambición que mueve todos sus actos, que impulsa los resortes de su organismo. Eso es lo que la ha hecho más simpática, aún más que sus mismas cualidades para el cante, y a eso se debe, en primer término, los triunfos artísticos que ha logrado y los aplausos que ha obtenido”.

Y dejo para el final un fragmento del poema El Cristo de los Gitanos, de José Carlos de Luna, recogido en la Historia del Flamenco, tomo 2, editorial Tartessos 1995, p.p. 328-329, en el que nuestra amiga Anita no sale tan bien parada. Y es que esto del artisteo siempre tuvo mucha envida entre bastidores.
“Esta gitana vieja, más vieja que el castillo que arrebola su cara con polvo de ladrillo y luce chamuscados los pelos del bigote, aun con la guitarrilla se gana su guisote, arrastrando orgullosa la bata de lunares por inmundos garitos y tristes lumpares.
Con el alba, borracha, camino de su choza, entre perros sarnosos que le ladran con furia, contonea su cuerpo como cuando era moza y a sus pies se rendían el oro y la lujuria.
Yo quise rodearte de pan y de respeto, porque eres relicario de exquisitos joyeles; pero adoras al vicio, porque él es tu amuleto, y al hambre y la miseria, porque son tus caireles.
Y como a ti te debo mucho de lo que escribo, porque fluyó vibrante por tu caucona boca, al bajar de mi jaca y soltar el estribo, saludo con respeto tus perjeños de loca”.

Ana Amaya, Anita la de Ronda, flamenca y gitana, se nos murió el 1 de noviembre de 1933, hace ahora 81 años, y para nuestra desgracia no dejó ningún documento sonoro.
Ni falta que hace.
Desde el respeto que me merecen todos los flamencos, sirvan estas líneas, doña Ana, de homenaje.

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9/11/14

pecas

- ¿Qué buscas de ella?
- Quiero contarle las pecas, Piloto.
La Carta Esférica, Arturo Pérez-Reverte.

Ando apurado estos días. San Silvestre se nos echa encima y he de encontrar textos para el Anuario lo suficientemente buenos como para sostener la mediocridad de mis fotos –dixit, el maestro-. Así que ando sumergido en lo taurino y lo flamenco –así se titulará el volumen-, empeñado en rescatar del pecio de mi ignorancia algo que merezca la pena.
Relevados este año mis incondicionales –si, alguno hay- del engorroso encargo de allanar el camino, me dejo las pestañas y unos cuantos ratos de ocio –tampoco tengo muchos- en conseguir unas peanas lo suficientemente firmes para que el trabajo, por inestable que resulte, no se venga abajo con estrépito.

Así que estaba el otro día, muy a primera hora, en la biblioteca que me sirve de refugio, 2ª planta, sección de Etnología y Etnografía. Como era el único usuario a esa hora, me acomodé en un lugar que me aovilla de forma particular, frente a un ventanal con el edificio de Ministerios haciendo sombra.

No había aun calentado la silla cuando accedió a la sala una chica de aspecto desenvuelto. Diecisiete o dieciocho años, melena pelirroja, sobrepeso evidente, gafas de pasta naranja y un millón de pecas en la piel. Podría haberse sentado en cualquier otro lado, el espacio entero estaba a su disposición, pero eligió sentarse frente a mí. Susurró un quedo buenos días y esparció sus libros y apuntes sobre la mesa.

A esas alturas estaba uno a vueltas con la intrigante y sorpresiva vida de Ana Amaya Molina (a) Anica la de Ronda, de quien ya les hablaré otro día que venga al caso; pero pronto hubo algo que llamó mi atención e hizo que todo lo demás quedara en no ya un segundo plano… sino un tercero o un cuarto.
La chica que se sentaba frente a mí, estudiante de química a juzgar por los apuntes que barajaba, había decidido a modo de festejo matinal, mostrarme sus exuberantes y bien formados pechos.
Y uno, claro está, quiso contarle las pecas.

Se volvió a producir aquella situación frecuente en la pista del tenis cuando la de al lado está ocupada por alguien con las piernas bastante más bonitas que las tuyas.
Y, lo sé por experiencia, no se puede estar en misa y repicando.
Así que, abandonado a la contabilidad, transcurrió la mayor parte de la mañana.
No crean que lo lamento, no. El caer en estos pecados, sin arrepentimiento posible, es la causa de que uno también –dixit, Fito- no le rece a la Virgen de la Locura.

Si yo no les trajera, como suelo, la prueba documental, alguna de sus mercedes –incrédulos irredentos- apostillaría que vuelvo a hacer un ejercicio de estilo. Dame tu dedo, Tomás, y clávalo en mi llaga.

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El original de la fotografía, como ustedes pueden suponer, tiene un campo más amplio. Pero ni puedo ni quiero identificar a la modelo.
Estas cosas quedarán, como casi siempre, entre usted y yo.

5/10/14

Otra vez, in memoriam

Se nos murió Federico.
Las pistas del Indalo se han quedado mudas, silenciosas, vacías.
Se nos murió FEDE y nos dolió más por inesperado, por inútil, porque no tocaba.

