La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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8/7/08

Crónicas Teruelinas / las tierras de Ibn Razín

"Tengo las cinco cualidades para pasar entre los hombres;
Sabiduría, paciencia, un punto de atrevimiento, el don de la oportunidad y el silencio"

(Abu Meruan Abdelmelic, poeta y gobernante)

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Si su merced tuvo los santos cojones de llegar hasta Teruel, le aconsejo fervientemente que no abandone estos lugares sin visitar Albarracín, a un tiro de piedra de la capital por la recién estrenada A-23. Tan recién puesta que no aparece en mi navegador.

De cualquier forma, nadie se va a perder en Teruel porque ya está todo lo suficientemente perdido. Única forma posible de poder encontrarlo agradablemente.

Tome su merced la susodicha A-23 y tire pa Zaragoza. Aún no se le habrá calentado el motor cuando llegará a la altura de Cella, abandone la autovía y una carreterica de las de toda la vida, estrecha, sinuosa, con baches inesperados y encajada entre rodenos y sabinas, le pondrá a las puertas de la sierra de Albarracín y del pueblo del mismo nombre, conjunto histórico-artístico desde que el Generalísimo cortejaba a Carmen Collares.

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A medio camino entre Cella y Albarracín podrá ir abriendo boca con las ruinas del castillo de Santa Crochet y los frondosos bosques de pino, cedros y chopos que beben de las aguas del Guadalaviar. Entre unos y otros, algún aprisco bien conservado nos trae memoria de las ocupaciones de los hombres del lugar.

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Ya en Albarracín debería dejar el coche en la carretera, a la entrada misma del pueblo, entre el hotel Doña Blanca y la oficina de Turismo que, dicho sea de paso, no abre antes de las doce. Como le supongo con calzado de patear, sumérjase en las calles de la ciudad accediendo a ellas por la empinada cuesta de Bernardo Zapata, que le llevará a la mismísima Plaza Mayor.

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Calles estrechas, sombreadas, de penumbra sorprendente conseguida por el casi tocar de los tejados. Párese en casa de la Julianeta y en la del Chorro, visite la iglesia catedral que yo no pude porque estaba cerrada por obras y, al llegar al final del pueblo, allá por el cementerio, no deje de visitar el museo municipal y saludar a los civiles que tienen su cuartel allí mismico.

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Si aún le quedaron ganas de caminar, que ya serian ganas, patéese la muralla árabe cual emisario de los infieles en busca de alguien a quien lancear.

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Antes de volver, abajo, al otro lado del río, dése una vuelta por el museo del juguete. Un viaje al pasado y no sólo jugueteril.
Yo eché de menos a los clips de Famobil, los juegos reunidos Geyper y, en la escuela, El Catón.
Claro que su merced, infinitamente más joven que yo, ni siquiera sabe de lo que le estoy hablando.

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Mañana abandonaré estas tierras para visitar la Expo/Maña. Estoy completamente seguro que no será mejor de lo que he visto hoy.

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