La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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2/11/15

día de difuntos

Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

Una de las miserias que nos trajo la modernidad fue quitarnos el lugar donde rezar a los muertos. Tiempo faltará –mira, ya están ahí- para que venga algún espabilao a decirnos que a los muertos se les reza desde el corazón.
Si… pero no.

A los muertos, de toda la vida de dios y llegadas estas fechas, se les rezaba a pie de tumba, cara a cara y con el respeto y recogimiento debidos. Hoy, cuando al setenta por ciento de los fallecidos se les incinera, y otro veinte por ciento se tira al río, es casi imposible echarse un muerto a la cara.
Es por eso que nos importamos de los USA de América la fiesta esta jilipuertas del Jalogüin. A falta de muertos reales, bien nos valían muertos impostados.
Y somos tan tontos, tan tontos tan tontos, que hay medidores de mercado que ya indican que la noche del Jalogüin las discotecas y salas de fiestas superan el aforo que hacen la de Año Viejo.

Pero como les venía diciendo, hemos perdido la cercanía de los muertos. Los cementerios, ustedes lo habrán visto, cada noviembre están más desangelados.
Uno, que como dice mi gente es un poquito raro, de siempre gustó en saber donde descansaban los restos de gente que le fue cercana, en la vida o en el corazón. Es por eso que una vez me recorrí calle por calle el cementerio de San Miguel del Cabo de Gata –pequeñito, es verdad-, hasta dar con la tumba de Manuel López (a) el Rabiate, que un día me puso en antecedentes de la historia que conté bajo el título de 20 de septiembre y cuyo protagonista llevaba el apodo de Rabiate en honor y memoria de aquel que la puso en mis manos.

También es la causa que hace unos días me plantara frente a la tumba de Leonor -13 años cuando don Antonio cortó su flor-, a la sombra de la iglesia de Santa María del Espino y del Monte de las Ánimas, para leer sobrecogido los versos que encabezan esta crónica. Uno de agosto de 1912, reza en la lápida, como ustedes pueden comprobar. Collioure queda más lejos; pero confío que, en un día como este, les sea dada la posibilidad de volver a darse un paseo de la mano allá por donde el Duero traza su curva de ballesta.

Les ha contado quien tiene dicho que sus cenizas sean esparcidas, a partes iguales, frente al mar del Cabo y en los olivos que rodean la ermita de la Virgen de los Remedios.
Esto no ha sido, lo habrán entendido, más que un ejercicio de romanticismo.

15soriaC (6)ph -priv-

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