Ya nunca más oiremos sus voces mezcladas con las de los niños que entrenaba. Ni nos iluminará su sonrisa casi eterna. Ni le veremos arrastrar el carro de las bolas hacia la pista tres con su andar inquieto y nervioso. Ya no le pediremos el favor –concedido de antemano- que nos prestara uno de sus niños para echar unas bolas. Se ha ido Fede sin despedirse, sin hacer ruido, para que su adiós parezca un hasta luego.

Y aquí, sobre las pistas y jardines del Indalo, nos queda su recuerdo. La estela de los críos a los que hizo campeones, o a los que sin llegar a tan poco, hizo más hombres y mejores personas, que eso si que es un logro digno de palmarés. Nadie se malogró nunca sobre la arcilla o asfalto de una pista de tenis.

La tarde del sábado nos juntamos para honrar su memoria. Para de alguna manera, ofrecerle el adiós que él no quiso darnos. Para abrazarnos entre nosotros y con él, que así parece duele menos.

Las pistas, por una vez, quedaron de luto mientras asistíamos a la misa que compartimos en el porche del club. Hasta los gatos asistieron. Y la pista uno, desde ayer, ya no se llama así… que ahora es la pista Federico Sánchez, para que su memoria no caiga en el olvido cuando nosotros tampoco ya estemos aquí.

Federico Sánchez Andreu (a) Fede, granaino y del Barça, siempre del Barça. Campeón en el 90 del torneo Challenger de Pescara (Italia), número 138 del mundo, que tampoco es que importe mucho… si acaso servir de recordatorio que ninguno de nosotros ni se acercó. Y ahora número uno, por siempre, en las pistas a este lado del Andarax.

Este cristalito es en tu memoria.

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17/9/14

el Celebrity Constellation

Siquiera sea para mitigar los bostezos del autor, o contentar a Dorita… la única lectora de este blog –que ya tiene mérito-, les voy a contar que el pasado fin de semana visitó el puerto de Almería el Celebrity Constellation.

El Constellation es un crucero de la categoría “que te cagas”, de los que se ven pocos por nuestro puerto. Una inmensa mole azul y blanca cuya majestuosidad eclipsa casi cualquier cosa que tenga a su alrededor.



Si alguien con vocación de fotógrafo recibe la noticia de que el barco va a zarpar a las cuatro de la tarde, por mucha hora de la siesta que sea, por mucha Vuelta Ciclista a España que retransmitan en la tele, uno acaba cogiendo a Nikita y se va al muelle de levante para decir adiós agitando su pañuelo a los afortunados pasajeros de tan descomunal barco.

Ya de puestos me he informado. Y para los amigos de las estadísticas puedo decirles que el susodicho tiene 294 metros de eslora y 32 de manga. Que pesa 91000 toneladas, tiene 11 cubiertas y puede navegar a 24 nudos. Que fue botado en el año 2002 y que su capacidad de ocupación es de 2034 pasajeros y mil tripulantes; un tripulante por cada dos pasajeros, lo que da idea de la atención a bordo. Casino, piscinas, gimnasio, jacuzzi, cines, biblioteca, teatro, bares y restaurantes son algunos de los servicios que se encuentran intramuras.
Navega, eso si, con pabellón de Bahamas.



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12/8/14

Gloria a Dios en las alturas: Vela Blanca.

Música para acompañar


Uno, en su calidad de ciclista piltrafilla, no es muy dado a frecuentar las alturas. Siempre he preferido el llano.
Lo cual no significa que, en ocasiones, enfrentemos la excepción. Además, me pareció una buena ocasión para hacer mayor a Julieta.
No todos los días se sube a Vela Blanca. Atalaya mítica, muy celebrada, conocida y gloriosamente conquistada cuando el ardor guerrero –que ya no- inflamaba nuestras almas.
Eso, y contárselo a mis nietos, justifican –de sobrado- este cristalito.

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Vela Blanca es el vértice que divide los confines del Cabo de Gata con los de San José. Cima de la categoría del Puerto de la Mentira, llamado así porque nadie se cree que hayas subido allí. De hecho, si yo lo hice, fue porque andaba extraviado y más perdido que turco en la neblina.

Esta vez iniciamos la aventura desde la aldea de San Miguel, no fuera a ser que en el calentamiento se nos agotase la gasolina y no hubiera más que contar. Para cuando dejábamos atrás la iglesia de Las Salinas ya estábamos tonificados, subir la cuesta del faro nos puso en antecedentes de lo que nos esperaba y, a pie de Vela, el testigo de la temperatura corporal subía tres rayitas por encima de lo habitual.

Si bajar desde Vela Blanca duele y debes hacer virguerías para no salir despedido por delante del manillar, imagine su merced lo que será subir.
Guardo, para estas ocasiones, los consejos del peregrino Martínez en aquella cruzada que supuso el Camino de Santiago. Aconsejaba el guripa no mirar nunca hacia arriba, ni hacia abajo, clavar la vista en la rueda delantera y olvidarse del tiempo y del espacio, como canta el Battiato en su no time no space. Sólo así se consigue llegar a la cima.

