Alguno de ustedes, mendrugos irredentos, considerará que ir al fútbol es una nonada, una pérdida de tiempo… y dinero.
Pero si les digo que fui acompañado de mi hijo, rebajarán en algo sus calificativos. El compartir algo padre e hijo siempre tuvo buena prensa.
Y si les añado que, además, nos acompañó mi nieto, estarán a un paso de indultarme. Padre, hijo, nieto; la cosa adquiere tintes de película de la sobremesa en Antena-3. Tres mejor que uno, pastelosa…. pastelosa.
Añadamos, al pastel, que el niño… 10 años, disfrutó como un enano.
No es la primera vez que lo llevamos al estadio, pero es la primera vez que le vemos disfrutar, participar en el juego, saltar de la silla, cantar el gol.
La cosa va tomando apariencia de baboseo; rebajémoslo un poco.
Nos cabreamos con el árbitro… y mucho. Siempre dentro de un respeto, pero lo hemos puesto a parir. Le hemos dedicado calificativos como tarugo y vejete. Es que… gritar al árbitro, dentro del respeto… saben…, es una cosa que une mucho. Une un montón. Más todavía si a todas luces lo merece.
Hemos añadido, como quien no quiere la cosa, apunte necesario, que sin árbitro no hay fútbol. Y que hay árbitros incompetentes como delanteros tuercebotas, pero hay que tratarlos con cariño… a las dos especies.
Uy, que se me viene abajo la aventura.
Hemos ganado. Después de diez partidos sin hacerlo, hemos vuelto a ganar.
Era lo previsible, dado que se había cambiado de entrenador.
Este de ahora promete convertir en estrellas los que hasta ayer eran tuercebotas. Alicia en el País de las Maravillas.
Claro que… ganar al Llagostera que no tiene ni campo propio –juega en el del Palamós- tampoco es pa tirar cohetes.
Eso, me van a perdonar, no se lo he contado al niño. Ya lo sabrá cuando tenga edad de leer estos cristalitos.
Perdonen la calidad de las fotos; estábamos a lo que estábamos.
La Vidriera del Mairena
3/1/16
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