El día amaneció despejado y sin viento, pero sospechando los caminos chorreando por el agua que cayó el día anterior, elegímos un recorrido urbano. Y nos ha salido premio.
Escapadas del lienzo de Diego Velázquez han llegado a mi ciudad –como el camión del tapicero- una colección de meninas. Menina –meu niño- viene del portugués, y allá por el año 1600 servía para denominar al paje en entraba en palacio a servir, aunque de poco, a las personas reales.
Esta mañana, en mi dominical salida con Julieta, nos las hemos encontrado de forma casual y, ya me conocen, no he podido evitar entrar en plática con ellas. Así nos hemos enterado que, en realidad, la excursión de Meninas que nos visita es una iniciativa de la empresa Ecovidrio, que pretende llamar la atención sobre el reciclaje de este material.
La expedición la componen un total de 19 figuras diseñadas por otros tantos personajes notorios de nuestra sociedad, entre los que recuerdo me han citado al Cordobés, Viki Martín Berrocal, Nuria Fergó, Agatha Ruiz de la Prada o el futbolista Joaquín, cuya menina se llama –como no podía ser de otra manera- Diecisiete, que es el dorsal que lleva en su equipo.
Hoy 24, precisamente, termina su itinerario por las calles de la ciudad, así que se puede decir que las hemos pillado… por los pelos.
Con la que más intimé, y les dejo foto, fue con la menina Olé, de Domingo Zapata. Me explicó que se inspira en las costumbres andaluzas y en la libertad de opinión que debe prevalecer en las relaciones sociales. Muy taurina ella, como el propio Maestro Vidriero.
Ha sido una mañana de domingo divertida… y distinta.
-un Minino.
La Vidriera del Mairena
25/11/19
24/8/19
el vendedor de nardos
Ya podemos jugar otra vez al antes-después.
Tres años separan las dos fotografías que les traigo. Las dos están hechas a las puertas del Santuario de la Virgen del Mar, en el día de su festividad. Un vendedor de nardos, despliega junto a los venerables muros su mercancía para así recaudar unos euros que llevará donde no sobran.
Han pasado tres años, pero pudieron ser tres días. La misma camisa, el mismo pantalón, las mismas zapatillas… hasta el mismo reloj. Usos y costumbres. Tampoco han cambiado el ciclomotor Derbi, los cubos de los nardos y el taburete plegable sobre el que se sienta.
Idéntico escenario para los mismos actores. Sólo el gorro azul que este año adorna su cabeza parece subrayar la diferencia de mil días entre una y otra toma.
También ha variado el objetivo desde el que se recogió la escena. Aquella con la Nikon D3100, que ya no está en mis manos; esta con Nikita Junior la Coolpix S6300 que vale tanto para un roto como para un descosio, dixit doña Concha.
Y entre una y otra, una jubilación, una moto nueva, dos comuniones y un sinfín de goteras más. Tantas que parece imposible que sólo hayan pasado tres años.
Tres años separan las dos fotografías que les traigo. Las dos están hechas a las puertas del Santuario de la Virgen del Mar, en el día de su festividad. Un vendedor de nardos, despliega junto a los venerables muros su mercancía para así recaudar unos euros que llevará donde no sobran.
Han pasado tres años, pero pudieron ser tres días. La misma camisa, el mismo pantalón, las mismas zapatillas… hasta el mismo reloj. Usos y costumbres. Tampoco han cambiado el ciclomotor Derbi, los cubos de los nardos y el taburete plegable sobre el que se sienta.
Idéntico escenario para los mismos actores. Sólo el gorro azul que este año adorna su cabeza parece subrayar la diferencia de mil días entre una y otra toma.
También ha variado el objetivo desde el que se recogió la escena. Aquella con la Nikon D3100, que ya no está en mis manos; esta con Nikita Junior la Coolpix S6300 que vale tanto para un roto como para un descosio, dixit doña Concha.
Y entre una y otra, una jubilación, una moto nueva, dos comuniones y un sinfín de goteras más. Tantas que parece imposible que sólo hayan pasado tres años.
19/7/19
el tobogán
No por más repetido, deja de ser verdad aquello de que la realidad supera la ficción. En la mayoría de los casos, para nuestra desgracia.
