El 28 de septiembre de 2012 amaneció lloviendo en Puerto Rey y Pueblo Laguna, dos urbanizaciones del término municipal de Vera (Almería) acostadas sobre el Mediterráneo y separadas por el cauce, siempre seco, del río Antas. Nada del otro mundo, agua embarrada para ensuciar coches y fachadas.
En un lugar donde la lluvia es la excepción, lo anecdótico, donde los hombres del tiempo habitualmente se estrellan, cuatro gotas mal contadas no es motivo suficiente siquiera para sacar el paraguas.
Aquí, al cauce del río Antas, se le conoce entre despectiva y banalmente por la rambla.
Otras circunstancias, sin embargo, iban a contribuir en hacer tragedia de lo cotidiano. De un lado la cantidad de agua caída no a nivel del mar, sino en la sierra, en el interior; de otro, la cantidad de elementos extraños acumulados, tras años de sequía, en el cauce seco del río o, lo que es lo mismo, en la rambla.
El sobrevenir de la crisis, la falta de mano de obra, la de previsión, el nunca pasa nada, son abonos más que suficientes para cosechar una desgracia.
A lo ya expuesto vamos a añadirle que tanto Puerto Rey, como Pueblo Laguna, como otras urbanizaciones de la zona están construidas en terreno descaradamente anegables. Hecho este vox populi, de conocimiento general, porque raro es el invierno que los vecinos no se ven abocados al achique de agua de sus viviendas. Pero circunstancia que peligrosa e imprudentemente se ignoró cuando de construir y llenarse el bolsillo se trataba por la panda de avariciosos e irresponsables que florecieron como setas al calor del boom urbanístico.
Aquí se cumplió el refrán de “Septiembre valiente seca las fuentes o lleva los puentes”. Así que el cielo dijo “agua va” y el agua comenzó a caer a cántaros en el embudo que conforman las estribaciones de la Sierra de los Filabres y la de Lúbar, agua que se fue canalizando en los naturales cauces de desagüe de los ríos Antas y Almanzora. Hasta 130 litros por metro cuadrado se vertieron en esta zona. El río Antas, repleto de porquería en su cauce, no fue capaz de digerir tanto líquido.
La crecida fue arrastrando cañas, árboles, matorral, desechos múltiples y todo cuanto, inoportunamente, se encontraba en el lecho del río.
Y el agua que no caía del cielo en Pueblo Laguna o Puerto Rey llegó brava y envasada por el río.
Las dos urbanizaciones, junto a la playa, están separadas únicamente por el río que salva un puente sin pretensiones. La suciedad que arrastraban las aguas fue taponando los ojos del puente que, desgraciadamente, resistió.
Sencillamente la riada desbordó el puente por ambos lados, salió del cauce y anegó la zona de las urbanizaciones pegadas al río.
Si el puente hubiera reventado toda esa agua hubiera ido directamente al mar, con lo que los daños se hubieran minimizado.
No fue así y el resultado final fueron tres personas muertas, daños materiales incontables, daños morales aún más elevados, conductas heroicas, cruce de acusaciones entre los distintos responsables de la tragedia y barro para enterrar a Zafra.
Pueblo Laguna hizo honor a su apellido.
Diez días después de aquello, Nikita y yo nos dimos una vuelta por el lugar. Lo que vimos lo he querido resumir en diez imágenes.
esto era la playa de Vera
y esto una pista de tenis... ¡tie break!
¡adios Mercedes!
y adios lavadora
en esta foto y en la anterior pueden apreciar la altura que alcanzó el agua
la cultura puesta a secar
y los colchones también
barro...
...y desolación por cualquier parte.
Quede constancia en La Vidriera de tan desastroso suceso.
18 de septiembre de 2013
Tras la tempestad vino la calma.
Ha pasado tiempo, pero el lugar vuelve a tener, poco a poco, su habitual fisonomía.
El hotel México ha vuelto a abrir sus puertas y el Club Deportivo Puerto Rey luce sus pistas otra vez acondicionadas.
Ahora luce el sol.
Hasta otra…
La primera de las pistas que vemos es aquella en la que antes lucían el cubo de basuras y el contenedor de las obras.
La Vidriera del Mairena
9/11/12
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