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el faro del Cabo, punto intermedio

Confieso, sin rubor, que una parte de la subida la hice descabalgado y arrastrando a Julieta, lo que si bien es un desdoro para mi currículum deportivo, no es menos cierto que engrandece mi voluntad y sirve de cura de humildad al ego siempre desbocado.

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a media ladera... o a media vela; un respiro para respirar. Al fondo, el faro de Cabo de Gata

Una vez arriba, atrás los momentos en que pareció que la vida se escapaba por tu boca, la recompensa vale con creces lo sufrido.
Ante la silenciosa presencia de la torre, que data del año 1767, sumergido en la brisa o el viento –según toque- las rocas que coronan el acantilado dan paso al abismo siempre azul del mediterráneo.
A occidente el faro del Cabo de Gata, a oriente las calas del Barronal, Monsul, Genoveses y allá a lo lejos la torre gemela de La Polacra, ponen limites a algo parecido al nirvana.

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Ya solo queda bajar. Ahora serán protagonistas los frenos de Julieta, mientras tu clavas las palmas de las manos en el manillar y atrasas el culo cuanto puedes para llevar el centro de gravedad a puntos lo más razonables posibles.

Con todo, aconsejo al lector la aventura. No es sitio al que haya que subir todos los días, pero hacerlo una vez al año, como el ir a la Meca, es lance que mortifica el cuerpo, hace expiar los pecados y reconforta el espíritu.

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No es prurito personal, es fe notarial; por si alguien lo pone en tela de juicio.

6/8/14

la historia según Mairena: María de Padilla

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Grabado de Paul Gervais

Quiero hablarles hoy, a modo de pasatiempo, de María de Padilla.
María de Padilla, a poco que miren la Wikipedia, conocerán fue la amante amantísima de don Pedro I (a) el Cruel, para otros el Justiciero, lo cual no viene sino a confirmar el viejo dicho que la feria va por barrios.

Un buen amigo mío lo describe de otra manera: Seas quien seas, me dijo, siempre encontrarás una persona que te eleve a los altares y otra que diga de ti eres un perfecto hijo de puta; al final, sólo será lo que tú quieras que sea.

El caso es que don Pedro, rey de Castilla, se prendó de doña María en el descanso de una de sus escaramuzas guerreras y ya no tuvo ojos más que para ella. Y eso que don Pedro, según relatan las crónicas, se enamoraba de un palito con faldas. Doña Blanca de Borbón, Juana de Castro, Isabel de Sandoval o Aldonza Coronel no fueron sino otras tantas que quedaron eclipsadas a los ojos del monarca bajo el influjo hechizado de doña María. Pudieron ocupar, estas y otras, la titularidad del contrato, pero nunca ocuparon el corazón del Rey, siempre subyugado por el influjo de María.

Bien es verdad que la Padilla la diñó cuando apenas cumplía los veintiocho y su majestad no tuvo apenas tiempo de verla deteriorada. Ni siquiera vivió con ella de continuo lo que evitó el daño de la convivencia, que todo lo pervierte y emponzoña, pero quede constancia, de una manera u otra, que María de Padilla fue la verdadera reina consorte y ejerció como tal mientras sus piernas –bellísimas- la sostuvieron.

Cuentan las crónicas que María de Padilla, de familia bien, era “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”, algo así como nuestra… Shakira, versión año 1340.
Las buenas lenguas cuentan de ella intercedió muchas veces ante el Rey para salvar el cuello de alguno de los nobles de la corte que se habían pasado no ya tres pueblos, sino uno y medio.
Las de doble filo que intrigó cuanto pudo y, en su medrar, llegó a envenenar a doña Blanca de Borbón, a la sazón esposa legal del Rey.

De una forma u otra, entre polvo y polvo, a doña María le dio tiempo de construir… o construirse, el monasterio de Santa Clara de Astudillo pues ya preveía la buena mujer que aquello no podía terminar bien de ninguna manera y quería asegurar un reposado lugar a sus huesos para cuando la fortuna o el favor del rey la abandonaran.

Lejos de que eso ocurriera, a tal punto llegó la adoración de don Pedro por su amante que dado que esta gustaba bañarse desnuda bajo la cripta abovedada de Los Reales Alcázares, obligó a todos los nobles de su corte a bajar con él a los baños y admirar el venusino cuerpo de su amada.
Una mañana, en pleno éxtasis amatorio, encoñado y caliente como un becerro, don Pedro exigió a alguno de ellos que bebieran del agua en la que se sumergía la Padilla.
A ello se negó don Juan de Orduña, secretario real. Haciendo honor a su apelativo primero, y ya con el pescuezo sobre el tajo del verdugo, don Pedro pidió explicaciones al súbdito sobre el motivo de la negativa. En un momento de inspiración divina, don Juan alegó:
-Es que… majestad… tal es la belleza de doña María que temí que, en probando el caldo, se me antojase la perdiz.

