La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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29/11/07

Igor Mitoraj.

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IGOR MITORAJ, sobre ser un escultor polaco que nació en Alemania, se formó en Cracovia y trabaja en Italia, me parece un imprudente. Es lo que tiene no sentir raíces bajo los pies, a veces puede parecer que te caes del guindo. Las más, te caes.

Porque lo que no dicen sus biografías, pero se nota a la legua, es que el tal Mitoraj debió sufrir en sus carnes los prejuicios atávicos de un matriarcado despótico.
El resultado es que con su obra, ahora expuesta en la Rambla de mi pueblo, nos ha puesto a los pies de los caballos. A los hombres, digo.

Dos obsesiones alimentan la obra del don Igor; la de descabezar a los hombres y hacer ostentación de sus atributos varoniles.
Dirán sus mercedes que no es pa tanto. Lo es.
Y lo es porque su obsesivo planteamiento de representarnos con la cabeza cortada y en los pies y la aparatosidad en la sexualidad, dicho sea en cristiano y pa que me entiendan, con más cojones que el caballo de Espartero, ha dado pie y razones a los colectivos feministas a reivindicar, una vez más, aquello que vienen repitiendo desde el 6 de marzo de 1910: -“Cada cabeza en su sitio”.

Porque si no es de extrañar que la dichosa escultura haya sido visitada por todas las faldas de Almería para admirarla, celebrarla, envidiarla y comentarla, da mucho por culo que entre esos comentarios se cuele el de que ya quisieran en su casa, o entre sus piernas, los abalorios que el descabezado ostenta.

Así que me cisco en la madre que parió al Igor, al mito perdido, al hijo de puta que lo perdió y a la Concejala de Cultura del Ayuntamiento.

¿Conocen sus mercedes una canción de Javier Krahe que asegura que “la Jacinta mucho más?. Pues eso, que yo me quedo con la Jacinta.

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2/11/07

El caso de la pescaera.

La cosa tuvo su miga.
Y lo contaré a sus mercedes en forma de sainete, acto dramático con tintes cómicos y populares, de modo que sirva de color de mufla y emplomado al resto de los cristalitos de esta vidriera.
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Primero lo primero, los personajes:
a) La Pescaera: Es la estrella del sainete. Mujer joven y rubia, racial, sin compromisos conocidos, algo más que de buen ver, que dedica las mañanas de los días laborables a vender pescado en un puesto del centro de la capital. Mis lectores, gente perdida toda, la definirían, sin más dilaciones, como "una tía buena".
b) El Maromo: Su oponente. Varón en edad de merecer, cuajao, con más tiros que la tapia del cementerio de mi pueblo y menos escrúpulos que Torrente (versión 3).
c) El Melenas: Conocido de la Pescaera, aunque no consta si bíblicamente. Dispuesto a hacerle un favor. O dos. O los que se tercien… siempre que se tercien por la parte que se tienen que terciar, claro.
-En aquella casa todo es de calidad.
d) Los Municipales: El Romerales y la Asun. Vestidos de azul, con su gorrita a cuadros blancos y azules y un 092 pintado en las motos.
e) El clan: Compuesto por paseantes varios, jubilados, gente de la calle, y marías en número indeterminado, afines a la Pescaera, que para eso le compran el pescado todos los días y, de vez en cuando, reciben dos sardinas y cuatro boquerones sobre el peso. Detalle este que hace corporativismo y crea lazos íntimos de unión.
El escenario:
Calle del centro de la capital, estrechita, de un solo sentido de circulación, donde el aparcamiento se paga más caro que el bacalao fresco, con un tráfico que te cagas y, mira tu por donde, hora punta. Allí mismico se sitúa la pescadería.
La trama:
La Pescaera, cuando llega cada mañana, y lo de mañana es un decir porque madruga menos que el ángelus, no encuentra aparcamiento para su vehículo. Ello le obliga a dejar el coche en el quinto pino, o encima de la acera, o debajo del mostrador de la pescadería. Así, mientras dispensa las merluzas y los salmonetes, la pobre vive con un ojo en el mostrador y el otro en la calle, a la espera que un milagro deje hueco libre donde ella pueda meter su cochecico.
En esas estábamos hace unos días cuando, loada sea la Virgen del Rascacio, ve la Pescaera que justito enfrente de la pescadería va a quedar un aparcamiento vacío. En un suspiro terminó de despachar a la Encarna tres cuartos kilos de almejas y sin ni siquiera quitarse el delantal, ya estaba en la calle con las llaves del coche en la mano. Al salir de la pescadería, en su impulso agónico, casi arrolla al Melenas, que pasaba por allí camino de su trabajo. El Melenas, sépanlo sus mercedes, es guardia civil, pero de los de la brigadilla, de ahí su nombre y sus pintas. La Pescaera, que conoce al Melenas -aunque no consta si bíblicamente-, le pide que haga de gorrilla y le guarde una miajica el sitio mientras ella acerca su coche. El Melenas, que conoce a la Pescaera –aunque no consta si bíblicamente- le dice que si, que vale, que París bien vale una misa y que pa eso están los amigos.
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-Los justicias debieron llegar por la acera.- Hasta el monigote de la columna se muetra sorprendido.
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Estaba el Melenas aplicado en su nuevo oficio, haciendo méritos para mejor conocer –quizás bíblicamente- a la Pescaera cuando quiso el infortunio que llegase el Maromo al volante de su Audi 3, harto de dar vueltas a la manzana y más quemao que el palo un churrero. El Maromo vio el hueco libre como el naufrago que avista el rescate en lontananza, y abocó la proa del Audi a puerto. En su ceguera casi se lleva al Melenas por delante, que muy torero había salido al centro del redondel y le hacía señales con el dedo de que allí no, allí aparcaba la Pescaera.
El Maromo, sin creérselo, apeóse del coche y miró de muy malas maneras al Melenas, pidiéndole al tiempo explicaciones. El Melenas no tuvo tiempo de dárselas porque en ese momento llegaba la Pescaera con su Opel Corsa y clavaba el morro justo sobre la popa del Audi, imposibilitándole de todo movimiento ni atrás ni adelante. No hizo falta que el Melenas abriera el pico; la Pescaera, llana y muy sucintamente, sobre todo sucintamente, explicó al Maromo que aquel lugar estaba reservado para ELLA porque ELLA lo había visto antes y porque ELLA trabajaba allí.
El Maromo, muy educadamente, se dirigió a la Pescaera para explicarle que no, que la cosa no funcionaba así, que los estacionamientos no se podían "pillar" y que él había llegado antes y, por lo tanto, olé ahí su gracia, iba a dejar allí su coche.
La Pescaera, menos educadamente, preguntó al Maromo si sabía lo que estaba diciendo, de qué guindo se había caído y si sabía en el fregao en que se estaba metiendo. Para apuntillar su tesis, le repitió que ella traba
jaba allí.
-Los rascacios, con la boca abierta, siguen atentos el curso de la pajarraca montada.
El Maromo se apretó los machos y contestó a la Pescaera que por él como si trabajaba en el Vaticano. Y que en vez de tanto palique lo que podía hacer era eso, irse a trabajar.
A la Pescaera le subieron todos los colores del arco iris a la cara (pero seguía igual de buena) y un fuego volcánico empezó a derramarse de sus ojos.
El Melenas, visto el cariz que tomaban los acontecimientos, optó por la inteligente medida –pa eso era de la brigadilla- de quitarse de en medio sin hacer ruido, pues para ciertos polvos no son necesarios espinosos lodos.
La Pescaera, con los brazos en jarras y el delantal arremangao, le dijo al Maromo que "sobre su cadáver", al tiempo que le llamaba caradura, machista, cobarde y poco hombre. Al Maromo, lo de poco hombre le llegó al alma.

A todo esto, hora punta, calle de sentido único, la cola de coches daba la vuelta a la manzana y el embotellamiento se hacia notar hasta el extraradio. Un inmenso coro de cláxones irritados hacía coro a la diatriba entre la Pescaera y el Maromo. También hacían coro el clan de las marías, que visto lo visto, y como todavía era temprano, habían salido de la pescadería para apoyar a su pescaera y darle la razón por activa y por pasiva, mirando al Maromo de mu mala manera y diciéndole cosas mu feas, pero que mu feas.
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-Un rape, dispuesto a morder al Maromo en los huevos.

El Maromo, se dirigió nuevamente a la Pescaera y le exigió, con dos cojones, que echara su coche patrás y le permitiera acomodar el suyo en el aparcamiento.
La Pescaera le dijo que le iba a rajar y a sacarle la cabeza como a los pescaos, e hizo ademán de irse pa él.
El Maromo, visto como cazaba la perra, pero firme en su deseo de hacer valer su derecho, se encerró en el coche y tomó el móvil para llamar a la policía. No hizo falta que marcara ningún número. En esto llegaban, atraídos por el monumental jaleo y las motos por las aceras, el Romerales y la Asun, los policías municipales de esta historia.
La Pescaera, las marías, el clan de los jubilaos y un panaero que pasaba por allí, pusieron a los justicias en antecedentes, todos a la vez, de lo que allí se cocía. La Asun se echo mano a la porra. El Romerales golpeó con los nudillos el cristal del Audi 3 y conminó al Maromo para que saliese. El Maromo le contestó que nones, que amarraban a la Pescaera o que él de allí no se movía, que moriría en su refugio "como un machote".
El Romerales y la Asun hicieron un aparte. Se les notaba incómodos, agitados, revulsos, discrepantes.
A la Pescaera le iba a dar algo.
Finalmente el Romerales se acercó a la Pescaera e intentó hacerle ver que una cosa era la educación y otra el derecho, y que si bien el Maromo aparecía como un gentuzo por,
a) No ser considerado con una mujer.
b) No ser galante.
c) No ser lo suficientemente sensible a la belleza femenina.
d) No gustarle el pescao.
No había en justicia razón alguna para quitarle el aparcamiento que ya medio tenía y que si no tenía entero era porque el coche de la Pescaera no le dejaba tirar una miajilla patrás.
A la Pescaera se le cayeron dos lagrimones como puños, se arrancó el delantal, se lo tiró al Romerales a la cara y se encerró en la pescadería seguida del clan de las marías que corrieron a consolarla. Alguna se quedó en la acera e increpaban agriamente a las fuerzas del orden público.
-Porqués una mujer; gritaba una cliente airada.
-Eso a un tío no se lo hacen; acentuaba otra que tal.
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-Mudo testigo de la tragedia, el delantal quedó abandonado sobre la acera.
Entre la Asun y el Romerales empujaron un poco hacia atrás el Opel Corsa de la Pescaera permitiendo el movimiento del Audi y que este, de una vez por todas, quedara acomodado en el estacionamiento.
Otro conocido de la Pescaera –no consta si bíblicamente- se llevó el Opel Corsa de nuevo al quinto pino.
El Maromo, una vez estacionado el coche, fue identificado muy escrupulosamente por los de la porra, que le hicieron sentir como un tío sin corazón, un egoísta, un macho engreído y un individuo asocial.
El tráfico, poco a poco, se fue restableciendo. La multitud se disolvió mientras hacían comentarios por lo bajini, la mayor parte de ellos sobre los cojones que tuvo el Maromo y lo buena qu'estaba la Pescaera.
Y yo, vendido el pescao, me vine a contárselo a sus mercedes.

