Buenos días, mis cuates.
Hoy es San Juan Bosco y ayer hice mi último paseíllo.
El traje de luces, recién traído de la tintorería, esperaba colgado en una silla de enea, cumpliendo así el mandato litúrgico. Soledad y desamparo, a partes iguales. Ni siquiera el mozo de espadas, apretando con saña la taleguilla, para suavizar el ambiente.
Me vestí despacio y en silencio, con ceremonia, saboreando cada última vez. Fuera, el rumor del gentío. ¡¡Qué sabrán ellos!!.
Luego el clamor, los aplausos, los abrazos, las palmadas en el hombro, y un torbellino de vida que llega impetuoso y todo lo arrastra menos la incertidumbre. Y alguien a quien no conoces que aprovechando la confusión corta tu coleta y se la lleva sin que te des cuenta.
Atrás quedan las tardes de gloria –muchas-, las de bronca –tantas-, un rosario de plazas buenas, malas y peores, la sangre en la arena. Atrás queda lo que fuiste y ya no eres.
Por delante, un horizonte nada a claro a descubrir.
No va más. Cayó el telón.
La Vidriera del Mairena
2/2/18
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