Ello le salvó la vida. A don Pedro le hizo gracia la respuesta y se contentó sólo con desterrarle.

Pero no fue el único fanatismo del Rey en lo tocante a su loco amorío. Una vez fallecida doña María -"en este año morio en Seuilla de su dolençia doña María de Padilla. E fizo el rey fazer alli e en todos sus regnos grandes llantos por ella e grandes cumplimientos"- el Rey la lloró tanto que hizo que la corte besara la mano de la difunta –al parecer había muerto infestada de peste-, hizo fuerza papal para que se anulasen todos sus anteriores matrimonios y se la reconociese como única reina, legitimando así su descendencia con ella (cuatro hijos como cuatro soles) y trasladó finalmente sus restos desde el monasterio de Astudillo a la catedral de Sevilla, a fin de que descansasen junto a los suyos.

La fotografía que les traigo, de los baños que a día de hoy han sido bautizados como Maria de Padilla, no es mía sino interpuesta por un amigo que me la hizo llegar junto a la leyenda. Con la promesa, eso sí, que a fin de mejorarla visite en cuanto me sea posible los Reales Alcázares de Sevilla y honre, de este modo, la memoria de tan especial mujer.

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Baños de María de Padilla, Reales Alcázares de Sevilla

La mañana del 19 de enero de 2015, con un frío gélido, cinco grados al sol, doña María de Padilla quedó debidamente cumplimentada y mi promesa cumplida. El lugar, sótanos de los RR.AA. de Sevilla, carece del glamour que le suponía. Es más, dudo mucho que la Padilla mojara el culo en aquellas aguas, pero no seré yo el que ponga en solfa la leyenda. A lo mejor en verano…

Dejo una foto de la nave central,

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y otra de una de las galerías laterales y paralelas a la misma.

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13/7/14

la palmera estresada

Alguien tuvo un día la mala idea de plantar su tronco junto al de un ficus milenario. No debía ser el hombre un entendido, ni un jardinero primoroso, ni siquiera alguien con sensibilidad superior a la de una algarroba.
Eso sucedió cuando nuestra protagonista apenas era una mocita.
Y desde entonces vive en una lucha contrareloj por la supervivencia.

Esto es así porque, desde aquel aciago día el ficus milenario, mira tú que gracia, tiene como único objetivo engullirla. A la vista de todos y sin remedio posible.
La fuerza de la juventud obró el milagro que lograra atravesar con su cresta la frondosa maleza del ficus para recibir los rayos de sol que la mantienen viva, pero ya va siendo mayor… las fuerzas escasean… y el bocado vegetal y asesino se cierne cada vez más cerca sobre su tronco.

La humanidad, a todo esto, se pasea indiferente a la sombra de la tragedia. Ni siquiera mereció nunca –hasta ahora- la atención del fotógrafo o de la asociación benéfica de turno que la libre de un fatal desenlance. Los transeúntes derraman su prisa bajo sus hojas, ciegos, insensibles, sin el gramo de cordura que les haga levantar la vista del suelo y les enfrente con el drama.

Mientras tanto, la palmera estresada se estira en un postrer intento de tomar la última bocanada de aire, el último rayo de sol, que le permita vivir media hora más. Ha conseguido, eso si, ser la palmera más alta de la comarca.
Pero esas, desde luego, no son formas de vivir.


la palmera estresada
Paseo de Almería, la palmera estresada

7/7/14

la primera vez con Julieta

Luis Miguel nos servirá de maestro de ceremonias,


El domingo fue mi primera vez con Julieta.
Y fue como todas las primeras veces; una mezcla de pasión, deseo, misterio, cautela, sorpresa y deseos de quedar bien. Aún es pronto para saber si esto prosperará, que sólo estamos conociéndonos.

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El caso es que para la cita contábamos con el viento, pero no con la niebla; la mañana amaneció cubierta de una bruma tan espesa que ríete tú de la londinense. A cambio el poniente, cuando dejó de ser una amenaza para convertirse en certeza, ya nos daba en la espalda.

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Elegimos para la cita una ruta sin demasiadas exigencias. Casi cuarenta kilómetros, pero con firme decente y perfil sin sobresaltos. Justo los que nos llevan desde el puerto de Aguadulce a la Laguna de Cerrillos, ya en el parque natural Entinas-Sabinar. Y luego volver, claro. Precaución mínima si de evitar el gatillazo en la primera cita se trata.

Así, oyó por vez primera el golpear de las drizas sobre el palo de los veleros en el puerto deportivo, sintió el olor a yodo y a mar, atravesamos la niebla que cubría la Puerta Verde de Roquetas como quien se adentra en un mudo misterioso y, una vez que levantó, nos alegramos la vista ante las bañistas que paseaban –mira que cosa tan linda- los márgenes de nuestro camino.

Ya en el parque natural Entinas-Sabinar no podía faltar que le presentara la famosa Torre del Cerrillo, ante cuya derruida figura posó. Y ya de puestos, nos llegamos a los confines del mundo, al Charcón de los Flamencos, como firme promesa de los lugares que visitaremos.

