Y de pronto, se fue la luz.
28 de abril del año de desgobierno 2025.
La primera reacción es de incredulidad. Miras a tu alrededor intentando sorprender al que te está gastando la broma. No ves a nadie… lo asumes.
Luego, con desgana, te levantas y vas al cuadro eléctrico. Abres la puerta como si fueras Indiana Jones que va a descubrir el Arca Perdida. Pero allí no está el Arca, allí están todas las clavijas hacia arriba sonriéndote burlonas. Llega ahora la fase en que piensas que serán solo unos minutos. Intentas llamar por teléfono… pero no hay cobertura. Intentas conectarte a internet, pero no hay red.
Y es entonces cuando bajan y te rodean los siete jinetes del Apocalipsis que te empujan a la escalera de tu bloque para encontrar si hay alguien más confundido, ignorante y desesperado que tú.
Y allí, mientras resuena en tu cabeza el blue de la escalera del Sabina encuentras al más listillo del edificio que te suelta, con autoridad, que hemos sufrido un ciber ataque y que la madre de todos los apagones se extiende por España entera, Portugal, y quien sabe si por todo el mundo conocido.
-Y tú como sabes eso, Pepe? Y Pepe te cuenta que entre sus muchas virtudes está la de oír la radio en vez de ver la tele.
En una hora la vida ha retrocedido cien años. ¡La radio!. Quién tiene a día de hoy una radio… a pilas, que esa es otra.
Vas al desván de tu casa, revuelves en los cajones, por los baúles, con la ropa de la mili… la radio… cómo era un transistor…
Tuve suerte. Yo sabía que tenía un transistor y al final apareció con la misma intensidad y liturgia que si se me hubiera aparecido la Virgen. Corrí a ponerle pilas… cómo era esto… una, dos, tres… clik… brufffeikkbbbxxxx… EUREKA¡¡ funciona.
No me separé de mi fiel transistor el resto del día. Como nada me ataba ya en mi casa me eché a la calle, con mi transistor en la oreja eso si, aunque sabía que me estaban dando la información, de poca a ninguna, que el régimen filtraba por las emisoras adictas.
En la calle encontré alguna alegría para recordar por los siglos de los siglos. Se escribirá mucho y se harán películas sobre esto. Corrillos de gente en torno a un transistor. Cientos de anécdotas y vivencias. Semáforos apagados y follón circulatorio. Comercios cerrados y tipos ociosos como yo perdiendo los pasos hacia ninguna parte. El chino de mi barrio haciendo palmas con las orejas pues vendió, en un rato, todas las existencias de pilas y de velas que tenía -incluso los cirios que le sobraron de la fiesta de San Pascual Bailón-.
Pero… saben qué… lo descubrí al final del día; había vida más allá del apagón. Había vida si decidías finalmente, hastiado, apagar también el transistor.
Y llegada la noche, aún el mundo en tinieblas, el cielo estrellado más bonito que he visto en la vida.