Les voy a contar, queridos tertulianos, que en la localidad de Estepona… allende el Peñón de la Ignominia, existen dos calles paralelas y colindantes que se denominan Avda. Reina Sofía y Eslovaquia. Las dos calles –de reciente urbanización- están separadas entre sí unos cien metros y el desnivel entre el firme de ambas es de unos 40 metros; un importante desnivel, en cualquier caso.
Alguna mente ilustre del gobierno municipal, vino en convenir que la forma más sencilla y directa de llegar desde una calle a la otra, obviando las tradicionales escaleras que están ya muy vistas y arcaicas, no era sino construir un tobogán que enlazara ambas calles.
El disparate, aprobado en Pleno Municipal, vio la luz verde contando con los alicientes favorables de que sería el mayor tobogán urbano de la Unión Europea y que los vecinos se iban a divertir una jartá. La elección no estuvo mal, satisfizo al personal… que cantaría Javier Krahe en aquello de Villatripas.
Aunque pueda parecer mentira, el proyecto siguió adelante y se construyó e instaló el tobogán dichoso, que fue inaugurado con gran pompa y boato, corte de cinta, banda de música y presentación en todos los medios de comunicación social como paradigma de lo modernos y marchosos que podemos llegar a ser. No me pregunten si alguien probó el tobogán antes de abrirse al público porque la verdad es que no lo sé… ni quiero saberlo.
Faltaba que los vecinos comenzaran a utilizarlo.
Y comenzaron.
El Centro de Salud no tardó en irse llenando de lesionados y contusionados.
La oficina del Ayuntamiento de indignados y cabreados.
Un vecino decía:
Es que adquieres una velocidad espantosa, y al final el tobogán te escupe como quien escupe un hueso de aceituna. Te pegas una hostia, del copón.
Una señora alegaba:
Me he tirado con las bolsas de la compra, que he perdido. Tengo los brazos desollados. Me he pegado un talegazo que me ha dejao baldá. Y lo peor es que abajo del tobogán había dos policías que cuando me han visto levantarme se estaban riendo.
Otra señora aseguraba, tremendamente indignada, que una chica joven había perdido la falda en la bajada y que el tobogán la había escupido en bragas. Los jubilados, en vez de irse al paseo marítimo, se sientan bajo el tobogán a pasar el rato, que es más divertido.
Podría añadir decenas de testimonios, unos absolutamente ciertos y otros inventados que cuentan fabulas maquiavélicas sobre el famoso tobogán. A río revuelto ganancia de pescadores, los medios que antes se hicieron eco de la asombrosa idea municipal, ahora no dejan de poner a parir el equipo de gobierno y les tachan poco menos que de irresponsables y visionarios.
Tal es así que el alcalde se ha visto en la obligación de clausurar apresuradamente el tobogán a la espera que la empresa constructora le vuelva a echar un vistazo y lo adecue al fin para el que fue construido, que no era el que se mataran los vecinos.
O eso o desmontarlo definitivamente.
Y es que… ¡¡a quién se le ocurre, jomío!!
Nota del Maestro Vidriero:
Les voy a contar, queridos tertulianos, que en la localidad de Estepona… allende el Peñón de la Ignominia, existen dos calles paralelas y colindantes que se denominan Avda. Reina Sofía y Eslovaquia. Las dos calles –de reciente urbanización- están separadas entre sí unos cien metros y el desnivel entre el firme de ambas es de unos 40 metros; un importante desnivel, en cualquier caso.
Alguna mente ilustre del gobierno municipal, vino en convenir que la forma más sencilla y directa de llegar desde una calle a la otra, obviando las tradicionales escaleras que están ya muy vistas y arcaicas, no era sino construir un tobogán que enlazara ambas calles.
El disparate, aprobado en Pleno Municipal, vio la luz verde contando con los alicientes favorables de que sería el mayor tobogán urbano de la Unión Europea y que los vecinos se iban a divertir una jartá. La elección no estuvo mal, satisfizo al personal… que cantaría Javier Krahe en aquello de Villatripas.
Aunque pueda parecer mentira, el proyecto siguió adelante y se construyó e instaló el tobogán dichoso, que fue inaugurado con gran pompa y boato, corte de cinta, banda de música y presentación en todos los medios de comunicación social como paradigma de lo modernos y marchosos que podemos llegar a ser. No me pregunten si alguien probó el tobogán antes de abrirse al público porque la verdad es que no lo sé… ni quiero saberlo.