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Eso si, antes habrá que pasar por el taller. El plato delantero no desciende como debiera y a las bicicletas, como a las novias, no se les puede dejar de la mano.

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Para curiosos:
Lo que ven no es el mar, sino una laguna interior, de las que se empleaban para extraer la sal en tiempos no muy lejanos. Esta en concreto es la Laguna de Cerrillos.
1.- Duna móvil
2.- Faro de Punta Entinas
3.- Flamencos
4.- Restos de la industria de la sal
5.- Alacranera, o Sosa Jabonera, planta endogámica del lugar, frecuente en los habitat de terrenos salados, con abundante humedad, salinas costeras, y lechos limosos de río y torrentes del interior. Como su propio nombre indica servía y sirve para...
¡coño! que me estoy transformando en modo wikipedia.

4/7/14

Julieta

El Battiato vendrá bien,



Después de cinco benditos años, por los que sólo puedo mostrar agradecimiento, a Lagartija le llegó la hora de la jubilación. Fiel compañera, divertida amiga, amante discreta y silenciosa, merece mi más sentida gratitud y reconocimiento.

Vivimos juntos extraordinarias aventuras e inolvidables recorridos. Desde la Sierra Norte de Sevilla a las cumbres de Alcaraz, pasando por la Vía Verde del Aceite en la campiña cordobesa, alguna vez formamos juntos parte del paisaje. Y eso sin contar el sinfín de ocasiones en que hicimos nuestra esa maravilla que otros conocen por el Parque Natural del Cabo de Gata y que no es sino el patio de mi casa.
Con ella me planté a las puertas del Convento de los Jerónimos, en la antesala de Medina Azahara, obteniendo de paso una de mis más celebradas fotografías, nos adentramos en los vericuetos que nos llevarían a la Charca de las Nutrias, o treparíamos hasta las mismas puertas del castillo del Nicio, juntando cicatrices de las que dejan memoria.

Pero los tiempos cambian y hemos de renovarnos para morir un poquito más tarde; media hora más tarde.
Así que este verano, aprovechando que he sacado el curso entero y se ha notado poco –casi nada- lo malo que he sido, me ofrecí la oportunidad de cambiar de bicicleta.


La nueva, que les presento, se llama Julieta. Julieta Bhernarda Spike; de las Bhernardas de toda la vida.
Básicamente se diferencia de Lagartija en que su paso de rueda es mayor y que el sistema de frenado es hidráulico. Su línea, estilizada, está en consonancia con los nuevos tiempos y el aire de modernidad que nos invade. Un cañón de bicicleta.

Espero vivir con ella siquiera la mitad de las emociones que disfruté con su antecesora. Esa sería, a buen seguro, inagotable fuente de inspiración para seguir juntando cristalitos en esta Vidriera cada día más espectacular.

Aquí la tienen -a modo de presentación- posando junto al Gran Cañón de la Trinidad, lo que ya de por sí es augurio de aguerridos lances y cautivadoras historias.

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Lagartija ha muerto.
¡Viva Julieta.!

25/6/14

los Juanes y los Boscos

bsma -banda sonora muy apropiada-

Todos conocen, y casi nadie recuerda, que mi nombre es Juan Bosco.
El señor Vélez y doña Mariana, en un alarde de originalidad, no tuvieron otra ocurrencia que bautizarme con el santo del día en que aterricé en este valle de lágrimas. Toda la vida he dado gracias a Dios por no haberlo hecho el día de san Canuto. Además, rizando el rizo de lo ingenioso, en lo sucesivo, ni me llamaron Juan ni Bosco, ni las dos cosas juntas, con lo que el invento quedó, a fe mía, muy llamativo. Siempre he querido pensar que no fue mala intención sino desvaríos propios de la posguerra.

Uno mismo fue ignorante de su identidad hasta que, ya en la pubertad, al pasar lista el jefe de estudios del instituto en que ingresé, le oyó desgañitarse llamando a un vaina que al parecer era yo, entre el regocijo y alboroto de sus compañeros de clase.

En todos estos años he llegado a la conclusión que es inapropiado llamarse Juan Bosco. Y digo esto porque aquel día, enfrentado con mi propia realidad, el mundo para mí se dividió en dos partes; los que me llamaron Juanito y los que me llamaron Bosco. El maridaje, a lo que se ve, se antojaba imposible.

Les decía que casi nadie lo recordaba. En consecuencia, todos los años el mismo ritual. Llegado el 24 de junio, San Juan Bautista, he de explicar a propios y extraños, una y otra vez, que no tienen porque felicitarme. Que mi santo, y mi cumpleaños, es el 31 de enero y que les esperaré con gusto para el próximo.
El caso es que la cosa cansa; y suena a cacofonía. Y cansa cada año más. Cansa hasta el punto que estoy en un tris de claudicar y aceptar que la gente me llame -y felicite- cuando y como le dé la real gana. Total, y como dicen en el pueblo, nunca fue mal año por mucho trigo y es vesania despreciar un beso.