11/10/07

¡Maricón el último!

Tanta gente ni pa la guerra.
Tenía razón mi abuela cuando aseguraba que los buenos cocidos se hacen con pocos ingredientes.

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¿Dónde está Wally?

El proyecto había surgido como un invento lúdico-festivo enmarcado dentro de los actos a celebrar con motivo de la festividad de La Pilarica, patrona de los hispanos, de los maños, de los costaleros de Sevilla, de los submarinistas de España entera, de los carteros y de los civiles, sobre todo de los civiles. Paseo en bici de montaña entre Almería y el Cabo de Gata, a pie de Mediterráneo, 56 kms. de na –ida y vuelta-.
Como la inscripción era libre, el tiempo acompañaba y se repartían viandas y bebidas-con y sin-, la participación superó con creces las más halagüeñas expectativas de la organización.

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Y como la reunión no era competitiva, hubo la organización de hacer un esfuerzo extra para intentar compaginar las capacidades de los cuasi-profesionales (léase Martínez Oliver) con la de los declaradamente-piltrafillas (léase Capitán Pedales), tos revueltos y en el mismo saco.
Para no calentarse mucho los cascos, el ente organizador se dirigió a los participantes con aquello de “chicos... vamos a portarnos bien.... qu’esto es un paseo... nos esperamos los unos a los otros... disfrutamos del camino... nos divertimos... sacamos fotos... y el año que viene, más”. Una bendición de teoría. La práctica, na más alzarse la bandera verde... ¡MARICÓN EL ÚLTIMO!... y aquello fue la de Dios es Cristo.

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Pero, hagamos la ruta pedalada a pedalada, y no se queden atrás sus mercedes.
Que la concentración era una manifestación de todo tipo y condición salta a la vista y queda demostrada con los ejemplares que, al azar, aparecen salpicados entre estas lineas...

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pastelitos... ella, claro.

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piratas

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gente de peso

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... y pesos pesados.

Para empezar, lo de siempre, La Peregrina abochornaita de codearse con tanta máquina imponente, tanta amortiguación, tanto freno de disco, tanto turbo, tanto Shimano, tanto Campagnolo y tanto Pinarello. Lo que en mi casa se gasta en raquetas y bolas de tenis en otras se gasta en ciclismo. Yo intentaba consolarla con aquello de que “en peores plazas hemos toreao” y que “no se pue tener pa to”. Al final, como casi siempre, más vale querer que poder y La Peregrina llegó al Cabo de Gata con el grupo cabecero y volvió a Almería como la señora que es. Faltaría más.

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Ya en la primera rampa con exigencias, y la única dicho sea de paso, vadeando el cauce del río Andarax, la rueda trasera se nos fue a tomar por culo. Loado sea el Altísimo que un mecánico biciclero rodaba a nuestro lado y pudo deshacer el entuerto en un pis-pas. ¡Que susto!. Nos veíamos en el furgón escoba a las primeras de cambio. Repuestos del sobresalto y con la confianza que da el ver la cola del pelotón nos dispusimos a triunfar.
Y tanto triunfamos que pasada Costacabana y la torre del Perdigal estábamos entre los primeros de la comitiva a pesar de haber tenido que echar pie a tierra en más de una ocasión.

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Tanta confianza en nuestras posibilidades nos hizo detenernos un ratillo a tomar el sol y fotografiarnos junto a uno de los componentes del SEPRONA que velaban porque no nos desmandásemos en el interior del parque natural.

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Pero como a camarón que se duerme se lo lleva la corriente, a nosotros nos llevó tanta displicencia a colocarnos otra vez de farolillo rojo y descolgao. Más descolgao que las tetas de la Montiel.
Afortunadamente el grueso del grupo se había detenido en Torregarcía para el avituallamiento, y allí que los enganchamos La Peregrina y yo. Coca-Cola, pastelitos varios, plátano de Canarias y sombra al fresco consiguieron traernos otra vez el aire a los pulmones.

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Esta vez no les voy a contar del entorno y de las vistas porque, a estas alturas, de disfrutar el paisaje y el camino.... ¡una mierda!. Eso se hace en solitario, o en grupos pequeñitos y acompadraos. Aquí, en el pelotón, seguía imperando el grito guerrero y marcial de ¡maricón el último! y que a mediodía había que estar de vuelta, por lo que todo el grupo se afanaba en tirar millas por un tubo. De cualquier manera, algo bonico siempre queda prendido en la retina.

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Tanto afán y tanta leche habían ocasionado que un ciclero de los que andaba a mi vera clavara la rueda delantera en una duna traicionera y volara sobre el manillar para darse una costalada épica.
A la chica que viajaba en tandem -el pastelito- le reventó la rueda trasera y aquello sonó como un disparo... ¡cuerpo a tierra!... no ha pasao na... están vivos... así que no me dio vergüenza no mirar ni para atrás... que se los coma un cuervo... total, nosotros somos pobres y antes nos tocó bailar con la fea. Que se ocupen los que saben.

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Encelaos en el camino, escarmentados en lo más hondo, de distracciones las mínimas y de aplicación la máxima, nos metimos en el grupo cabecero y sin levantar la vista del manillar ni pa tomar aire, el culo del ciclero a proa como única referencia, alcanzamos gloriosamente el paseo marítimo de San Miguel de Cabo de Gata.

Vueltos al redil, cada uno como pudo y quiso –¿pa que entrar en detalles?- nos prometimos el mar... y volver el año próximo.
Nueva ración de plátanos y pastelitos. Nuevas risas. Sorteo de regalos.
Unos calcetines para mi.
Y el culo dolorido hasta finales de Octubre.

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4/10/07

Músicas, letras.

Vengo leyendo en distintos medios de comunicación social que, no sé quien, se ha empeñado en ponerle letra al himno nacional. Es más, nos amenazan con que ya está hecho, que no hay vuelta atrás, que el himno tendrá letra sí o también.
Miedo me da.
En un país, este, en el que los cursis, los rojos, los azules y los tontos del culo superan en mucho el nivel máximo aconsejado por metro cuadrado, puede pasar cualquier cosa. Y la cosa siempre será a peor.
En menudo fregao se han metido por no estarse quietecicos. Si ya de por sí es difícil de cojones conjugar literatura, música, sentimientos de todos los bandos, historia y buen gusto, visto el desprecio, la apatía, la desgana hacia lo nuestro, y la saña con que aquí nos atizamos unos a otros, se me antoja una tarea incómoda por no decir imposible. Algo así como la cuadratura del circulo; lo que nos falte por un lado nos sobrará por otro.
Yo, en mi ignorancia, dejaba las cosas como están. Tampoco es que tengamos que cantar aquello de “Franco, Franco, tenía el culo blanco porque su mujer, lavaba con Ariel....” pero siempre podemos tararear el na-na-na o quedarnos callaitos porque, total, pa lo mal que cantamos.

24/8/07

ZAFRAMAGÓN.- Nuevas aventuras del Capitán Pedales.

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Corría el año de gracia de 1.926, año en el que nacieron Fidel Castro y Marilin Monroe –buena pareja hubieran hecho estos dos- cuando el ministro de Fomento de la dictadura de Primo de Rivera, que por entonces nos gobernaba –y es un decir-, cayó en la cuenta que sería buena cosa construir un ferrocarril entre Jerez de la Frontera y Almargen. Con ello conseguiría enlazar la campiña jerezana con el corredor Algeciras-Madrid, al tiempo que revitalizaría toda la comarca de la sierra gaditana.
Dicho y hecho. Pico, pala... y al tajo.

El proyecto no llegó a buen fin porque Primo de Rivera y sus secuaces duraron en el gobierno lo que un helado a la solana, pues han de saber sus mercedes que, antiguamente, los gobernantes no se perpetuaban en las poltronas como lo hacen en la actualidad. El caso es que a la caída de la dictadura siguió un periodo de retraimiento económico que dejo el proyectado ferrocarril compuesto y sin novia. Esto es, se realizó el perfil, la explanación, los desmontes, los túneles, los viaductos, las estaciones, pero ni un solo carril ni una palada de balasto ocuparon aquel trazado. Ningún tren recorrió jamás aquella soñada vía.
Pasaron los años, muchos años, tantos como setenta y cuatro. Ese fue el tiempo necesario para que alguien reparase en que al trabajo, con tanto esfuerzo realizado, habría que darle una utilidad, un fin, un aprovechamiento. Y como los tiempos no están para ferrocarriles, acertaron a construir, dicho con más propiedad... a reacondicionar, el tramo comprendido entre Olvera y Puerto Serrano. Una vía verde para andariegos, bicicleros y caballistas, constituyéndose entonces la Fundación Vía Verde de la Sierra.
Al Capitán Pedales, biciclero acomodaticio, peregrino de sueños y caminos, vinieron a darle en la diana del gusto. Conocido el itinerario a través de internet

http://www.fundacionviaverdedelasierra.com/

... llevaba mucho tiempo recorriendo los 38 kms. que separan Olvera de Puerto Serrano en la bicicleta de la imaginación. Pero como quien la sigue la consigue, he aprovechado unos días vacacionales de este Agosto para cumplir una parte del sueño. Justo la parte que separa Olvera de la estación de Coripe aunque, lo confieso, me faltó la encina milenaria. Queda en el debe.