Faltaba que los vecinos comenzaran a utilizarlo.
Y comenzaron.
El Centro de Salud no tardó en irse llenando de lesionados y contusionados.
La oficina del Ayuntamiento de indignados y cabreados.
Un vecino decía:
Es que adquieres una velocidad espantosa, y al final el tobogán te escupe como quien escupe un hueso de aceituna. Te pegas una hostia, del copón.
Una señora alegaba:
Me he tirado con las bolsas de la compra, que he perdido. Tengo los brazos desollados. Me he pegado un talegazo que me ha dejao baldá. Y lo peor es que abajo del tobogán había dos policías que cuando me han visto levantarme se estaban riendo.
Otra señora aseguraba, tremendamente indignada, que una chica joven había perdido la falda en la bajada y que el tobogán la había escupido en bragas. Los jubilados, en vez de irse al paseo marítimo, se sientan bajo el tobogán a pasar el rato, que es más divertido.
Podría añadir decenas de testimonios, unos absolutamente ciertos y otros inventados que cuentan fabulas maquiavélicas sobre el famoso tobogán. A río revuelto ganancia de pescadores, los medios que antes se hicieron eco de la asombrosa idea municipal, ahora no dejan de poner a parir el equipo de gobierno y les tachan poco menos que de irresponsables y visionarios.
Tal es así que el alcalde se ha visto en la obligación de clausurar apresuradamente el tobogán a la espera que la empresa constructora le vuelva a echar un vistazo y lo adecue al fin para el que fue construido, que no era el que se mataran los vecinos.
O eso o desmontarlo definitivamente.
Y es que… ¡¡a quién se le ocurre, jomío!!
Nota del Maestro Vidriero:
A primeros de agosto de 2019, el tobogán de la polémica fue
desmontado por la misma empresa que lo instaló. El ayuntamiento aclara que ni
su instalación, ni su retirada, ha supuesto coste alguna para las arcas
municipales.
Clip aquí para ir a la noticia.
Clip aquí para ir a la noticia.
11/6/19
el Cristo del Zapato
En la cima del monte Chichinabo… perdón, quise decir Chinchirilla, 300 metros por encima de las casas más elevadas del granadino pueblo de Pinos del Valle, se encuentra la ermita del Santo Cristo del Zapato. Fue construida en torno a 1920 sobre los restos de otra ya existente.
Como estos 300 metros de desnivel deben ser salvados en una longitud de sólo dos kilómetros, el resultado es una cuesta del copón. Natural sería que no hubiera Cristo en el mundo más poco visitado que este.
Como estos 300 metros de desnivel deben ser salvados en una longitud de sólo dos kilómetros, el resultado es una cuesta del copón. Natural sería que no hubiera Cristo en el mundo más poco visitado que este.
El Cristo que nos ocupa está representado en un cuadro del siglo XVIII que personifica un crucificado que luce un zapato en su pie izquierdo; el derecho se encuentra sobre un cáliz a sus pies. Le acompañan, a ambos lados, las añadidas figuras de San Roque y San Sebastián, que son los patrones del pueblo.
Esta imagen es distinta a todas las demás de Cristo crucificado en las que se contemplan la desnudez, las heridas, el dolor, la agonía y la muerte. En esta imagen se le ve en la cruz, pero vivo, su expresión no es de dolor es de paz y serenidad, con los ojos abiertos mirando al mundo con misericordia. La corona no es de espinas sino de rey. No está desnudo sino vestido con alba y estola significando que es el sumo sacerdote, pontífice entre dios y los hombres.
… datos todos estos obtenidos de la Wikipedia y de diversas web’s que se ocupan de tan especial enclave.
Cada día 3 de mayo, en alegre romería, el Santo Cristo del Zapato –que ha sido bajado previamente unos días antes- es vuelto a subir a su ermita donde ya queda durante todo el año.
Cada día 3 de mayo, en alegre romería, el Santo Cristo del Zapato –que ha sido bajado previamente unos días antes- es vuelto a subir a su ermita donde ya queda durante todo el año.
Pues bicheando hace ya algún tiempo entre folletos de viajes, fotos y aventuras, di con tan singular Cristo en tan singular ermita, y desde entonces no abandoné la idea de pasar algún día a cumplimentarlo. Y ese día, que ya se iba retrasando, fue el pasado 9 de junio.
