Alguien tuvo un día la mala idea de plantar su tronco junto al de un ficus milenario.
No debía ser el hombre un entendido, ni un jardinero primoroso, ni siquiera alguien con sensibilidad superior a la de una algarroba.
Eso sucedió cuando nuestra protagonista apenas era una mocita.
Y desde entonces vive en una lucha contrareloj por la supervivencia.
Esto es así porque, desde aquel aciago día el ficus milenario, mira tú que gracia, tiene como único objetivo engullirla. A la vista de todos y sin remedio posible.
La fuerza de la juventud obró el milagro que lograra atravesar con su cresta la frondosa maleza del ficus para recibir los rayos de sol que la mantienen viva, pero ya va siendo mayor… las fuerzas escasean… y el bocado vegetal y asesino se cierne cada vez más cerca sobre su tronco.
La humanidad, a todo esto, se pasea indiferente a la sombra de la tragedia. Ni siquiera mereció nunca –hasta ahora- la atención del fotógrafo o de la asociación benéfica de turno que la libre de un fatal desenlance. Los transeúntes derraman su prisa bajo sus hojas, ciegos, insensibles, sin el gramo de cordura que les haga levantar la vista del suelo y les enfrente con el drama.
Mientras tanto, la palmera estresada se estira en un postrer intento de tomar la última bocanada de aire, el último rayo de sol, que le permita vivir media hora más.
Ha conseguido, eso si, ser la palmera más alta de la comarca.
Pero esas, desde luego, no son formas de vivir.
Paseo de Almería, la palmera estresada
La Vidriera del Mairena
13/7/14
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1 comentario:
Yo, esa Palmera la veo mas bien 'cobijada' ¿no?
Se puede 'ver el vaso medio vacío o medio lleno'.
Salu2
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