De cualquier manera, sepa el lector que no es agosto el mejor mes para aventuras cicleras, pero... a la fuerza ahorcan; ahora o nunca. Así que eché La Peregrina al coche y carretera y manta.

La cosa no empezó nada bien porque ya en el trayecto de Almería a Calahonda nos topamos con el infortunio. Habíamos parado a desayunar. Café y churros. Bueno el café, buenos los churros. Pero al volver a la carretera... la pajarraca.

Un cabrón se paró de repente ante un semáforo en ámbar. Yo andaba distraído con la radio. Un grito de advertencia. Un frenazo en seco. Chirrido de neumáticos y el coche que no se detiene. El pedal está en el piso pero el Ibiza continúa deslizándose y termina alcanzando al cabrón en la popa. Resultados: Un leve arañazo en el paragolpes trasero del cabrón. El ibiza con el faro delantero izquierdo hecho trizas y el capó, la aleta y el paragolpes delantero seriamente tocados. Aún así, pudimos continuar. La Peregrina, la dueña de mi honra y yo, ilesos. Al mal tiempo buena cara.

El cabrón resultó ser un chico muy simpático que regresaba con su novia, desde Almería, donde habían pasado unos días de vacaciones. La novia también resultó ser muy simpática. Y era dueña de unas piernas para recorrer despacito. Como era la primera vez que se veían en algo parecido -el chico, no la novia-, no me quedó más que quitarme el antifaz, pedirle los papeles del seguro y rellenar -por los dos- un parte amistoso. Quedamos amigos pa toa la vida.
Apretón de manos a él y repetidos besos a ella. Con esa sonrisa, incapaz de hacerse enemigos.
La travesía de Málaga fue un suplicio. El inicio de la Feria, los veraneantes, la caló y la biblia en verso hicieron que recorrer la circunvalación nos costara casi cuarenta y cinco minutos. Al fin, en casa. Preparemos lo que sea de preparar.

El lunes 13 de agosto, a las 6.00 de la mañana. Ya estaba el tío camino de Ronda, paso previo al inicio de la etapa. Etapa que, dado el poco entrenamiento, la caló, que a la hora de comer tenía que estar de vuelta en Ronda y un sinfín de porquerías más, decidimos que se extendiera entre Olvera y Coripe, vuelta incluida, o sea, una mitad que viene a ser un todo. Treinta y ocho kilómetros de pedales.

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Paramos a desayunar en venta La Parrilla, a las afueras de Ronda. Este lugar es conocido por su buen surtido de mantecas y chacinas de Arriate. Nada mejor para afrontar un largo día de esfuerzos y emociones.
Entre Ronda y Olvera, inicio del camino, apenas media hora de una carretera que más parece camino, dadas las estrechuras, trazado y pocos viandantes. Prevengo al viajero que, si le sobra el tiempo, se detenga en Setenil de las Bodegas y recorra a pie el centro del pueblo. Se estremecerá de la emoción.

Una vez en Olvera hay que dejar el pueblo y bajar a la estación, ahora reconvertida en alojamiento rural. Por ser lunes el bar-restaurante estaba cerrado. La máquina expendedora de bebidas que hay a la puerta está averiada los lunes, los martes y todos los días de la semana. Mientras sacaba a La Peregrina del coche, ya serian las 9.00 de la mañana, acertó a llegar un ciclero que finalizaba su andadura. Olvereño, se llamaba Alfredo, y me puso en antecedentes de lo que iba a encontrar. Al mismo tiempo me dió noticia y memoria de mis ancestros porque, sépanlo sus mercedes, yo nací en Olvera. Circunstancialmente, pero en Olvera, cuyo escudo rodea y orna el lema “De mi saldrá la paz”. También accedió, muy amable el paisano, a inmortalizar el momento con mi cámara fotográfica.

Ya puestos, más bonito que un San Luis, bajo la imponente presencia de la iglesia de la Encarnación y del castillo árabe iniciamos la andadura. Aseguran los dichos populares que “Olvera, ni por la vera” y que “Olvera es una calle, una iglesia y un castillo". Pero, amigos, que calle, que iglesia y que castillo.

La ventaja de que el camino discurra por un trazado ferroviario es que no encontraremos pendientes pronunciadas, lo que para un ciclista piltrafilla como el que les cuenta no deja de ser un alivio. Por lo demás, la ruta se confirmará como una gozada, en todos los sentidos que quieran. Encinas, olivos, madroños, lentiscos y jaras jalonan los márgenes de la vía, cuidada con mimo por la Junta de Andalucía. Por una vez, y sin que sirva de precedente, algo bien hecho.

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A la salida de Olvera me encuentro con cuatro “Marías” que se afanan en recorrer su particular senda de los elefantes. Me paro con ellas. Charlamos. Me cuentan. Les cuento. Me piropean. Son cuatro contra uno. Y me hacen el favor de hacerme otra foto con La Peregrina; a nuestra espalda el primero de los muchos túneles que encontraremos.

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Lo de los túneles es una gozada. Si son de longitud considerable –y algunos lo son- están iluminados. Y no hará falta que, como reza el cartelito, se pulse el botón correspondiente. Algún sensor sabiamente colocado hace que el túnel se ilumine a tu paso y se vaya abriendo la luz como se abrieron las aguas del mar Rojo a los judíos. Si el tramo es asfaltado, una franja al margen permanece terriza, para el paso de las cabalgaduras. Además en su interior se está fresquito y te acompaña el eco. Así que muchos de ellos los recorrí a grito pelao, jugando con la reverberación del sonido. La Peregrina, yo y mi locura. Vaya tres patas pa un banco.

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En las proximidades de la estación de Navalagrulla, aún no restaurada, me tope con Mercedes. Mercedes es una santanderina, rondando la setentena, que hacía la vía a pie. Me contó que, en compañía de una amiga, se estaban haciendo todas las vías verdes de España. En esta ocasión su amiga no le había podido acompañar por el fallecimiento de un familiar pero, pa cojones los suyos; como ya tenía hecha la reserva de alojamiento no había querido perder la ocasión y se había lanzado igualmente al camino. Ya lo ven, hay gente pa to.

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En algunos tramos, el olivar o la encina dejan sitio a amplias dehesas en las que pastan, más a gusto que guarros en charcos, oscuros toros bravos que esperan su encuentro con un tío vestio de colorines que ponga fin a sus días. Mis investigaciones señalan que pertenecen a la ganadería de El Navazo.

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A unos siete kilómetros de la estación de Coripe nos topamos con la majestuosa mole del peñón de Zaframagón, reserva natural del buitre leonado. El Zaframagón es un escarpe calizo de unos 600 metros de altura en el que andan, como perico por su casa, unas doscientas parejas de buitres. Antiguamente, cuando el campo era campo y no tenía puertas, estos buitres se alimentaban del ganado que fallecía naturalmente en la campiña. Borricos, mulos, vacas y otros bichos de cuatro patas eran su sustento. Pero los borricos fueron sustituidos por tractores y las vacas por tetra-bricks de Pascual, y ninguna de las dos cosas son del gusto de las rapaces, así que es el personal de la Junta de Andalucía el que se ve obligado a mantener a los animalicos para que estos continúen coronando los riscos del Zaframagón. A más abundancia de cuidados, se ha construido a la sombra del peñón un centro de interpretación que no debería dejar de visitar el caminero.

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Fue sobre el viaducto que se extiende sobre el cauce del Guadalporcún donde me encontré a Pablo y Elena, cicleros muy preparados ellos, residentes en el inhóspito Madrid y desplazados puntualmente con el único objetivo de hacer la vía. Se encontraban alojados en el albergue de Puerto Serrano y era el tercer día, consecutivo, que se hacían los 38 kilómetros del trazado, 76 ida y vuelta, algo fuera del alcance del Capitán Pedales. No desaproveché la ocasión para pedirles que me hicieran una fotografía con la garganta del Zaframagón a mis espaldas y una bandada de buitres sobre nuestras cabezas.

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¿Sabían sus mercedes que el buitre es un ave carroñera? ¿Qué comen por riguroso orden jerárquico? ¿Qué la hembra sólo incuba un huevo al año? ¿Qué baten las alas solamente al despegar y tomar tierra pues son maestros del planeo? ¿Qué es un pajarraco habitualmente silencioso pero que llega a dar bufidos?

Cuando llegaba a la estación de Coripe, vaya mierda de ciclista, reparé en que había olvidado en el coche las herramientas propias de un ciclero que se precie. De pinchar, tendría que hacer el resto del camino a pie o, lo que es más vergonzoso, en el coche de atención al viajero que la Junta de Andalucía mantiene en el recorrido para el auxilio a desvergonzados como yo.

La estación de Coripe, a la mitad del camino, suponía el punto de regreso de mi etapa. Como la de Olvera y la de Puerto Serrano ha sido reconvertida en alojamiento rural y dispone de una zona de recreamiento aledaña donde te puedes sentar a comerte el bocadillo, beber agua de la fuente y recrearte en la contemplación del hermoso paisaje que te rodea. Una delicia para los sentidos.

