Corría el año 1973 cuando la Compañía Andaluza de Minas decidió construir en Almería un enorme silo que, pasados los años, sería bautizado por la imaginación popular como El Toblerone, por su parecido casi idéntico con la conocida chocolatina.
La explotación minera situada en El Alquife (Granada), evacuaba el mineral de hierro extraído de sus entrañas hasta la estación de ferrocarril de Almería. Cercano a esta, un embarcadero construido al efecto –el cable francés- cumplía la misión de introducirlo en los barcos que lo distribuían por todo el mundo.
El viento, de casi constante presencia en Almería, hacía que toda la zona cercana a las instalaciones apareciera cubiertas de un molesto polvo rojo que tenía los vecinos al borde del ataque de nervios. De hecho, las parcelas que luego darían lugar al barrio de Ciudad Jardín se vendieron a precios irrisorios dada la molestia que suponía estar enharinados en mineral de hierro.
Fue para evitar esta dispersión del polvo rojo para lo que se construyó El Toblerone. Los trenes descargaban directamente en su interior y, desde el silo, un tornillo sinfín subterráneo trasladaba el mineral al embarcadero y desde aquí a la bodega del barco. Los vecinos, y la ciudad en general, respiraron aliviados.
A cambio, se dotó al paisaje de un divertido mamotreto que pronto empezó a cosechar tanto adictos como detractores.
En el año 1996 la Compañía Andaluza de Minas cesó sus actividades en El Alquife y el silo quedó en desuso. También quedó en desuso el embarcadero, que poco después fue semidesmantelado, permaneciendo en el lugar el esqueleto como símbolo de que somos un pueblo que acostumbra a no acabar lo que empieza.
Nadie se acordó durante muchos años de la chocolatina, que poco a poco fue integrándose y calando en el paisaje visual de los almerienses.
Con todo, en el año 1998 el Plan General de Ordenación Urbana acordó su demolición…, pero no para mañana.
De súbito, el 29 de junio de 2013, un periódico local soltó la bomba en portada: Mañana se derriba el Toblerone.
Precisamente mañana, que es domingo.
Y aquí fue la de dios es cristo. Toque de rebato. La ciudadanía –mira que me gusta poco este palabro- se sintió atacada a traición, con nocturnidad y alevosía. El Toblerone, vete tú a saber porqué, había pasado a ser parte de la esencia capitalina.
Se movilizaron inmediatamente las plataformas para la salvación del silo. Toda la gente que durante años no había movido un dedo pretendió salvar al condenado en una mañana.
Se cruzaron acusaciones entre los políticos. Les pusieron a parir.
Estos se defendieron aduciendo que el derribo era consensuado y legal.
Contestaron aquellos que así sería, pero que lo taimado y oculto de la maniobra imposibilitaba el recurso.
El alcalde, principal responsable del tobleronicidio fue inmediatamente bautizado como Luisin, el Derribador.
Hasta la marca suiza de chocolates se sumó a la campaña emprendida por la plataforma ciudadana 'Salvemos el Toblerone' para frenar la demolición del gran silo, realizando un fotomontaje que insertó en su cuenta oficial de Twitter.
En fin, la historia de siempre. Requiescat in pace; cuando escribo estas líneas las excavadoras han empezado a minar los gruesos muros de hormigón y una cizalla siniestra muerde continuamente el metal que, otrora, fue parte inconfundible del paisaje.
A mí personalmente me gustaba.
Se podía haber empleado para un sinfín de cosas; centro socio-cultural, palacio de congresos, aparcamiento cubierto… ¡qué sé yo!.
Y de haberse tenido que derribar, hubiera sido conveniente una declaración previa de intenciones y proyectos. Pero dirigida al vecino de a pie, no a los representantes políticos a los que, entre unas cosas y otras, no queremos ver ni en pintura.
¿Quién no recuerda este graffiti? Remito al lector al cristalito "el vicio solitario", de septiembre de 2010.
Se justifican los derribadores en que se harán zonas verdes, y que será necesario para el soterramiento de las vías del tren. Ni ellos se lo creen. Las actuales zonas verdes no se cuidan –ahí tienen el parque periurbano del Andarax, sin ir más lejos- y para el soterramiento no hay un duro.
¿A quién pretenden engañar?
Como tampoco atisbo dinero para construir –he leído por ahí que edificios de hasta catorce plantas-, sospecho que todo acabará en un enorme solar muy a propósito para contener basuras, escombros… y ratas.
Y de ratas, aquí no caben más.
Les iré añadiendo fotografías del entierro. Generaciones venideras me lo agradecerán.
jueves, 11 de julio de 2013
Las obras se han acelerado. Luisin (a) el Derribador, anda con la mosca detrás de la oreja ante el cúmulo de denuncias que se agolpan en los juzgados, Junta de Andalucía y Fiscalía de Medio Ambiente y, ante la posibilidad que el derribo se paralizara, ha urgido a la empresa Erri Berri para que cuanto antes clave la puntilla al moribundo Toblerone.
Se trabaja sin descanso y ya sólo queda en pie un tercio de la cubierta.
Ayer fueron Ecologistas en Acción los que presentaron denuncia ante la Fiscalía de Medio Ambiente por la forma de proceder al derribo. Otros se manifestaron en la sede de Cajamar, donde se celebraba una reunión –que nada tenía que ver con el Toblerone- entre representantes de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento.
Por si fuera poco, como índice de la polémica que el Tobleronicidio deja en la ciudad, leo un artículo de opinión en la prensa de hoy. Omitiré -por lo cafre- citar el nombre del autor, que asegura que una gran mayoría de los almerienses padecen el síndrome de Estocolmo y que el personalmente conoció a los constructores del silo y no tenían conciencia de estar construyendo ninguna catedral de Burgos.
No tengo noticias, a esta hora, que haya sido apaleado por nadie.
En fin… así va la cosa…
7 de septiembre de 2013
Al final lo han conseguido. Esto es lo que queda de nuestra chocolatina; un solar.
Como en el fondo del... -iba a decir corazón, pero seguramente no tienen- les duele lo que han hecho, aún no han derribado el pequeño distribuidor que se ve a la izquierda, pero todo se andará.
O quizas le dejen ahí como muestra del poder que ostentan; como vestigio de que sólo sobrevivirá lo que ellos quieran.
Pero están equivocados. Aún podremos decir... ¡la madre que los parió!.
La Vidriera del Mairena
8/7/13
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