Con la adecuada compañía de mi hijo Victor y mi nieto Sergio –no es ruta para hacer en soledad-, serían las 10 de la mañana cuando ya estábamos junto al coqueto lavadero público de Pinos del Valle, donde se inicia el empinado sendero que entre pinos y enebros nos llevará a los pies del Cristo.
Consejo nada desdeñable es llevar agua para la subida y merienda para tomar una vez coronas la plataforma de la ermita; mientras la trasiegas y recuperas el pulso, te puedes deleitar con las inmejorables vistas a los cuatro puntos cardinales. A tus pies, gran parte del Valle de Lecrín, con el embalse del pantano de Béznar al fondo.
Consejo nada desdeñable es llevar agua para la subida y merienda para tomar una vez coronas la plataforma de la ermita; mientras la trasiegas y recuperas el pulso, te puedes deleitar con las inmejorables vistas a los cuatro puntos cardinales. A tus pies, gran parte del Valle de Lecrín, con el embalse del pantano de Béznar al fondo.
Mientras subíamos hacia la cima, comentamos –más que nada para entretener a Sergio- que en el año 2009 un rayo partió la ermita por la mitad, circunstancia que no demuestra otra cosa que el Altísimo no está muy al tanto de cómo manejar los fenómenos naturales. Suceso este que no le fue extraño pues en su propio pueblo, la almeriense Vera, un rayo decapitó la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en el año 2011.
Luego veríamos que aquí el hombre, mucho más previsor, ha instalado junto a la ermita un enorme y eficiente pararrayos que evitará disgustos similares en el futuro.
También parece oportuno hacer constar –al César lo que es del César- que fue Sergio quien menos notó el desnivel que separa el lavadero de la ermita; sus pocos kilos y sus menos años no eran en absoluto comparables a los dos vejestorios con quien compartió la subida.
Subida que si es complicada hacer a pie, ya no te digo hacerla en bicicleta de montaña, como la hacían un grupo de esforzados cicleros que nos encontramos a mitad de subida y que ante la ineludible necesidad de echar pie a tierra en algún tramo, nos contaron que habían iniciado su excursión en La Zubia, a 50 kilómetros de la ermita. Y que luego tocaba volver.
Nos resultó particularmente curioso que se pudiera acceder libremente al interior de la ermita. La puerta estaba atada simplemente con un cordón de zapatilla deportiva; cordón que tuvimos especial cuidado en sujetar de igual modo que lo encontramos al llegar. Dentro de la ermita, de no más de seis metros cuadrados, todo estaba limpio, aseado y en orden. Unas velas votivas encendidas y las andas de trasladar al santo apartadas a un lado en el suelo.
En estos tiempos de inseguridad y cafrerío, tal disponibilidad de acceso, nos llamó particularmente la atención.
En estos tiempos de inseguridad y cafrerío, tal disponibilidad de acceso, nos llamó particularmente la atención.
Ahora tocaba bajar, lo que sin duda iba a resultar un especial castigo para nuestras maltrechas rodillas, exceptuadas –claro está- las de Sergio.
Allí, en tan pintoresco y elevado otero, rozando las nubes, quedaba el Santo Cristo del Zapato. Buen lugar desde el que proteger a todos los pineros, gentilicio de los habitantes del ahora conocido por Pinos del Valle, antes Pinos del Rey y mucho antes por Alauxa.
25/4/19
el derrumbe
De amanecida hubo un pequeño temblor sísmico. Nada importante; uno más de los muchos que sacuden este sur del sur. Nada que ocupara los comentarios de los parroquianos más allá del mediodía.
A media mañana vino a visitarnos otro de nuestros compañeros habituales, un fuerte viento de poniente que rizó la superficie del mar y puso música en las drizas de los veleros que se mecen en el puerto deportivo.
Y sobre las 16.30 horas, cuando la hora de la siesta… o del café… sucedió lo imprevisto: Se vino abajo con estrépito toda la fachada del Club Costa.
Tras el ruido ensordecedor, la calle Úbeda quedó envuelta en una espesa niebla de polvo y cascotes. Nadie, al mirar hacia el punto de la tragedia, sabía a ciencia cierta que era lo que había pasado.