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A partir de aquí, vuelta sobre mis pasos. El calor comenzaba a apretar, una ligera brisa soplaba en contra, mi culo protestaba, las piernas también. Y yo sin gota de agua. Me imaginaba víctima de un golpe de calor, tendido sobre el camino más tieso que la mojama. Los últimos diez kilómetros se me hicieron pesaicos, muy pesaicos. Cuando ya estaba hasta el punto com avisté el tejado de la estación de Olvera. Cosas para contar.

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No me podía ir del pueblo sin visitar a la señora Remedios. La señora Remedios habita en las afueras de Olvera, hacia Setenil, en la que probablemente sea la mejor y más grande casa de la comarca. Está al tanto de la vida y hacienda de todos los vecinos del lugar, que la veneran hasta la exageración. La casa huele a cera e incienso. Y Remedios, otra vez, me mira como a quien se conoce de siempre, con la misma expresión de siempre...
-No pasa nada, Juanito. Nada importa aquí abajo.

26/7/07

Bichos.

Mis relaciones con los bichos no van muy allá.
Una vez tuve uno en mi casa. A Viky, que por aquellos tiempos debería tener seis u ocho años, le dio llorona con los animales y ante la imposibilidad de ofrecerle en adopción uno que tuviera pelo –era alérgico- le regalamos una tortuga. La bautizamos con el nombre de “Milveinte”, porque mil veinte pesetas fue lo que nos costó el animalucho, incluido su alojamiento. El alojamiento era una especie de terrario en metacrilato que semejaba una laguna con una islita en el centro. La islita tenía su palmera y una escalerita para bajar al agua. Un lujazo. Nunca en la historia ninguna tortuga fue querida como aquella... por mi hijo –claro- porque el resto de la tribu pasaba olímpicamente de Milveinte, de la laguna y de la islita con su palmera.
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Pasados un par de meses desde que la tortuguilla era una más de la familia, sobrevino la tragedia. Un mediodía, al volver el niño del colegio, la encontró patas arriba bajo la palmera. Al parecer había resbalado en las escaleras, cayó en esa posición y le sobrevino la asfixia. Alguien me dijo por aquel entonces, aún no sé si puede ser o no cierto, que si estos animales quedan boca arriba y no pueden darse la vuelta, se ahogan. ¡Vete tú a saber!
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El caso, eso si lo supe, fue que al niño le costó una enfermedad. Y al resto de la familia por proximidad. Las lágrimas que pudo soltar aquel crío por su tortuga hubieran bastado para llenarle treinta lagunas en las que pudiera nadar. Aquellos días me prometí que nunca más, jamás de los jamases, ningún bichejo volvería a tener relación de parentesco conmigo. Esa promesa he estado en un tris de romperla en un par de ocasiones, pero.... ahí quedó la cosa.
Así que si mis relaciones con los bichejos amables son las de “tú en tu casa y yo en la mía”, las que me enfrentan a los bichejos asquerosos, léase aquellos que tienen más de cuatro patas –o ninguna- son sencillamente aborrecibles, de poner los pelos de punta, un espeluzno.
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Conocido esto, entenderán mucho mejor lo que viene a continuación.
Martes 24 de julio –tenía que ser martes-, estribaciones del desierto de Tabernas, caló... mucha caló, cualquier hora taurina de la tarde. Llego a mi club de tenis con la hora pegada al culo pues un asunto de faldas (.?) me entretuvo más de la cuenta. Aparco ocupando dos plazas, agarro por un pico la mochila y salgo disparao hacia los vestuarios. Al pasar frente a la zona de entrada a las pistas alcanzo a divisar mi contrincante que con cara de mu mala follá me señala su reloj.
-¡Que coño, yo también tengo reloj!, mascullo.
Vísteme despacio, que tengo prisa; no acierto con la pernera del pantalón, doy saltitos para no perder el equilibrio, lo termino perdiendo y casi m’escalabro..... ¡la hostia!.
Al forzarla, la camiseta cede por la axila..... oigo el rassss.
Bueno está, ya casi estoy. A ver... la raqueta, la codera, las bolas, el agua... el móvil, no me puedo olvidar el móvil... yo juego al tenis con móvil.... ¿pasa algo?
Voy a coger la puerta a velocidad AVE cuando algo se remueve en mi interior. Las prisas. El stress. En suma, un retortijón. Lo quiero ignorar, pero insiste.... un retortijón. Si salgo así a la pista no duro ni el primer asalto. El retortijón insiste, no da opción a que elija. Así que vuelvo sobre mis pasos y me encierro a toda prisa en el water. Lo haré en un pis-pas.... ahora si que puedo decir con propiedad eso de cagar echando leches. Y’astá. Alargó la mano para tirar del rollo de papel higiénico y la mano se queda petrificada en el aire, a escasos veinte centímetros del papel. El culo también se petrifica. Todo en mi, excepto los ojos como platos, queda petrificado. Sobre el rollo del papel higiénico, asqueroso en su inmediatez, el garfio enhiesto, se encuentra el padre de todos los alacranes.
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-Tranquilo, Juanito –me digo- si tu no te mueves él no se moverá.
De improviso el recinto del WC me parece sobrecogedoramente pequeño.
-¿Los alacranes saltan?, me pregunto en mi angustia.
El bicho me mira de mu mala manera.
Yo no acierto más que a mirarlo.
Pero el único que tiene el culo al aire soy yo.
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Entre “pa cojones los míos” y “no te mueras de la angustia” trazo planes de fuga. A y B.
A, abriendo la puerta. B, saltando la mampara. Con los pantalones en los tobillos lo más aconsejable es el A. Despacico, sin hacer ruido, el culo lo más posible pegado a la pared, los ojos fijos en el bicho, alargo la mano y voy abriendo la puerta poquito a poco, sólo lo suficiente para pasar.El WC más cercano queda como a diez metros. Teniendo el culo como lo tengo no me puedo poner los pantalones, pero.... no parece haber nadie en el vestuario.
-Venga Juanito... el mundo es de los valientes.
Termino de abrir la puerta. Saco la cabeza, miro a un lado y a otro. Silencio absoluto, nadie a la vista. Afuera. A la carrera, los pantalones en los tobillos, las muñecas de Famosa se dirigen al portal, me encamino al maldito rollo de papel. Justo cuando estoy a mitad de camino un grupo de tres o cuatro chavales irrumpe en el vestuario. La sorpresa los paraliza. No todos los días se ve a alguien cruzar el vestuario con el culo al aire y los pantalones en los tobillos. ¿Tierra porqué no me tragas?. Ni miro p’atrás. Me encierro en el nuevo WC. Miro si hay alacranes. Vuelvo a mirar si hay alacranes. Me siento en la taza y me desmadejo.
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Al rato, -ya ni me acuerdo que yo tenía que jugar tenis- me recompongo y con los pantalones en su sitio y la vergüenza en su sitio salgo al exterior. Del WC alacranizado veo que sale uno de los chavales de antes. Como si tal cosa. No dice ni pio. Yo, que tengo seca la boca, tampoco digo ni pio.
Otra vez... raqueta, codera, bolas, agua... móvil ¿pasa algo?... agarro todo y esta vez despacio, muy despacio, me dirijo a las pistas. En el camino me cruzo con alguien de mantenimiento. Le digo que en tal WC no hay papel... que lo reponga... pero que tenga cuidado al quitar el rollo... por si los bichos.
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Mi contrincante de hoy está de mu mala hostia. Pasa más de media hora de nuestra cita. Me mira con la misma mala leche que me miraba el bicho.
-¿Sabes que te digo Paco?... que m’he puesto mu malico.
-Mala cara si tienes, oye.
-Vámonos pal bar, Paquito, que me tome una manzanilla... y te voy contando... oye.... Paquito... ¿a ti te dan asco los bichos?
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laventaernabo > julio07

17/7/07

Creí que era mozuela.

La mañana había empezado mal y continuado peor. El motor de babor de la L-116, al navegar a poca profundidad, había engullido una piedra y la turbina del hidrojet había saltado hecha añicos. Un mecánico, en su intento de remediar lo irremediable, había sufrido la amputación de un dedo de la mano derecha y ya corría hacia el hospital.

Pensó, con amargura, que en ese momento le preocupaba más el motor de la embarcación que el dedo de su compañero. Esta profesión me está haciendo un hijo de puta, musitó para sí. 
La avería del dichoso motor suponía que de cuatro embarcaciones que tenían en la base, tres se encontraban inoperativas, y tres tripulaciones en tierra. La inmigración irregular y el tráfico de hachís no daban tregua, exigiéndoles dedicación continua, apoderándose de sus horas de sueño, de ocio, de familia, para intentar suplir la carencia de los medios que los presupuestos del Estado les negaban, sin que por ello disminuyese la exigencia de resultados. Cavilaba sobre el tiempo necesario para que una al menos de las tres patrulleras en dique seco se hiciera a la mar, intentando conjugar hechos y deseos, rogando a la Virgen del Carmen que, al menos, vientos de fuerza siete levantaran en el estrecho olas de 5 metros que impidiera navegar al mismísimo Nelson resucitado. Una galerna en condiciones les daría el tiempo necesario para poner sobre el mar dos de las patrulleras ahora varadas. 
En ocasiones como esta pretendía autoconvencerse de haber equivocado la carrera. Si como le decía su madre hubiera estudiado magisterio, ahora estaría cómodamente sentado en el aula de un instituto de enseñanza secundaria, a resguardo de fríos y calores, con tapones en los oídos para no oír a los cafres de los alumnos, la mente en las vacaciones de....... en las vacaciones, e importándole un higo el contrabando de hachís, los moros y los subsaharianos, el estado del mar y la madre que los parió a todos.

