Este invento, que nació por la necesidad de poseer un cofre donde guardar aquellas tonterías a las que tengo un especial cariño (uno está hecho de sus pamplinas), resultado de las escasas caricias que me prodigó quien decía ser la musa, se está convirtiendo, a mi pesar, en una especie del diario de Ana Frank.
Así que empecé contándoles que me gustaría parecerme a Benedetti y hoy les cuento que he jugado el anual torneo de tenis de la Mercedes, que hacía un viento del copón, y me eliminaron a las primeras de cambio, con polvo de ladrillo hasta debajo de la lengua y un cabreo del quince. Nada como ven para enmarcar.
Y, puestos a ser puntillosos, ni siquiera como diario está a la altura. Y no está a la altura porque, como en todos los diarios de los que se sospecha que algún día terminarán cayendo en las manos inapropiadas, uno no se atreve –las más de las veces-a escribir lo que de verdad le apetecería escribir. Y tan es así que este solo pensamiento, por si mismo, ya pudiera convertirse en causa de excomunión y de hoguera. Así está el patio. Hasta los ministros, con lo espabilaos que suelen ser, han aprendido que las cosas suelen ir mejor cuando no se dice ni mú.
De manera que ni cofre, ni diario, ni puñetas... esto no va a ser otra cosa que un pasatiempo vanal y egocéntrico, un espejo narcisista, un ejercicio de realización de alguien muy por realizar. O quizás no tanto... vete tú a saber.
En esa estamos, a la espera que, un día de estos y como dice la canción, el cielo remueva el suelo y del remeneón todos quedemos mejor colocados.
1 comentario:
O sea, que de ganar el Mercedes ya ni hablamos.
Me temo que si... algún dia hablamos cara a cara, cervecita mediante, la cosa irá para largo.
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