Lo que había pasado es que una fachada de 50 metros de longitud, quizás empujada por el viento y seguro que en mal estado de conservación se había derrumbado sobre una calle de normal bastante transitada. Justo sobre la puerta del bar Hermoso, establecimiento de hostelería –buenas tapas y mejor cerveza- que visitamos muy a menudo y del que somos clientela fija.
Cuando el polvo se fue despejando la gente corrió hacia los coches sepultados entre los cascotes temiendo encontrar lo que era lógico, los cuerpos maltrechos de sus ocupantes o de los viandantes que por allí cruzaban en aquel momento. Pero ayer era San Melito, y ya que no pudo evitar el desprendimiento al menos esperó el momento –raro, rarísimo- en el que nadie pasaba por la calle.
Policía, Bomberos, Ambulancias, Protección Civil… allí se lió la de Dios es Cristo. Regresaba yo con la boscomoto de hacer gestiones propias de mi situación laboral y pretendía acceder a mi calle cuando la policía me lo impidió; la zona estaba cortada. Dejé a Katalina tirada por allí y desenfundé a Nikita. Mi vena de freelance y reportero de guerra se vino arriba. Aproveché que alguien abría el portal de un edificio colindante y por allí me colé –como en la fiesta de Mecano- para acercarme al punto Cero.
Lo demás lo pueden ver en el documento gráfico que sigue. Fue a las 16.20 horas del día 24 de abril de 2019; doy fe.
A media mañana vino a visitarnos otro de nuestros compañeros habituales, un fuerte viento de poniente que rizó la superficie del mar y puso música en las drizas de los veleros que se mecen en el puerto deportivo.
Y sobre las 16.30 horas, cuando la hora de la siesta… o del café… sucedió lo imprevisto: Se vino abajo con estrépito toda la fachada del Club Costa.
Tras el ruido ensordecedor, la calle Úbeda quedó envuelta en una espesa niebla de polvo y cascotes. Nadie, al mirar hacia el punto de la tragedia, sabía a ciencia cierta que era lo que había pasado.
Lo que había pasado es que una fachada de 50 metros de longitud, quizás empujada por el viento y seguro que en mal estado de conservación se había derrumbado sobre una calle de normal bastante transitada. Justo sobre la puerta del bar Hermoso, establecimiento de hostelería –buenas tapas y mejor cerveza- que visitamos muy a menudo y del que somos clientela fija.
Cuando el polvo se fue despejando la gente corrió hacia los coches sepultados entre los cascotes temiendo encontrar lo que era lógico, los cuerpos maltrechos de sus ocupantes o de los viandantes que por allí cruzaban en aquel momento. Pero ayer era San Melito, y ya que no pudo evitar el desprendimiento al menos esperó el momento –raro, rarísimo- en el que nadie pasaba por la calle.
Policía, Bomberos, Ambulancias, Protección Civil… allí se lió la de Dios es Cristo. Regresaba yo con la boscomoto de hacer gestiones propias de mi situación laboral y pretendía acceder a mi calle cuando la policía me lo impidió; la zona estaba cortada. Dejé a Katalina tirada por allí y desenfundé a Nikita. Mi vena de freelance y reportero de guerra se vino arriba. Aproveché que alguien abría el portal de un edificio colindante y por allí me colé –como en la fiesta de Mecano- para acercarme al punto Cero.
Lo demás lo pueden ver en el documento gráfico que sigue. Fue a las 16.20 horas del día 24 de abril de 2019; doy fe.
22/4/19
Acinippo
Acompañamiento musical,
Debería empezar diciendo que no encontrarán Acinipo camino de ninguna parte. Para llegar al Yacimiento Arqueológico de lo que ahora se dio en llamar Ronda la Vieja, deberán sus mercedes programar y buscar el lugar. Aquello se encuentra apartado de cualquier ruta de paso y, por decirlo de alguna manera, alejado del mundanal ruido.