El sonido del radioteléfono le sacó de sus cuitas. El Coronel Jefe de la base quería verle. Aún no lo conocía, pero su fama de cascarrabias le precedía. Había llegado hacía una semana, según radio-macuto despotricado de Madrid por un asunto político. Su anterior contacto había sido de cinco minutos y meramente protocolario, al presentarse a los Oficiales de la base el día de su llegada. Para esa misma noche, recordó, se había organizado una cena de bienvenida en el Club de Oficiales, a la que debían de asistir con sus esposas. Como tantas otras cosas en aquel pequeño mundo, esto no era un acto a decidir, era “con sus esposas” y punto.

- Con su permiso mi Coronel?
- Pase, Abrego.
- Me han dicho que quería verme, mi Coronel?
- Tengo entendido que usted es el Oficial de mantenimiento.
- Así es mi Coronel.-
- Y quiere explicarme, si no ofende su sensibilidad, porqué de las cuatro patrulleras de alcance medio que se alojan en esta base, tres se encuentran fuera de servicio.
- Si, mi Coronel. Una de ellas está pasando la revisión anual, impuesta desde Madrid, quiero decir que no elegimos nosotros la fecha.....
- Eso ya lo sé, Teniente, no soy tonto.
- ....bien, pues le decía que una está en revisión, la L-118 está esperando un motor que debe llegar de Santander y la tercera, la L-116, se ha averiado esta noche al engullir el turbojet una piedra de la playa.
- Y me quiere explicar usted, Teniente, porqué cojones opera una patrullera de mas de un metro de calado tan cerca de la playa.
- Pues, mi Coronel, un número indeterminado de inmigrantes de una patera fueron arrojados al agua desde la misma y, ante la evidencia de que no alcanzarían la playa fue necesario acercarse prácticamente hasta la línea de tierra para recogerlos.
- Bien Teniente, pues le voy a explicar algo que le va a quedar meridianamente claro. Yo no he venido al culo del mundo para ser el hazmerreír de nadie y que ustedes manejen esta base como si fuera un cortijo. Eso quiere decir que esta noche una de las embarcaciones que están en tierra deberá estar en la mar, con motor, sin motor o a remos, con la mar como un espejo o con un ciclón soplando. ¿Me ha entendido, Teniente?
- Le he entendido, mi Coronel, pero no sé si ello va a ser posible.
- Pues si no es posible, mañana quiero ver sobre mi mesa una papeleta de petición de destino con su nombre en la misma, ya que sospecho que su incompetencia no está a la altura de las metas que me he fijado para esta Unidad. Puede irse a trabajar. Y transmita al personal a sus ordenes que esta base ya tiene quien la dirija. Nada más.
- Bien, mi Coronel.

Dio media vuelta, salió del despacho y cerró la puerta. Un color le venía y otro se le iba. Cabrón, hijo de puta, tío mierda, ignorante, los descalificativos se le agolpaban en la boca y en la tripa. Un puntapié a una papelera del pasillo le ayudó a mitigar su ira. 
Salió al exterior. Su primera intención fue dirigirse al muelle pero luego pensó que en su estado era mejor dejar pasar un rato antes de hablar con nadie. Se dirigió al aparcamiento, buscó su coche y lo abrió de forma violenta. Al sentarse se golpeó la cabeza con el marco de la puerta. ¡Coño, coño y coño! ¡Me cago en San Petenene bendito! ¡Será cabrón! ¡Será hijo de puta!. 
Se miró la mano tras tocarse la cabeza esperando ver sangre en los dedos. No la vio. Arrancó de forma violenta, salió de la base casi llevándose por delante la barrera del control de salida y enfiló una carretera angosta, de firme irregular, que comunicaba la base con la autovía. Dibujaba en su cabeza el camino más corto para llegar al hospital donde habían llevado a su marinero cuando percibió, malamente arrimado al arcén derecho, un Citroen 2 CV, de color celeste y aspecto desvencijado. Maniobró para evitarlo y continuar cagando leches hacia el hospital. 
Cuando lo hacía la vio a ella. Agachada junto a la rueda delantera del 2 CV, la visión de una falda subida hasta la mitad del muslo hizo que un instintivo acto reflejo le hiciera pisar el freno y detenerse delante del Citroen. Bajó y se acercó. 
Ella continuaba manejando sobre la rueda y sus muslos continuaban a la vista. ¡Joder, que piernas!, pensó. Al acercarse, ella se incorporó. Pudo advertir entonces que puesta de pie, el vestido le llegaba ligeramente por encima de las rodillas y que sus caderas eran de matrícula de honor.
Se abrió de brazos, como intentando explicar lo que no entendía:
-He pinchado y no puedo sacar la rueda.

Tendría unos 40 años, pelo muy corto de tono rojizo, los ojos verdes, los labios finos y muy bien dibujados, una sonrisa contagiosa y pecas, muchas pecas sobre el rostro. Se fijo además que no tenía pecas ni en el nacimiento de sus pechos, ni en las piernas que antes había saboreado. Llevaba puesto un vestido muy ligero, blanco con florecitas naranjas o algo parecido, algo muy propio para los 42 grados que a esa hora, y en aquel sur del sur, marcaba el termómetro. Luchó con la rueda durante 20 minutos. La condenada estaba bien ajustada. Cuando terminó, su uniforme estaba empapado de sudor y sus manos empapadas de grasa. Estaba pensando volver a la base cuando le escuchó decir:
-No puede irse así, mi casa está unos metros más abajo. Si le parece vamos para que se asee y se quite la grasa de las manos.

Aún no sabía como, pero dijo que sí. Cuando salió del cuarto de baño ella le estaba esperando con un vaso de limonada en cada mano y una sonrisa que le llenaba la cara.
-Siento haberlo puesto así. No sé como pagárselo.

Mientras decía “no sé como pagárselo” ya le estaba desabrochando los botones de la camisa, aún empapada de sudor. El roce de sus manos encendió la luz de alarma. Aquello no iba a tener remedio, la hoguera había empezado a arder.

-Qué quieres de mi?
-Todo.
-¿Qué es todo?
-Estoy sola y no quiero estarlo. Quiero agradecer tu esfuerzo y quiero hacerlo bien. ¿Me vas a rechazar?

Aquello no podía estar pasándole a él. Esas cosas sólo pasan en las pelis. La acercó y la beso suavemente en los labios, casi con miedo, esperando despertar de un sueño. Que bien olía. La abrazó. Su cuerpo era pequeño, frágil, delicado. Aflojó la presión de sus brazos y cogiéndola del culo la levantó en peso. De esta manera su sexo, duro como la biela de un motor, se acomodó sobre la pelvis de ella. Acarició su culete bajo las braguitas. Ella se desprendió de su abrazo y se arrodilló junto a él, desabrochó despacio su pantalón y lo bajó, con el slip, hasta las rodillas. El pene le iba a estallar. No había hecho ella más que meterselo en la boca cuando se corrió.
-Lo siento, exclamó. No estoy acostumbrado a esta clase de regalos.
-No lo sientas, compénsame.

Le agarró de la mano y le arrastró hacía el sofá al tiempo que dejaba caer el vestido. Su cuerpo le deslumbró. Estaba como drogado. Dejó que se recostara en el sofá y metió la cara entre sus piernas. Pudo percibir como su vagina estaba empapada y el flujo brillaba sobre la parte interior de los muslos. Esta sola visión le bastó para empalmarse otra vez. Comenzó a lamer muy despacio su clítoris al tiempo que ella comenzaba dulcemente a quejarse y le masajeaba el cabello. Acarició sus pechos con ambas manos. En poco tiempo ella comenzó a jadear más intensamente y supo que se venía. Arqueó su pelvis hacia él y le aprisionó en un abrazo brutal al tiempo que dejaba exclamar un ¡Diooooooossssssssss! muy bajito. Quedó ella traspuesta y él borracho. Por cinco minutos se dieron un respiro, mirándose sin decir nada, sonriéndose, acabando los refrescos. Nuevamente ella le tomó de la mano y dijo:
-Tendremos que acabar esto.

Se arrodilló en el sofá con las manos apoyadas en el respaldo, ofreciéndole las nalgas. Él se acerco y le separó suavemente las piernas. Metió su mano entre los muslos y le acarició de adelante a atrás. La mezcla de semen y flujo la mantenían empapada. Puso el pene a la entrada de la vagina y empujó sin dificultad alguna al tiempo que con los dedos inició un baile de caricias sobre el clítoris. En escasos segundos un temblor los envolvió a los dos y cayeron desmadejados sobre el sofá. Se había hecho tardísimo. Cuando se despedía le preguntó:
-Cómo te llamas?
-Lucía, respondió. ¿Y tu?
-Jaime. ¿Nos volveremos a ver?
-No lo creo. Ya he pagado tu servicio y soy una mujer ocupada. Sola, pero ocupada.

La tarde que siguió fue frenética. Hospital, talleres, otra vez hospital, otra vez talleres. Lo imposible suele ser imposible y ninguna de las embarcaciones averiadas podría ser puesta en servicio en menos de 48 horas pero, sin pretenderlo, advirtió que eso se la traía al pairo. Si tenía que perder de vista al cabrón del Coronel, lo tomaría como una bendición del cielo. Llegó a su casa con el tiempo justo de darse una ducha rápida y cambiarse de uniforme. Su mujer ya le estaba esperando arreglada. Guapa, su mujer era, sencillamente, guapa. 
El recuerdo de lo vivido durante la mañana le estalló de improviso en los ojos y en el pene que, repentinamente, cobró vida. La premura de tiempo le hizo desechar hacerlo con su mujer. Llegaron, con la lengua fuera, y mas que en punto. A la puerta del salón donde se celebraría la cena, recibiendo a los que llegaban, se encontraban el cabrón del Coronel y su esposa. Cuando se acercó a ellos lo que vio le aflojó las piernas.

Enfundada en un elegante traje azul, su sonrisa luciendo espléndida, relajada, una mano cogida de la de su marido, mil pecas sobre su cara, se encontraba Lucía.

28/6/07

La tosca pluma del infame Osama.