Este año no varió el guión. A título de ejemplo, pasadas las doce de la noche -hora muy apropiada por cierto dados mis hábitos- mi amiga P.G. me envió un GuasaS.

-Desde el culo del mundo, felicidades por tu santo. Te sigo en el internete. Te quiero. Una incondicional.
Mi respuesta:
-Otra vez, P? Otra vez?
-Ayyyy, estoy hecha un lío con tu cumple, con tu santo, ¿tú cómo coño te llamas? De cualquier manera, besitos. ... seguido de un sinfín de emoticonos festivos.

Y si estos son los allegados, qué dirán sus mercedes de los extraños.

Pues digan lo que digan, hay cosas que no varían por San Juan. Bajar a la playa, mojarse en el mar, pedir un deseo, espantar los demonios y convocar a las hadas, que luego será... lo que tenga que ser.

El de este año, cosa muy impropia, vino pasado por agua, lo que no evitó que la playa se vistiera de fiesta, ardieran las hogueras y lucieran los fuegos de artificio. Como novedad, el multitudinario uso de las antorchas voladoras, transmisoras, puerta a puerta, de las más anheladas peticiones.

Para el año que viene, la misma historia.
O no.


por San Juan

12/6/14

perpetuación de la tontería

No soy muy dado a traer a este rincón hitos familiares.
Pero de alguna manera, si esto pretende ser un hilo conductor de historias, habrá que dejar constancia de ellos. Siquiera sea con la brevedad y la mesura con que se conduce el cronista de ecos de sociedad.

El caso es que el pasado 18 de mayo, domingo del Señor y día de santa Claudia, hizo mi nieto Sergio, el primogénito, la Primera Comunión.
Aquello fue un poco de “porque todo el mundo la hace” y nosotros no vamos a ser menos, así que les ahorraré los detalles místico-religiosos y que cada uno interprete lo que le venga en gana.

Como a su abuelo le pagó el traje de luces doña Concha, encargándolo con mucho mimo y ceremonia a la sastra de Teba (Málaga), que venía a ser el Victorio y Lucchino de la época, a Sergio se lo procuró su abuela, pero ignoro el nombre del modisto. Lo que si tengo claro es que el niño se lo quitó de encima en cuanto pudo y lo sustituyó por una equipación de la Roja que le habían regalado. Ni que decir tiene que con ella lucía mejor y se encontraba más cómodo.

La ceremonia, a título informativo y documental, se celebró en la Iglesia de la Encarnación; de Vera, Almería, a eso de la hora del ángelus.
La posterior comida familiar, por aquello de la deformación profesional, la realizamos en el Hoyo 19 de Valle del Este, donde el green toma por nombre el de Triana.

Quede constancia, en este mismo lugar, que mi regalo –a título personal- fue un precioso álbum fotográfico en el que se recogen imágenes de la herejía.
Y para muestra… un botón,

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Tres generaciones de la misma tontería.
No se apuren, la foto mejorará con el tiempo.

29/5/14

Casimiro, el sapo tenista

Buenos días, criaturitas de Dios.
Felicidades a los Restitutos y a las Teodosias.
Sé que les tengo abandonado, o casi. Es lo que sucede cuando tienes que ir escondiéndote de la vida para que no te coma.
Con todo, haciendo un esfuerzo para sacarles del análisis político a que les tienen sometidos estos días, quiero esta mañana contarles la historia de Casimiro, el sapo tenista.

Casimiro es un sapito que vive desde hace unos meses en la pista central de mi club de tenis, allá por donde la manguera de agua deja escapar su fuga constante de líquido.
Algunas veces –pocas- se aventura más allá de lo prudentemente aconsejable y ronda el poste de la red o la línea de saque, pero todo el mundo tiene mucho cuidado en no pisarlo. La razón principal es que pisar un sapo debe ser un bastante asqueroso.
Se llama Casimiro porque uno pone nombre a todo aquello que le es familiar, y con este no podía ser menos. Le podía haber puesto Evaristo, pero así ya se llama el tractorista y no es cosa de redundar… ni de confundirles.

No me pregunten cómo ha llegado un sapo a una pista de tenis, ni porqué permanece allí. Hay cosas bastantes más simples que ignoro… así que no podría darles respuesta.

El caso es que ayer tarde Casimiro estuvo especialmente revoltoso. Será porque, una vez más, amenazan con cerrar el Club que caería en manos de entidades financieras que pretenden –y lo conseguirán- hincarle el diente. Cuando esto ocurra todos nosotros nos iremos a tomar por culo y Casimiro también; él encontrará acomodo en cualquier lugar fresquito y húmedo y nosotros –pa cuatro días que nos quedan- nos pasaremos a jugar al padel, en el colmo del amariconamiento.

A que se crean todo lo que les digo contribuirá sin duda la foto documental que les traigo. Asumo que es una mierda, pero está hecha con el móvil y al filo de la muerte súbita. Por una vez, concédanme que la oportunidad prevalezca sobre la técnica.

La de cosas que tiene que hacer uno para entretenerles un rato.

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8/5/14

¡... que pobreticos éramos!