A unos 20 kilómetros de Ronda, en la carretera hacia Sevilla, deberán estar atentos al desvío que, a la derecha, te introduce en una pequeña calzada que te acercará al enclave. Diez o doce kilómetros más adelante, otro desvío –esta vez a la izquierda- y ya estarás en el camino que en un par de kilómetros más te pondrá a las puertas de la vieja ciudad de Acinippo. La señalización hasta llegar aquí no pasa de discreta. Estas son las coordenadas, para quien no se quiera calentar la cabeza y esté dispuesto a realizar la excursión: 36°49′55″N 5°14′25″O
También debería apuntar que tuve las venerables ruinas bajo las faldas de mi mesa camilla en buena parte de mi existencia. Pero no eran tiempos de turismo, ni de excursiones ni de otra cosa que no fuera el pan y el trabajo, no sé si por ese orden. Tuvo que ser cuando procurar el uno o el otro no era ya asunto esencial, cuando hubo lugar a poner los pies en la vieja Acinipo.
La época de esplendor de la ciudad –llegó a acuñar su propia moneda- se dio entre el final del siglo I a.d.c. y el siglo III d.d.c. en que fue decayendo hasta quedar abandonada. En la ocupación árabe de la península fue utilizada como observatorio.
El lugar se conforma como una pronunciada ladera repleta en la actualidad de agrupamientos de piedras sueltas. Mis fuentes, dignas de todo crédito, señalan que no son más que eso, apilamientos de material procedente de derrumbes y efectuados por antiguos ocupantes del terreno para permitirles el labrantío. Muchas de estas piedras, y sillares de las nobles construcciones, han terminado en los cortijos y caseríos de la zona.
A mitad de esta ladera encontramos los vestigios de una domus o casa señorial romana. Como todo el yacimiento, no se ha terminado de excavar, por lo que la mitad de esta historia aún está por escribir.
Más arriba, casi llegados a la cima, se encuentra el Teatro, que es el edificio más importante del yacimiento. Es uno de los más antiguos de Hispania y en su graderío, excavado en la propia roca, se sentaban unas dos mil personas.
Llegados al final de la colina, nos encontramos un murete de piedra que parece indicarnos el final del recorrido, pero aún nos aguarda una agradabilísima sorpresa; al acercarnos al muro comprobamos que este no es sino la protección al cortado vertical que aquí produce el terreno y que nos asoma, en un balcón inigualable, al valle del embalse de Zahara-el Gastor, con el telón de fondo de la Sierra de Grazalema.
El espectador curioso podrá observar en el fondo del valle dos grandes edificaciones, a las que se llega por señoriales entradas, y que pudiera confundir con los típicos cortijos andaluces. Pudieran serlo, pero no. En realidad se trata de las bodegas Ramos-Paul y Ronda la Vieja; de las que también aconsejo la visita.
Conforme descendemos hacia la salida encontramos los restos de las importantes Termas, que dotadas de una palestra permitían combinar el baño con los entrenamientos deportivos. Y para entrenamientos, la caminata que nos hemos pegado. Ahora lo que pega es acercarse a una de las innumerables Ventas de la zona y ponerte tibio con tu cerveza favorita y las chacinas del lugar. Las de Arriate, a un tiro de honda, son famosas en el mundo entero. Que les aproveche.
Debería empezar diciendo que no encontrarán Acinipo camino de ninguna parte. Para llegar al Yacimiento Arqueológico de lo que ahora se dio en llamar Ronda la Vieja, deberán sus mercedes programar y buscar el lugar. Aquello se encuentra apartado de cualquier ruta de paso y, por decirlo de alguna manera, alejado del mundanal ruido.
A unos 20 kilómetros de Ronda, en la carretera hacia Sevilla, deberán estar atentos al desvío que, a la derecha, te introduce en una pequeña calzada que te acercará al enclave. Diez o doce kilómetros más adelante, otro desvío –esta vez a la izquierda- y ya estarás en el camino que en un par de kilómetros más te pondrá a las puertas de la vieja ciudad de Acinippo. La señalización hasta llegar aquí no pasa de discreta. Estas son las coordenadas, para quien no se quiera calentar la cabeza y esté dispuesto a realizar la excursión: 36°49′55″N 5°14′25″O
También debería apuntar que tuve las venerables ruinas bajo las faldas de mi mesa camilla en buena parte de mi existencia. Pero no eran tiempos de turismo, ni de excursiones ni de otra cosa que no fuera el pan y el trabajo, no sé si por ese orden. Tuvo que ser cuando procurar el uno o el otro no era ya asunto esencial, cuando hubo lugar a poner los pies en la vieja Acinipo.