Corría el invierno del 2001, yo era un hombre joven y las musas me adoraban, dormían a mis pies. De mi torpe pluma tanto podía salir un soneto, una redondela, una quintilla... o la prosa más amena y celebrada. Navegaba por donde me apetecía, no importaba mar o charco. Y navegaba, claro está, en plan pirata, mi princesa en la popa y colgada del palo mayor una bandera color verde pistacho con una calavera y dos amapolas cruzadas. No conocía la censura y en las esquinas de los puertos que visitaba aún no pegaban los carteles con el WANTED y mi foto. Yo era el rey del mambo. Tanto que tuve el tiempo, y las ganas, de escribir lo que a continuación les transcribo y que un olvidado amigo me ha hecho llegar esta mañana. Se trata, ni más ni menos, de la respuesta a un pirata adversario que no enemigo, que se hacía llamar, el muy cretino, Osama.

La tosca pluma del infame Osama
diome excusa a perfilar la mía,
dulce modo de ganar la fama,
amargo despertar a su osadía.
-
Dispuesto a patear su abyecto ombligo
levante bizarro bandera de Tercio,
alente ufano concilio de amigos,
incite gallardo mofas y desprecio.
-
Blandió El Esgrimista virtuoso sable,
corrió Cagafuego en pos del compadre,
Quec@stigo, a todos, arengo jocundo
y trazo el Piloto acertado rumbo.
-
Vinieron Davilord y Gussy,
Malinche y Burnel,
también LaDerrota se sumó al tropel.
Malicia, Vigilio,Bergantín, Surama,
incluso Antoñita, Marilour y Alma.
El señor de Bembibre también acudió,
El Granaino y Meroke,
Decadix y Filemón,
C. de la Fere con Odina,
hasta el mismo Corso habló.
-
Corrieron las tintas, cantaron poemas,
versaron coplillas, romances a cientos,
y lavada afrenta, calmados los vientos,
en la chata y con vino ahogaron las penas.
-
Por villano y pendenciero,
por soez y desalmado,
mentecato y bandolero,
fue corrido y baneado.
-
¡Ay, Osama bribón!
Cruel destino de aquel que la paz perturba,
o se achanta y arrepiente,
o acaba en el paredón.
-
(A to el personal que pulula por estas aguas, sin excepción. Y pido perdón a los que debido a mi torpeza, no aparecen en la rima. Ma pareceis todos cojonudos/as).

De mis soledades vengo.

Si uno se despierta con la noticia de que alguien que hace poco más de tres años raptó, atropelló, violó y asesinó a una muchacha –quemándola- ya está en la calle, el día amanece torcido, por muy menor que fuera el asesino. Porque se puede ser menor de edad pero, les puedo asegurar, la mala uva, la inquina, el desahogo, la maldad en fin, no tienen edad.
Así que hoy, 28 de Junio, San Ireneo, fiesta en mi muy querida ciudad de Soria, donde Antonio y Leonor se quisieron, tengo que volver a traer a mis páginas al ex-alcalde de Jerez, autor de la frase más celebre, y más verdadera, pronunciada en este país en los últimos 2007 años: La justicia es un cachondeo.
Y no dejará de ser un cachondeo hasta que alguien ponga en las manos de Maria del Mar, madre de la niña, un cuchillo jamonero y la deje a solas con el asesino de su hija. Podrían suceder dos cosas, y las dos buenas; o la madre mata al demonio cuatro patas, con lo cual haría justicia, o el demonio cuatro patas la mata a ella, con lo cual dejaría de sufrir.

A todo esto las princesas no me escriben, ni mucho menos me llaman; las musas han olvidado donde vivo, la vida sigue empeñada en comerme y yo en que no me coma. De mis soledades vengo, que decía Lope, pero el caso es que ni mis soledades me conocen. Mal día escogió el sol para ser el que más tardara en ponerse.
Por Dios, que asco de jueves.

25/6/07

Crónica apresurada para un lunes de junio.

Si estuviese para líricas, que no lo estoy, estaría con ustedes hasta la hora del aperitivo, del ángelus, de pecar. Me conformaré con un breve apunte para echar atrás la mañana de este lunes brumoso. Si, en el Cabo amaneció brumoso, caluroso y pegajoso, lo que a los osos nos fastidia particularmente.

Ya conocerán que seis de nuestros soldados han dejado la piel en el Líbano. La noticia no es del todo mala; quiero decir, que podría ser peor. Podría ser peor porque resulta, que de los seis muertos tres son colombianos, mira tú que alivio, y que en el Líbano ese no estamos en guerra, que aquello es una misión pacificadora, así que lo que ha pasado sólo tiene relativa importancia. ¡Tocate los cojones!

De mucho menor importancia es el asunto de que el Madrí, mi Madrí, le ha vuelto a birlar otra Liga al Barcelona. No ganan pa disgustos. Esta vez la de baloncesto. Esta vez en el propio Palau BlauGrana –se escribe así?-, con lo cual estamos doblemente contentos. En casa del pobre cualquier cosa es motivo de fiesta, ustedes entiendan.

Y a José Mari Manzanares, hijo, un morlaco le hizo ayer un destrozo en el muslo cuando toreaba en su tierra, Alicante. Luego del revolcón, probablemente un pelín cabreao, se hizo un torniquete en la pierna, se fue para el toro y lo despachó de una estocada tendida.
La feria de Alicante, este año, ha sido el rosario de la aurora. Posiblemente alguna de sus mercedes piense que en el sueldo va la sangre. Posiblemente se equivoquen. Ni los soldados estaban en el Líbano para que los matasen, ni un torero pisa el ruedo para salir de allí con los pies por delante. Pero explicarles el asunto me llevaría más tiempo del que hoy dispongo.

Este año ni he saltado la hoguera, ni me he mojado los pies, ni he quemado el papelito ni le he pedido a San Juan que me mire con cariño. En vez de todo eso me he mirado al espejo y he dicho: ¡Tranquilo, Juanito, será lo que tenga que ser!.
Que el lunes no se les atragante.

22/6/07

¡POR EL REY!

Es costumbre. Es tradición. Es San Juan.
Y San Juan es la onomástica del Rey. Del Rey de los monárquicos y de los republicanos. Del Rey de todos, incluso de los que preferirían no tener Rey.

Sala de Banderas. Obligada presencia de todos los que tienen algún gusarapo sobre las hombreras, de los jefes de unidad, de los invitados de otras unidades.
En el centro del salón una mesa larga, larguísima, vestida con un inmaculado mantel blanco, sostiene, colocadas con primor, botellas de tinto de Rioja y blanco de Valdepeñas. Jarras de cerveza de ignorado origen. Platos con tortilla española –cómo no-, jamón de la sierra de Aracena, queso manchego y pulpo gallego.

En la pared del fondo un retrato del Borbón. En un rincón, pero llenando el salón, la elemental presencia de la bandera, roja y amarilla, la constitucional, la que juramos –aunque ya nadie se acuerde- servir y respetar. La que representa, y resume, la razón de que estemos aquí.
Nadie verá una silla por ningún lado. Sobran las sillas. Aquí nadie se sienta, se bebe erguido, de cuerpo y de espíritu. Esto no va a ser una fiesta; será más bien un testimonio, una comunión.
Los asistentes van entrado al salón y rodean, silenciosos, el blanco mantel. Todos acuden destocados. Alguno piensa incluso que debería estar en otro sitio, que tiene trabajos pendientes de acabar y que no vendrá el Rey a terminárselos. Las reclamaciones al maestro armero, le diría un veterano. Y se calla. Y espera. Lo que haga falta.

Es cuando se abre la doble puerta del fondo del salón y una voz grita: ¡Comandancia, el Jefe!
Y el Gran Jefe, con la cabeza con más canas que nadie, las hombreras con más gusarapos que nadie y el alma con más cicatrices que nadie, se dirige con paso presto, acompañado del Ayudante, a la cabecera de la mesa. Nadie dice una palabra, pero el trayecto hasta su lugar de presidencia es acompañado por el golpear de los nudillos de todos los presentes sobre la recia mesa, lo que forma un estruendo ensordecedor.
El redoble cesa de forma tan brusca como se inició, una vez el Jefe en su lugar.
Entonces, toma con la diestra el cáliz de rojo vino, lo levanta al cielo y con voz solemne exclama: ¡POR EL REY!
Y todos los que le acompañamos, ahora somos un equipo, levantamos al tiempo la nuestra y, sin complejos, gritamos: ¡POR EL REY!

20/6/07

Apatrullando la ciudad.

Falleció ayer, en el inhóspito Madrid, el señor Don José Luis Cantero Rada. Descanse en paz. Con él, a quien sólo conocían en su casa, falleció El Fary; y a ese todas sus mercedes conocen, conocían, de sobra.

El Fary, taxista de profesión y cantante de afición, tomó ese nombre de su admiración por Rafael Farina. El Fary parecía un hombre bueno, cómo sólo pueden serlo los feos, los desheredados, los raritos, los que tienen la palabra pueblo tan pegada a la piel que es su piel misma.
Evidentemente yo no conocía al Fary. Sin embargo siempre me pareció un tipo sano, d'esos que saben envolverte con su sonrisa antes que puedas fijarte en algo menos agradable de su envoltorio. De sus canciones, me quedo con amor secreto, del año 1983; o con apatrullando la ciudad, banda sonora de la horterísima Torrente, esa que tanta vergüenza nos da ver porque tanto nos llegamos a reconocer en ella. Para nada la del torito… que hasta en lo popular puede haber clases. Pero sobre todo me quedo con la elegancia que llevó, ole ahí sus cojones, el hecho de que media España –entre la que no me incluyo- se cachondease de él durante toda su vida. Es evidente, por palpable, que estuvo muy por encima de los que siempre le tuvieron por un mindundi. Hasta para ser natural hay que tener clase.