Ayer cayeron en mis manos un ciento de fotografías antiguas. De esas en blanco y negro que nos delatan… y nos definen.
He disfrutado como un enano, aún sigo haciéndolo, pero… ¡que pobreticos éramos!

La que les traigo, ejemplo mudo de lo que les digo, recoge el salón tipo de una casa del año 1960. Una casa sin pretensiones, hogar de clase media-baja, nada de tirar cohetes, pero donde tampoco se pasaba hambre. Había miles como este; piso piloto de la España del despegue industrial.
No, no es el de mi casa… pero podría serlo; y el de la tuya también.
Sin mucho esfuerzo he recogido diez detalles que, de tener rubor, subiría a mis mejillas:

1) Tapiz recogiendo escena de caza, bucólica o romántica. Cuanto más grande mejor, que el tamaño denota el status social del propietario. En algunas casas el tapiz era sustituido por un cuadro, pero del mismo tamaño e idéntica temática.
2) Pañito de ganchillo sobre todo lo que fuera susceptible de ser tapado por un pañito de ganchillo. Prueba inequívoca de lo primorosa que era esta mujer.
3) Nevera o frigorífico, situada en el salón de la casa. Un elemento de tanto valor no podía permanecer en la cocina.
4) Foto de la primera comunión de la niña. También se podían ver las de la boda, las de los abuelos muertos, y la de mi Pepe el día que juró bandera.
5) Consustancial con la seis y pa echarse a llorar directamente, toro de Osborne y olé. Algunos de ellos estaban banderilleados, lo cual añadía un punto de sadismo al folklore.
6) Consustancial con la cinco, la gitanilla. Uno, en la pubertad más insufrible, siempre procuraba levantar la figurita y mirar debajo de las faldas, pero nunca encontraba nada que me motivara especialmente.
7) Cenicero. Fumar es de hombres, y el hombre de esta casa es tan macho como el que más.
8) Revestimiento plástico a media pared, también llamado friso. Servía para tapar las humedades además de disimular los manotazos de los niños.
9) Sofá de skay, o plástico. Se te quedaban pegados los muslos, frío en invierno y caluroso en verano, un potro de tortura.
10) Muebles con paramento de Formica… un invento. Brillantes y brillosos. La Formica terminaba despegándose pero, para entonces, ya estábamos dejando atrás –algunos- tan esperanzadora etapa de nuestras vidas.
Y digo esperanzadoras porque, lo que había detrás, si que había sido… directamente… para cortarse las venas.

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1/5/14

Un paseo fotográfico

Hace unos días me invitaron a participar en un paseo fotográfico.
El invento consiste en reunirse un grupo de aficionados a la fotografía, o no, y hacer un recorrido a pie por un itinerario predeterminado mientras fusilas con la cámara todo lo que se pone por delante.
Esta vez la senda discurría por el llamado Camino Viejo de Almería, con punto de reunión y salida en El Ancla, hito de referencia situado en el barrio de Pescadería; y meta y punto de retorno sobre los riscos de la cantera de piedra que subyace a los pies de los túneles del Bayanna. De por medio, unos arrabales de La Chanca, un jardín del pecado, unas vistas excelentes sobre la Alcazaba y el puerto de Almería, restos arquitectónicos de lo que fue la minería del plomo y la descarnada crudeza del lugar de donde salieron la mayoría de los sillares que conformaron en su día los edificios públicos más emblemáticos de la capital.

La excursión estaba organizada por Pedro García, del grupo Almería, rincones y encantos; día soleado y gente agradable. Una buena idea para pasar una mañana de domingo.

Como no soy mucho –nada- del fasebuk ese, tuve que inventarme un perfil para poder entrar a la página del grupo que comanda el bueno de Pedro. Pero con lo del invento diabólico ese me ocurre como con lo del guasak; no están hechos para mí.

Así que he preferido sacar el resumen de ese día de tan pasteloso sitio y traérmelo a La Vidriera, donde a los feos nos pueden llamar feos, y a los torpes torpes, sin que nadie se rasgue las vestiduras por ello.

Ahí va, y que lo disfruten… sólo es un resumen,

Esta foto del grupo no es mía, es de Don Trípode, y nos la facilitó pedro a través de su fasebuk. Me pareció la adecuada para abrir este trabajo.

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Calentando motores…
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Típico y tópico…
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don Pedro dirigiendo el grupo…
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Testigos mudos de lo que fue la minería en la ciudad…
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Al final los objetivos de las cámaras –servidumbre de los paseos fotográficos- siempre terminan enfocando las mismas bellezas. Algo tendrán las aguas, cuando las bendicen…
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Me embosco, apunto, disparo y…
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Me faltó un pelín de tele…
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A esto se le llama ojo fotográfico…
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El autor, como suele, en el alambre…
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- Aquí iba la mejor fotografía de la serie, pero mis amigos han insistido en que la retire aduciendo que era mala... mala... pero mala. No sé, yo pienso lo contrario, pero tanta gente no debe estar equivocada. Alea jacta...

