Lucía ha
cumplido este verano 11 años. Así que este curso escolar termina la primaria y
el próximo año comenzará en el instituto los estudios de ESO.
Lucía, por sus especiales circunstancias, siempre ha gozado de un punto especial de protección de su abuelo, que soy yo. Al otro abuelo, Casto, un buen hombre, poco pudo conocerlo.
Y desde que
comenzó su etapa escolar, cada jueves de cada semana, su abuelo… o sea yo, ha
entregado a Lucía un huevo Kinder antes de que entrara en el colegio. Si, un
huevo de esos de chocolate que traen dentro una sorpresa. Si de invierno en invierno, si de verano en verano. Cosa que sigue
sucediendo a día de hoy.
Era una
forma, mi forma, de hacerle ver a Lucía que ahí estaba su abuelo por si venían
mal dadas… o peor dadas, que todo se puede esperar. Luego resultó que la vida
me sorprendió haciéndome ver que Lucía era un estiloso camaleón que se adaptaba, sin
estridencias, a los vaivenes que la vida le iba presentando.
El caso es
que este año, cuando comenzaba el curso, y así en una conversación
abuelo/nieta, le espeté:
-Lucía, el
año que viene comienzas en el instituto. Tendré que seguir trayéndote huevo
Kinder cada jueves?
Y Lucía, con
esa voz pausada y tenue que a veces ni se oye, contestó:
-A ti te
importará?
2 comentarios:
Hola Juan
Sigue llevandolo, que creo que es lo que quiere
UN Abrazo y sigo con interes tus narrativas
Es lo que quiere.
Y lo que quiero yo también.
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