Tenía que haber colgado esto ayer, pero las servidumbres del faro son ineludibles y las que me dan de comer a mi y a mis chiquillos.

Que el miércoles les trate con misericordia. Y usté, señor Cantero, cualquiera que sea el sitio que este apatrullando ahora, espéreme el tiempo que sea necesario y vaya haciéndome un laito. Por afinidad, me encontraré bastante más a gusto a su lado que cortejando a quienes le miraban por encima del hombro por ser feo, bajito y castizo.

15/6/07

Por fin viernes.

Se acuerdan de Landelino Lavilla?. Yo les doy memoria. Landelino, político de la extinta UCD, era el presidente del Congreso en aquella esperpéntica jornada del 23-F. También fue ministro de justicia. Y desde el año 2006 miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, lo cual es un bluff, porque no puede ser moral ninguna cosa que roce siquiera la política.
Bueno, pues hoy es la onomástica de los Landelinos. Así que corran y felicítenlos.

Feliciten también a los cachondos de la Comunidad de Madrid –seguimos hablando de políticos- que han editado un folleto de prevención de incendios en el que, repetidas veces, comparan la voracidad destructiva del fuego con la de la mujer. No es que yo piense que estén equivocados, que no, aún diría que una mujer te puede quemar muchísimo más que el mayor de los incendios, y entiendan sus mercedes por “quemar” lo que mejor les venga en gana, pero hay verdades que no se pueden pregonar por ahí como si tal cosa. Porque luego vienen aquellos que se la cogen con papel de fumar y arman el cifostio que arman. Y ya la tenemos..... te tiran de la lengua, te tiran de la lengua, y al final acabas diciendo lo que piensas, pero no querías decir.
Tres cosas han de temer, dice el folletillo, al fuego, al mar y a la mujer. Ahí queda eso.

Seguro que ya se han dado cuenta que hoy es viernes. Lo mejor del viernes es que es víspera del sábado. Y el sábado, según el refrán, follamos. Bueno.... el que folle, pero siempre anima que le pueda tocar a uno.
No se dejen de la mano, por favor. Que ustedes son lo mejor de su casa.

7/6/07

Instrucciones para sobrevivir un jueves.

Básico: No dejen que nadie les amargue el día.
Y sepan que el terrorista ese, al que Zapatero tenía en un balneario -¿no era un balneario?- ya ha vuelto a la cárcel de donde nunca debió salir. Esperemos que cuando vuelva a la calle, sea porque ha cumplido su condena. La gente a la que mató, no volverá a salir de sus tumbas. Esa ventajilla que lleva.
Sepa también que España no pertenece al G-8 –siglas de Ocho Gilipollas- y que por tanto no caerá sobre nuestras conciencias el peso de las desgracias que asolan el planeta.
Que Morante de la Puebla, ayer, corrida de la Beneficencia a la que asistió el Rey, cortó una oreja en Las Ventas. Para seis toros que lidió no es que sea un balance sobrecogedor pero.... es lo que hay. También se llevó un buen revolcón, del que estará doliéndose unos cuantos días.
Que Nadal ganó en Roland-Garros y ya está en semifinales.
Que España también gano a Lienchestein, con más pena que gloria, y a pesar de ser un equipo que aburre a las ovejas. La selección española es un equipo triste, con un entrenador triste y unos jugadores tristes que hacen tristes a los aficionados. En resumen, una tristeza.
Eva Longoria, casi de tan buen ver como Elsa Pataky, es el nuevo fichaje de los helados Mágnum. ¿Han probado sus mercedes los helados Mágnum?. Pues no se hagan una idea, Eva.... y Elsa, saben mejor.
Y sepan por fin que, antiguamente, en un país que se llamaba España, hoy era el Corpus Christi, día festivo, y que los niños, ataviados con su traje de primera comunión, procesionaban por la calle mayor de su pueblo mientras la plebe, enfebrecida, arrojaba al paso del Santísimo juncos del río y pétalos de flores.
¿Saben aquel que dice.... cuatro días tiene el año que relucen más que el sol?

6/6/07

Miércoles, San Amancio.

Hoy es miércoles, San Amancio.
San Amancio, ya lo saben sus mercedes, fue beatificado teniendo como mayor mérito el haber cuajado una extraordinaria carrera futbolística en la banda derecha del estadio Santiago Bernabeu, y ello pese a ser gallego, que tiene más mérito.

Los chicos de ETA han decidido que ya esta bien de ser unos hijos de puta y, a partir de ya mismo, van a ser más hijos de puta todavía. Dicho de otra manera, que van a reanudar el matarile dirigido a los que no hagan, no digan, no piensen.... lo que ellos hagan, digan, piensen.
Pasemos a cosas más amables. A partir de hoy, el museo Reina Sofía, expone una muestra pictórica de Le Corbusier. Ya me gustaría a mí poder visitarla, aunque para ello tuviese que cruzar Despeñaperros y adentrarme en el inhóspito Madrid. `
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En Roland-Garros, María Sharapova sigue adelante con sus modelitos de gasas y transparencias. Y sus quejidos.
Me van a permitir que me detenga una miajilla en María. Ayer, en un descanso de su partido, sacó del raquetero un plátano para reponer fuerzas. Yo pensé.... ¡la hostia!, este va a ser el momento erótico del día. Que si quieres arroz. En la vida había visto yo comerse de tal guisa un plátano. La muy sosita toma el plátano y... en vez de llevárselo a la boca, corta un trozo con la mano que tenía libre y, muy fina, se come el trocito cortado. Que chasco, tú.
La Sharapova, cuando juega al tenis, pone una cara de mala leche que es la pera. No sonríe a cámara, ni al contrario –bueno, a esa menos que a nadie-, ni a los recogepelotas, ni a su padre, ni al espíritu santo que bajase a la pista. A cambio de tanta aridez, luce un tipo espléndido, ataviado con modelos que tanto le dan para jugar al tenis como para irse a la cama. Y acompaña cada golpe con un gritito, un susurro, un quejido. Cuando la veía ayer, me dio por pensar que si esto hace en la pista, que no será mi María en el momento del gozo. Y ya saben sus mercedes a que gozo me estoy refiriendo.

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Completen su guía del miércoles conociendo que Castro, el caimán, da señales de vida, para disfrute y contento de sus admiradores. ¡Mariconsón..... ques usté un mariconsón!
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Ea, ya esta bien por hoy. Me voy a limpiar la linterna del faro. Les dejo con la estrofa de una canción que ayer, mientras soñaba, se me coló en los adentros,

... incansadamente espero,
que el cielo remueva el suelo,
y junte su norte con mi sur.

3/6/07

Siete días con los Califas

Colgado en El Café del Foro > junio/06 

1.- LA INTENCIÓN. Todos los años, o mejor, todos los años que viene a pelo, dedico unos cuantos días de junio y octubre a patear las calles de alguna ciudad, los senderos de algún paraje, de los que tengo en el debe. 
Ahora le tocó a Córdoba, ciudad que crucé cien veces sin detenerme ninguna. Y como las emociones lo son más (bueno, no siempre) cuando las cuentas, tras los pasos, los renglones. A otros les da por ir a Marruecos (es un poné), a Praga, o a la Butibamba, pero a mí me parece una ordinariez, casi una indecencia, ir a la Butibamba cuando todavía no se ha estado en la Mezquita. 
A eso, además, podría añadirle otras razones de más peso y consistencia, pero se me iban a ir en razones lo que se me debe ir en vivencias. Tampoco les voy a aburrir colgando fotillos de tres al cuarto, de las que pueden saciarse en cualquier revista especializada. Pero como tengo prueba gráfica de todo lo que escribo, colgaré alguna que otra rareza, para aliviarles el trago, y para callar las boquitas de los descreidos, malpensantes, porculeros y moscas cojoneras. Así que…… al tajo. 

2.- EL PAISANAJE. Debo distinguir entre el paisanaje en general y el paisanaje en particular. Hablando del primer grupo os diré que lo que más abunda en Córdoba son los cordobeses. No se ría su merced, no es una perogrullada. Existen ciudades como la mía, Almería, en las que lo raro es encontrar un oriundo. Allí nos comió la inmigración; aquí, todavía no ha sucedido. El cordobés vive feliz y dicharachero con su ciudad antigua, su judería, sus bicicletas –si, se anda en bicicleta-, su Corte Inglés, y su caló…… su mucha caló.
 


Tienen pendiente, como tantos otros, la asignatura de la limpieza urbana, y tampoco se ven ajenos al acoso de la mendicidad callejera. En toas partes cuecen habas, que diría mi maestro. 

Como la cabra siempre tira al monte, yo siempre tiro a fijarme en el lado femenino del paisanaje. Encontré algunas minifaldas muy bien puestas, mejor llevadas y de un quitar arrebatador, pero todo se quedó en recorrer con los ojos lo que debiera ser recorrido con algo más que el pensamiento. Es por eso que to las cordobesas tienen la cara de pena con que las pintó Julito Romero. 

El primer particular que se asomará a esta crónica es nuestro amigo Cicero. Resultó vivir a escasos metros de donde me alojaba y me atendió con la amabilidad y cortesía que era de esperar. Cicero es un cordobés de pro, campechano y amable, bien enterado de lo que se cuece en su ciudad, a quien desde aquí agradezco los ratos que perdió conmigo mientras trajinábamos un café o un Moriles-Montilla en el Restaurante Moriles Pata Negra, sitio este en el que se come de “pata negra”, y que debiera visitar el viajero antes que ningún otro monumento de la ciudad. 
Fue él, Cicero no el Moriles, quien me contó que la ultima restauración seria de la Mezquita la llevaron a término entre el padre de Julio Romero de Torres y un tal Velazquez Bosco, paisano este que, aunque ustedes no se lo quieran creer, no tiene parentesco alguno ni con el pintor ni con el menda. 