Y para terminar… un exquisito lugar donde echar la siesta después de tan agradable paseo…
dormir fresquito

Gracias a Pedro, y a todos los que nos acompañaron, por dejarnos formar parte de tan interesante excursión.

Nota del autor: 
Si alguno de los participantes desea que se retire su imagen de las anteriormente expuestas, sólo tiene que indicármelo mediante un comentario o a la dirección de correo electrónico boscania@gmail.com

24/4/14

¿Esto tiene huevo?

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28 de agosto de 1998. Esta foto recoge el momento de una de las últimas cosas que hicimos juntos.
Una pamplina mía nos llevó a recorrer, andando, el trayecto entre Ronda y la ermita de la Virgen de los Remedios, en Olvera. Treinta y pico kilómetros sobre el tapiz inclemente del verano andaluz.
Eran los tiempos en que aún había de detener su marcha para esperarnos. De cuando aún nos oía. De cuando su familia eran su razón y su cobijo. De cuando nuestro padre, nuestro abuelo, era una referencia.
Porque la vida luego siguió, con él dentro incluso, pero ya no estaba.

Hoy, cuando acabamos de recoger sus cenizas como testimonio último de lo que fue, y será mientras perdure en nuestro recuerdo o alguien detenga su paso para leer estas líneas, he creído el momento oportuno de traerlo a La Vidriera.
No ya para honrar su persona los que siempre le recordaremos, sino para que los pequeños, Sergio, Alicia, Lucía… los que casi no le conocieron, tengan memoria del abuelo Vélez.
Vélez a secas, que ese fue su nombre y apellido. Vélez en su casa y en la calle. Vélez en su trabajo y en su ocio. Que hasta su nombre de pila Andrés, si alguna vez lo tuvo, fue ninguneado en ocasiones para que le llamasen Emilio.

Si os dijera que nació en Zalamea la Real, que vivió su adolescencia en El Pozuelo, que trabajó en las minas de Riotinto y que hizo la mili en Huesca, esto se iba a parecer mucho a una biografía, y nada más lejos de mi intención.
Ajustado a derecho hasta la exageración, legal y legalista, buena gente y mejor persona, un tanto miedoso, católico convencido, formal y formalista hasta el aburrimiento, escrupuloso y metódico, educado, cortés, cariñoso con los suyos y con los extraños, no tuvo más horizonte… siempre, que estar ahí por si se le necesitaba.

Un día fue perdiendo el oído y… mira tú que tontería, a la par que el ruido fue dejando atrás todo lo demás, incluidas las personas a las que tanto quería. Invadido por el silencio, cada día que pasaba se sumergía un poco más en un mundo propio e interior del que fue imposible rescatarle. La informática, el contacto con el mundo exterior a través de internet o de otros medios visuales, que podían haberle salvado, llegaron tarde para él.

Nos quedarán para recordarle los divertidos comentarios que asentaba, de su puño y letra, en cualquiera de las cosas que leía o caían en sus manos y eran susceptibles de ser garabateadas, nos quedarán las fotos del álbum familiar, pero sobre todo nos quedará su imagen sentado a la cabecera de la mesa, con los suyos alrededor, repartiendo a manos llenas el cariño y el humor que le eran tan propios.

Ah… una cosa más y que no podía dejar de contaros por ser consustancial con el abuelo Vélez; su fobia tremenda y tremendista a todo lo que tuviera que ver con los huevos de gallina.
¿Esto tiene huevo? era la pregunta obligada siempre que de coger la cuchara se trataba. Desde un huevo frito, a repostería sazonada con huevo, todo estaba etiquetado con el “vade retro, Satanás”. La simple mención de la palabra huevo, era capaz de producirle urticaria.
Si, también por esto recordaremos al abuelo Vélez.

El 16 de abril de 2014, cuando todo el mundo se disponía a sentarse ante el televisor para ver la final de la Copa del Rey entre el Madrid y el Barcelona, el abuelo Vélez decidió que estaba de fútbol hasta la coronilla –expresión muy suya- y decidió marchar de una vez para rendir cuentas –o pedirlas- ante quien hubiera que hacerlo.
Descansa en paz, papá. Y disculpa si alguna vez no estuvimos a la altura como hijos o como personas. Ser padre es difícil, ya lo sabemos, pero ser hijo es más… porque respecto de los padres andamos contaminados con el vicio del egoísmo.

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Dejaremos un tanto de tus cenizas allá por la tierra que te vio nacer, en tus orígenes, donde eras Emilio; y otro poco en la cara sur de Sierra Bermeja, la que fue tu casa, que como cantaba Serrat estés soleado y con buena vista. Así, además, a la par que tomas unos vinos con tu compadre, tendrás en el horizonte a los que te seguiremos.
Muchas imágenes tuyas nos quedan en el álbum familiar. Y si para empezar escogí una de las recientes, de las que aún conservan fresco el color, para poner el fin a esta crónica, y de paso documentar a tus biznietos, aquellos que heredaron el Zaragata que nos arrulló las siestas, dejaré una de los tiempos en que echábamos a andar a tu sombra.


el abuelo Vélez*