La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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6/10/08

Feos, torpes y malos.

Escribo esta crónica desde el amargo y frustrante sabor de la derrota.
Escribo esta crónica a modo de desahogo, de pataleta, más sin pretender en ningún modo que sirva de justificación o disculpa. Más bien procuro se acerque a un “Padre, confieso que he pecado…, pero guárdese la penitencia que en el castigo la llevo”.
Soy jugador de tenis, pero no soy doblista. No me gusta jugar dobles... ni sé.
Sin embargo, cada año, formo pareja con mi hijo para jugar el torneo de la empresa. Un capricho consentido. Amor filial, creo que se llama.
Cada año llegamos y jugamos la final. Y cada año –van tres- me agarro un cabreo del 15 porque cada año la perdemos igual de miserable y lamentablemente.
No son excusas. Si perdimos es, indudablemente, porque los contrarios fueron mejores. Pero se puede perder de variadas maneras. Y la de la indolencia es la peor.
Si luchas, peleas, muerdes, sudas, sangras y te vas al vestuario sin fuerzas y sin aliento, la cosa no fue mal. Pierdes porque, en deporte, alguien tiene que perder para que otro cante victoria. Pero si pierdes sin despeinarte, si ves llegar la derrota desde la barrera de la impotencia, de la abulia casi, de la resignación, es para que te zurzan.
En esta ocasión, para más INRI, nuestros adversarios eran también padre e hijo. El hijo, 27 años, un tenista notable y cuasi profesional. Pero el padre, por lesionado, casi no podía dar un paso. Tampoco le hizo falta. El niño asumió las debilidades del padre y se bastó y sobró para mandarnos a la ducha.
Empezamos ganando, seguimos pamplineando y terminamos perdiendo. El hijo nos remontó el partido y, el punto decisivo -pa echarse a llorar- nos lo ganó el padre… el cojo.
No renuncio a la aventura con mi hijo, a la camaradería, a la amistad, al ratito de confidencias, al cariño que nos tenemos que está por encima de esto y de mucho más que esto. Y el año que viene, si el pulso me aguanta, volveré a formar pareja con él.
Pero perder en general, y en particular, me sabe a cuerno quemao.

No se pierdan la estampa, hagan sangre, nos la merecemos.
La imagen es el resumen del partido… ¿cómo nos tragamos este sapo?
Así que no valen paños calientes. Este año, una vez más, fuimos feos, torpes y malos.
Quien quiera honra que la gane.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conociéndo su malfario (en granaino "malafollá) hasta un ciego que fuera manco les hubiera ganado.
Tire ya la raqueta al contenedor mas cercano. Al de Inertes por supuesto.

El anónimo gatofrito

EMI dijo...

Estoy releyendo los relatos y no recordaba lo divertido de este,no se puede ser tan pesimista,seguro que en este año arrasais con ese dueto padre-hijo y si no ya se sabe...lo importante no es ganar,si no las cañas de detras.Un saludo.