La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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19/4/16

¡... el hijo puta el Sherpa! (*)

-Antoñito… a ti tenían que encerrarte los fines de semana. Porque no hay uno que no engañes a alguien, lo emborraches, lo pierdas, o lo embarques en una aventura por la que te jurará odio eterno.

Así conveníamos, frente a los exquisitos pintxos y el correspondiente cervecerio de la tasca Maitetxu, a espaldas de los juzgados de Estepona. Lugar muy recomendable por su excelente bebida y mejor comida. La tasca, digo.

Porque lo que había programado para el domingo por la mañana era un partido de tenis. Nada del otro mundo. Una hora y media en plan suavito; algo para distender los músculos, tonificar el espíritu y echarse unas risas.

Pero el sábado por la tarde me llamó mi amigo AA (a) el Sherpa, ya conocido en estas páginas. Pueden ver octubre/12, enero/15 y abril/15.

-Oye, a ti no te importaría cambiar el tenis por una rutita de senderismo. Es que la teníamos programada hace unos días y nos viene bien ahora. Lo mismo hasta localizamos una avioneta estrellada hace unos años.

A continuación, estoy seguro, se oyeron los siguientes adjetivos: rutita, asequible, divertida, un par de horas, verano azul, mariconada y alguno más que se me escapa.
Uno, con ganas de socializar, como si no conociera el paño, dijo que si.

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Pueden seguir la ruta en el trazado de las torretas.

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Literalmente premonitorio.

A las ocho de la mañana, con un bastón de senderismo prestado, las zapatillas de tenis, un plátano en la mochila y un mosqueo del quince… allí estaba el tío, que no se diga.

Llegaron los otros expedicionarios, AM y AX, que al verme las pintas se miraron un tanto con lástima y otro tanto con resignación. Miraron al Sherpa de modo inquisitivo, pero callaron como putas. A quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga, debieron pensar.

El Alto de los Reales, en la Sierra Bermeja de Estepona, alcanza una cota de 1400 metros. Mil cuatrocientos metros en una distancia, en línea recta, de aproximadamente 9 kilómetros. Hágase su merced una idea del desnivel medio.

Subimos con dos coches y dejamos uno en la cima, junto al refugio. Bajamos con el otro e iniciamos la subida a pie de falda. La idea era seguir el trazado que marcan unas torretas de conducción eléctrica que se aúpan desde la costa hasta la cima de la montaña; de torreta a torreta hasta coronar en la cima.

No hay sendero, no hay camino. Sólo hay trochas, piedras, riscos y unas cuestas del copón. Si acaso, como elemento favorable, que la zona bajo las torretas está desbrozada de vegetación por mandato legislativo.

En la segunda torreta –apenas empezado- ya me quería volver. Era lo que mi edad, el sentido común y la prudencia aconsejaban. Pero no he aprendido. O no quería hacerles el feo. O es que era mi destino.

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Por allí tiene que ser.

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En la cuarta torreta bromeábamos con el título que daría a esta crónica. Para aquel entonces ya lo tenía claro. Ustedes lo han leído.

A medio camino, ya sin posibilidad de retorno, mi única preocupación era saber si sería capaz de terminar aquello. Juro por los cordones de las chanclas del Capitán Trueno que no las tenía todas conmigo.

A una altura sólo seguía otra altura. A un risco escalado, otro. A una torre, otra torre, perdiéndose el tendido eléctrico allá en las alturas, entre la niebla. Las cabras monteses, desde sus atalayas, nos miraban escépticas y se decían: Están locos estos romanos.


No se sabe que es peor, que la niebla cubra el horizonte o que te dejo verlo, atemorizándote con el “hasta aquí tienes que subir… si tienes huevos”.
Huevos no sé, cordura… ninguna.

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Porque si a alguno de los cuatro mochileros nos pasa algo en el recorrido, en mi caso un infarto, en el los otros tres una simple torcedura de tobillo… ¿cómo lo sacamos de allí?
Es fácil, por el mismo método que se trasladó el material para levantar las torretas; con un helicóptero.

En la antepenúltima torreta, mis tres acompañantes tuvieron muy a bien indicarme el lugar en que uno de los últimos expedicionarios se había suicidado. Claro está que era coña. Aunque a mí, en aquel momento, me pareciera absolutamente real.

La culminación, tres horas y algo después de empezar, no me alivió en absoluto. Tenía los gemelos y el recto anterior desgañitados, dolor de riñones y ganas de vomitar.

Sólo un buen rato después, al abrigo de la Maitetxu y la ensaladilla rusa, comenzó el color a volver a mi cara.

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Están locos estos romanos.

Dice el hijo de puta del Sherpa, mi amigo a pesar de todo, que él no me engañó… que siempre dijo a dónde íbamos. Habría que contestarle, para que lo apunte en su libretilla de sherpa, que las verdades a medias son las mentiras más peligrosas, porque camuflan de verdad una engañifa.

También dice, mientras me mira extrañado, si no me sentí orgulloso al coronar la cima y sentir el abismo a los pies.
-Sabes de verdad lo que pensaba de mí al coronar? lo sabes?
Pues que soy, irremediablemente, un gilipollas.
Anda, ponte otra cerveza.

(*) El lector deberá entender que el término “hijo de puta”, en el léxico andaluz que manejamos, dista muy mucho de su acepción literal. El calificativo, que siempre está originado en el cariño, no es sino una mezcla de admiración, incredulidad y… porqué no decirlo, puta envidia.
Quede constancia para evitar equívocos en el lector no documentado.

3 comentarios:

Mar dijo...

¡Ay, Capi, como me ha recordado mis tiempos de montañera!

Y no crea que no me ha pasado lo mismo, no una, sino mas veces.

Pero aquí estamos y lo hemos podido contar con orgullo, con algo de mieditis y con la convicción de que hacer el gilipollas de vez en cuando tampoco está tan mal :D.

Dorita/Alh. dijo...

Jajaja, muy buena la historia, me he reído. Y que no has sentido orgullo al culminar la cima no te lo creo, puede que no lo quieres reconocer delante el Serpa por el mosqueo, algo como dulce venganza jejeje. También creo que dentro de un año o así caerás otra vez en sus trampas! Abrazo.

Juan de Mairena dijo...

Está escrito. Volveré a caer en sus redes.
Gracias a las dos por vuestra visita.