La época de esplendor de la ciudad –llegó a acuñar su propia moneda- se dio entre el final del siglo I a.d.c. y el siglo III d.d.c. en que fue decayendo hasta quedar abandonada. En la ocupación árabe de la península fue utilizada como observatorio.
El lugar se conforma como una pronunciada ladera repleta en la actualidad de agrupamientos de piedras sueltas. Mis fuentes, dignas de todo crédito, señalan que no son más que eso, apilamientos de material procedente de derrumbes y efectuados por antiguos ocupantes del terreno para permitirles el labrantío. Muchas de estas piedras, y sillares de las nobles construcciones, han terminado en los cortijos y caseríos de la zona.
A mitad de esta ladera encontramos los vestigios de una domus o casa señorial romana. Como todo el yacimiento, no se ha terminado de excavar, por lo que la mitad de esta historia aún está por escribir.
Más arriba, casi llegados a la cima, se encuentra el Teatro, que es el edificio más importante del yacimiento. Es uno de los más antiguos de Hispania y en su graderío, excavado en la propia roca, se sentaban unas dos mil personas.
Llegados al final de la colina, nos encontramos un murete de piedra que parece indicarnos el final del recorrido, pero aún nos aguarda una agradabilísima sorpresa; al acercarnos al muro comprobamos que este no es sino la protección al cortado vertical que aquí produce el terreno y que nos asoma, en un balcón inigualable, al valle del embalse de Zahara-el Gastor, con el telón de fondo de la Sierra de Grazalema.
El espectador curioso podrá observar en el fondo del valle dos grandes edificaciones, a las que se llega por señoriales entradas, y que pudiera confundir con los típicos cortijos andaluces. Pudieran serlo, pero no. En realidad se trata de las bodegas Ramos-Paul y Ronda la Vieja; de las que también aconsejo la visita.
Conforme descendemos hacia la salida encontramos los restos de las importantes Termas, que dotadas de una palestra permitían combinar el baño con los entrenamientos deportivos. Y para entrenamientos, la caminata que nos hemos pegado. Ahora lo que pega es acercarse a una de las innumerables Ventas de la zona y ponerte tibio con tu cerveza favorita y las chacinas del lugar. Las de Arriate, a un tiro de honda, son famosas en el mundo entero. Que les aproveche.
25/3/19
¿Dónde están ahora los gallos del corral?
Tenía esto abandonado; es hora de ir añadiendo nuevos cristalitos. Y vale para ello una reflexión en voz alta.
Paseaba el otro día las calles de Vera, un pueblo del levante almeriense cuando me sorprendió la llamativa presencia de un mural que ocupaba toda la fachada de lo que otrora fue un cine de verano. Por vete tú a saber que maléfica asociación de ideas fue instantáneo se me subiera al campanario la imagen de Juana Rivas; la madre coraje a decir de algunos.
Era el verano de 2016 cuando la tal Juana decidió, por su cuenta y riesgo, sustraer a sus dos hijos de la presencia del padre, abandonar el país –Italia- en que vivían e instalarse en Maracena, un pueblo de Granada donde fue recibida como a la mismísima Juana de Arco cuando se iba a comer a los ingleses. Olvidaba Juana que fueron los propios franceses los que luego la entregaron.
A favor de viento, porque es la moda y lo que tocaba, Juana fue asesorada para que formulara una nueva denuncia por violencia machista contra su marido. Ello le aseguraría, de todas todas, la custodia de sus hijos. A su marido –la verdad no importa- que le dieran mucho por culo.
Tal fue el revuelo que se formó –recordarán aquello de TODOS SOMOS JUANA- que hasta los primeros espadas políticos, Rajoy y Susana Díaz a la cabeza, mostraron públicamente su apoyo a la heroína del pueblo. Lo correcto, en política, es dejarse llevar por los que gritan en la calle.
En todo aquello tuvo mucho que ver una tal Paqui Granados, responsable del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Maracena, feminá convencida y con una larga trayectoria de basureo político. Había que escuchar vocear aquellos días a la Paqui de los cojones blandiendo los derechos de la mujer como Gabriel amenazaba con la espada flamígera.
Al punto, alguien se empezó a oler que detrás de todo aquello había gato encerrado y el apoyo político le fue siendo retirado poquito a poco, sin hacer ruido, como el que ha tirado la piedra y esconde la mano.