Córdoba vive abrazada a su pintor, Julio Romero de Torres, y este abrazo se percibe por cualquier lugar de la ciudad que se recorra. Tiene su museo en la plaza del Potro, junto al de Bellas Artes. De su visita, y mis experiencias anteriores con este pintor, fui deduciendo que Julio era un pintor sombrío. A Julio le gustaba un entierro más que a un tonto una tiza (mira que bonita era, horas de angustia, cante jondo, la gracia......) 
El tono de sus cuadros siempre es oscuro, sin luz, invadido por la pena. Y esta pena se refleja, siempre siempre, en las caras de las mujeres que pintó. Si bien es cierto que pintaba el cuerpo de la mujer como nadie, no lo es menos que no supo dibujar la sonrisa en la cara de sus modelos. 
Los cuerpos de las mujeres de Julio son de infarto, pero de infarto 2006 no de 1.920 (naranjas y limones, el pecado, mujer de córdoba, cante hondo, la magdalena, la gracia, la nieta de la trini.....), que son una sucesión de pechos, caderas y piernas de las que a mi me gustan y de las que entiendo un montón. 
Sin embargo no veremos una sola sonrisa en esas rostros, rostros por otro lado tirando a bastante feos, y que me perdonen las cordobesas. Abundando en el tema, a la modelo de mujer de córdoba, sólo le falta el bigote. 
De entre los cuadros expuestos me quedo con el pecado –1915, pecado que yo veo no en la desnudez de la modelo, que verdaderamente está para pecar con ella, sino en las cuatro brujas que la rodean, y que quiero suponer reflejan la moralidad de la época. 
Y otra curiosidad, Julio solía pintar los fondos de sus cuadros con paisajes de la ciudad..... pero a su bola, o sea que esos paisajes no se ajustan en absoluto a la realidad y los colocaba como a él le salía de..... su imaginación, que pa eso los cuadros eran suyos. 

Con otros particulares como Séneca, Averroes, Maimonides, Abderraman, El Gran Capitán, los marqueses de Carpio y el chico que reparte “20 minutos” -un diario gratuito-, te vas encontrando según vas paseando calles. 
El encuentro con Maimonides fue particularmente notorio. Si, notorio porque ligue. Y ligue con una gata, de nombre May, que vive a los pies del filósofo, que se prendó de mi persona y tuvo a bien refregarse lo que quiso contra mi recio torso y musculosos brazos. 




Y hablando de ligar, es aquí donde debo hacer un aparte para deciros que andando por La Judería, concretamente por la calle Badanillas, me ví asaltado por unas cuantas señoras putas que desde sus portales me ofrecían sus servicios...... por la voluntad. Cuando abandoné la calle lo hice firmemente convencido de que mi voluntad aún distingue entre lo importante y lo superfluo....... y que aquella era la calle las putas.



3. EL PAISAJE. No más de dos horas separan Córdoba de Málaga. Rebasado el puerto de Las Pedrizas, ya en los llanos de Antequera, llamó mi atención una denominada venta el Faro. Encaminé mi rucio a sus aparcamientos y mientras me desayunaba una tostá con zurrapa colorá pregunté por el farero, por Maese Tarugo. No estaba. Me dijeron que su fantasma anda vagando por la red y deseando enseñar la sábana. Con todo, fue un desayuno para recordar. 



Lo primero que hace el viajero cuando llega a Córdoba es comprar un mapa de la ciudad. Le va a dar igual. Los cordobeses son unos cachondos y un buen número de calles se encuentran sin rotular. Para compensar, existe otro buen número de ellas que tienen dos nombres. Los dos juntitos y los dos distintos. Esto lo hacen sin duda para amenizar el tedio que pueda invadir al forastero cuando la cultura andalusí empieza a salirle por los poros. 



Ya puesto en situación, mandado el plano a la mierda, lo ideal es dejarse llevar para que la ciudad antigua le vaya a uno sorprendiendo poquito a poco. Es una delicia caminar por entre las estrechas calles que te protegen del solano. Patios con geranios, sombras acogedoras, rejas, casonas y palacios ilustres, fachadas con escudos de nobles linajes y tiendas de souvenirs a porrillo. 



El Cristo de los Faroles, en la plaza Capuchinos, bastante lejos del entorno de La Judería, me sorprendió por lo destartalao y lo marrano ..... el entorno quise decir. Esperaba un Cristo más pequeño en una plaza más coqueta. Así que me resultó excesivo en el tamaño, desangelado en la ubicación y a falta de una mano de mister proper que adecentara su pedestal. 
O quizás, vete tú a saber, yo no llegue en el momento adecuado o mi ánimo estaba revuelto porque la tostada del desayuno no había estado en su punto. Así que salí de allí por patas y me fui al Corte Inglés a zanganear en la sección de lencería femenina, algo muy de agradecer a la vista de la caló que me tostaba fuera.



A las ruinas de Medina Al-Zhara, al día siguiente, nos llevaron en autobús, tan ricamente. Adquieres los ticket (cinco euros) en algunas de las oficinas de información y turismo que están repartidas por Córdoba, te señalan los horarios -mañana o tarde-, los dos lugares en que recogen viajeros y.... a correr. Las ruinas están a unos 7/8 Kms. de la capital y no te proporcionan ni bocadillo, ni agua, ni ná de ná, la intendencia corre por tu cuenta. La impresión que saqué de esta visita es que los Omeyas eran unos cafres y unos manirrotos. Solo hay que ver como dejaron aquello, hecho un destrozo.






Ahora las ruinas están muy bien protegidas y conservadas. Incluso se están restaurando algunos paneles de las paredes, pero van despacito...... muy despacito. 

La joya de la corona, sin lugar a dudas, es la Mezquita. Sólo el poder visitarla es razón suficiente para venir hasta aquí y pasar los calores o los fríos que fueran menester. La Mezquita no es una cosa que se vea sin más, la Mezquita se siente. Y no voy a caer en la majadería de intentar describirla porque es un lugar precisamente para eso, para sentir. Y yo, una vez en su interior me sentí empequeñecido, mínimo, intemporal y asombrado. A la vista de tanto gusto y exquisitez, en calidad y cantidad, es seguro que en los tiempos de su construcción abundaban los maestros canteros como hoy los aparcacoches, y perdónenme sus mercedes el dislate. 
En uno de los rincones del interior se exponen las firmas grabadas de unos trescientos de ellos, canteros.... no aparcacoches, pero es seguro que habría muchos más. Estoy por asegurarles que en cada casa debía vivir al menos un maestro cantero. 
A la Mezquita se accede desde el patio de naranjos. Nuestro amigo Cicero me hizo reparar en que en cada lugar que en la actualidad hay un naranjo, había un naranjo cuando Abderraman III se paseaba por aquí. Me llamó la atención la extraña conjunción de religiones que se advierten en el mismo monumento. Y me llamó la atención la exposición de vigas talladas expuestas en el claustro y que, debido a su vejez, han sido sustituidas por otras, replica exacta de las que se quitaron.



Otro día, aleccionado por Cicero, me fui a la calle Cabezas y allí descubrí una casa en la que, según reza en la placa clavada en la fachada, fueron expuestas las cabezas de los siete infantes de Lara. Las fotografías que de ella tome me servirían para ilustrar un antiguo trabajo mío sobre la afrenta en cuestión, si tuviera los santos cojones de encontrarlo, que no los tengo, y eso a pesar de que fue colgado en la red. ¿Alguna de sus mercedes me podría echar una manita?. 

Me quedé con las ganas de andurrear por el puente romano, los baños califales y el museo taurino, que se encuentran cerrados a cal y canto. 
Finalizando mi estancia por tierras cordobesas me di una vueltecita por el Valle de los Pedroches y por Lucena. Del primero debo decirles que se pueden ahorrar el paseo. Pozoblanco me decepcionó. Si no fuese porque allí fue herido de muerte el malogrado Paquirri, ese pueblo no sería conocido sino por sus habitantes, y ni aún así saben, o quieren, explotar lo turisticamente explotable. Su coso taurino está restaurado con un mal gusto imposible de describir y el resto del pueblo es totalmente predecible. Por no renovar, no renuevan ni un termómetro de mobiliario urbano que está clavado en los 12 grados desde que Machaquito tomó la alternativa.



Si merecen mención aparte la iglesia de Hinojosa del Duque, llamada por los lugareños la catedral de la sierra, y el castillo de Belalcazar. La primera es una joyita perdida en un campo de trigo. El castillo es de los que imponen, pero desgraciadamente está olvidado por la administración o por sus propietarios, si es que son particulares. Sus puertas están tapiadas y es imposible acceder al interior, por lo que te da lo mismo acercarte a pie de muralla o quedarte, tan ricamente, donde acaba la carretera, a unos doscientos metros de la torre del homenaje. Lo triste es que su ruina, amenaza con ser su ruina, sin que nadie parezca dispuesto a desfacer el entuerto. Se me antoja que el castillito de los cojones podría convertirse en un alucinante Parador Nacional pero, a lo que se ve, eso sólo sucede en los ojos de alguien con una imaginación como la mía. Además, ¿qué coño iba a pintar un Parador en Belalcazar?.


De Lucena, ni les cuento. Pueden echar su tiempo en pescar la trucha ....... Otro apunte para terminar con el paisaje; en Córdoba abundan las tiendas de aparatos para sordos y escasean, de mucho escasear, las de informática, misterio este que no pude desentrañar antes de abandonar la ciudad. 

Poco más que contaros. Si acaso que antes de dejar Córdoba tuve la inmensa suerte de asistir en directo a un concierto de José Domínguez (a) El Cabrero, santo de mi devoción, y que pagaría lo que fuese no ya por oírle cantar sino por oírle hablar. 
Los jardines del alcázar de los Reyes Católicos, la luna llena sobre ti, y El Cabrero desgranando sus cantes, es un plato que alimenta para una buena temporada. Anoche soñé contigo Soñaba que era verdad Que era yo quien te soltaba El lazo del delantal.