Afortunadamente, la justicia –y más la europea- no funciona a golpe de populismo; y ya es difícil a juzgar por el jaleo que forman los movimientos feminoides. A día de hoy, Juana Rivas ha sido condenada por sentencia firme a cinco años de cárcel, le ha sido retirada la custodia de los hijos a quienes tiene que pasarles una pensión compensatoria, ha perdido la patria potestad y se ve obligada a seguir un tratamiento psicológico dada la comprobada desorganización mental que padece y la compulsiva manipulación que ejerció sobre los niños en contra del padre, consecuencia de la cual uno de ellos también debe recibir asistencia psicológica. Todo esto no lo digo yo, lo dicen medios de comunicación social que, en principio, tengo por imparciales.
Mi pregunta, mientras miro abstraido el retrato de Juana Rivas en la pared, es:
¿Dónde coño están ahora los gallos de aquel corral?
¿Dónde los que le hacían la ola?
¿Dónde los que la trataban como a la adalid de la causa feminista?
¿Dónde ese bicho que se apellida Granados?
Nunca, nunca, una persona estuvo peor aconsejada que la señora Rivas. Y nunca, ahora, tan sola.
Y no lo dice el maestro vidriero...
> Cuidado con quien te juntas
Paseaba el otro día las calles de Vera, un pueblo del levante almeriense cuando me sorprendió la llamativa presencia de un mural que ocupaba toda la fachada de lo que otrora fue un cine de verano. Por vete tú a saber que maléfica asociación de ideas fue instantáneo se me subiera al campanario la imagen de Juana Rivas; la madre coraje a decir de algunos.
Era el verano de 2016 cuando la tal Juana decidió, por su cuenta y riesgo, sustraer a sus dos hijos de la presencia del padre, abandonar el país –Italia- en que vivían e instalarse en Maracena, un pueblo de Granada donde fue recibida como a la mismísima Juana de Arco cuando se iba a comer a los ingleses. Olvidaba Juana que fueron los propios franceses los que luego la entregaron.
A favor de viento, porque es la moda y lo que tocaba, Juana fue asesorada para que formulara una nueva denuncia por violencia machista contra su marido. Ello le aseguraría, de todas todas, la custodia de sus hijos. A su marido –la verdad no importa- que le dieran mucho por culo.
Tal fue el revuelo que se formó –recordarán aquello de TODOS SOMOS JUANA- que hasta los primeros espadas políticos, Rajoy y Susana Díaz a la cabeza, mostraron públicamente su apoyo a la heroína del pueblo. Lo correcto, en política, es dejarse llevar por los que gritan en la calle.
En todo aquello tuvo mucho que ver una tal Paqui Granados, responsable del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Maracena, feminá convencida y con una larga trayectoria de basureo político. Había que escuchar vocear aquellos días a la Paqui de los cojones blandiendo los derechos de la mujer como Gabriel amenazaba con la espada flamígera.
Al punto, alguien se empezó a oler que detrás de todo aquello había gato encerrado y el apoyo político le fue siendo retirado poquito a poco, sin hacer ruido, como el que ha tirado la piedra y esconde la mano.
Afortunadamente, la justicia –y más la europea- no funciona a golpe de populismo; y ya es difícil a juzgar por el jaleo que forman los movimientos feminoides. A día de hoy, Juana Rivas ha sido condenada por sentencia firme a cinco años de cárcel, le ha sido retirada la custodia de los hijos a quienes tiene que pasarles una pensión compensatoria, ha perdido la patria potestad y se ve obligada a seguir un tratamiento psicológico dada la comprobada desorganización mental que padece y la compulsiva manipulación que ejerció sobre los niños en contra del padre, consecuencia de la cual uno de ellos también debe recibir asistencia psicológica. Todo esto no lo digo yo, lo dicen medios de comunicación social que, en principio, tengo por imparciales.
Mi pregunta, mientras miro abstraido el retrato de Juana Rivas en la pared, es:
¿Dónde coño están ahora los gallos de aquel corral?
¿Dónde los que le hacían la ola?
¿Dónde los que la trataban como a la adalid de la causa feminista?
¿Dónde ese bicho que se apellida Granados?
Nunca, nunca, una persona estuvo peor aconsejada que la señora Rivas. Y nunca, ahora, tan sola.
Y no lo dice el maestro vidriero...
> Cuidado con quien te juntas
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