La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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26/11/24

la Senda de la Hidroeléctrica

Abordaremos en este cristalito otro tema relativo al senderismo; otra vez bastón y camino. Esta vez nos fuimos a recorrer la Senda de la Hidroeléctrica, en el municipio de Laujar de Andarax.

Y lo haremos, como no podía ser de otra forma, de una forma exclusivamente personal, así que no espere el lector un tratado ortodoxo de la ruta que vamos a caminar.


El punto de inicio de la misma se fija en el área recreativa del río Andarax, a menos de un kilómetro del casco urbano del pueblo. El lugar se encuentra estupendamente acondicionado para el descanso, la diversión y el buen comer. Si no te llevaste comida en plan camping, o no tienes combustible para las barbacoas, allí mismo tienes un par de restaurante pero por lo general -sobre todo fines de semana- tienes que reservar con antelación.

 

Por cierto, si llegáis a buena hora, es bueno que sepáis que en la plaza del pueblo han abierto una cafetería-churrería que hace las delicias de los senderistas. 

 

Ya que te suponemos en el área recreativa mi consejo es que con dos coches subáis del tirón la pista forestal del Cerecillo -casi 5 kilómetros- y dejéis uno de los coches al final de la ruta. Lo agradeceréis al terminar. Hecho esto volvéis a bajar con el otro coche al área recreativa y… zapato y manta… iniciáis el camino en el punto oportunamente señalizado.



La ruta la conforman un tramo inicial de subida triscando monte puro y duro, de casi tres kilómetros, otros tres kilómetros a recorrer por la acequia de la hidroeléctrica y ya al final de la ruta bajar la pista forestal en el coche que allí dejasteis. Te aseguro que estarás lo suficientemente cansado a esas alturas para no importarte bajar en el coche. Al fin y al cabo la pista forestal es lo menos glamouroso de esta ruta de senderismo. Una pista forestal como tantas otras.

 

El primer tramo de la senda, hasta alcanzar el nivel de la acequia, requiere salvar muchos rústicos escalones cuando no un abrupto camino en zig-zag que poco a poco va ganando altura. Te encontrarás con “la tubería”, que es por donde bajaba el agua desde la acequia hasta la central hidroeléctrica. Es la prueba de que estás en el buen camino. 



Una vez alcanzada la acequia viene lo más divertido de la ruta. Lógicamente la acequia ya no lleva agua y ha sido acondicionada para ser caminada. Atravesarás algunos túneles excavados en la roca en los que incluso será necesario que enciendas la linterna del móvil dada su longitud. El paisaje, desde las ventanas que te proporciona el recorrido de la acequia, es sencillamente espectacular.







Finalizado el tramo de la acequia llegareis al puente del Chillo, en el barranco del mismo nombre. Hay que pasarlo con cuidado y por el centro pues presenta cierta inestabilidad y las barandas no son muy seguras. 




Ojo¡ Cuando lleguéis al cruce del Sendero del Aguadero donde nosotros tomamos un tentempié, la ruta correcta es seguir hacia adelante y a nivel. No tomar el camino hacia arriba ni otro de bajada que sale a la izquierda. 




La senda termina en un pequeño puente de madera desde el que habría que subir, unos doscientos metros, hasta alcanzar la pista forestal donde dejasteis el coche. Pero no se os ocurra hacerlo sin antes subir el curso del riachuelo como unos doscientos metros. Allí encontrareis, a mi entender, lo más espectacular de la ruta; la Gran Cascada. 




Personalmente, y como nosotros no hicimos la maniobra de los dos coches que he recomendado, la bajada por la pista forestal se me hizo larga. Ya me dolían los dedos de los pies de ir “en frenada” casi todo el rato.

 

Menos mal que todo quedó compensado cuando llegamos al área recreativa, donde iniciamos la caminata, y nos sentamos a una de las mesas allí acondicionadas para dar cumplida cuenta de las viandas preparadas y la cervezas fresquitas que nos aguardaban en la nevera.

 

Por si no, también está el área dotada de un comercio que te las puede suministrar al tiempo que carbón para las barbacoas, agua, café y otras galguerías. 


Ea, a disfrutarlas. El tercer tiempo siempre fue el mejor del partido. 




2/11/24

las Canales de Padules

El cristalito de hoy lo voy a dedicar, como otras veces, a mi amigo el Sherpa. Siquiera sea por el recuerdo de otras tantas aventuras de las que ya nos están siendo tan caras. Para los demás tómese como una invitación a visitar un paraje tan desconocido como espectacular.

 

Les estoy hablando de Las Canales de Padules, en Almería. Y antes que después apuntar que a estos lugares nunca, nunca, se debe de ir en solitario. Y no es porque vaya a pasar nada… pero por si acaso. Además la belleza, compartida, es aún más espectacular. Esta vez lo hice en compañía de mi amigo Enrique, siempre dispuesto a estos menesteres. Gracias, amigo.

 

El primer paso para llegar a Las Canales es acceder al pueblo de Padules. Una vez allí conviene no dejar el coche aparcado en el pueblo, sino bajar al aparcamiento habilitado cerca del río. Hay otro aparcamiento aún más abajo, pero sólo admite una decena de coches y suele estar completo. Esto es así -lo de bajar con el coche, digo- porque la cuesta, de regreso hasta el pueblo, puede pesar en demasía.

 

Imprescindibles escarpines en los pies y pantalones cortos. Da por sentado que te vas a mojar.

 

Una vez llegas por el sendero al río Andarax puedes optar por seguirlo hacia arriba o hacia abajo. El trayecto total a recorrer es de unos dos kilómetros; en cualquiera de los dos sentidos es espectacular. Parece mentira que en un lugar donde llueve tan poco, y a tanta altura, corra tal cantidad de agua. Pozas, gargantas, pequeñas cascadas, saltos de agua, álamos, sauces, fresnos, juncos, conforman el escenario de Las Canales. 

 

En el propio lecho del río se ubica un merendero, el Molinillo de la Abuela, donde reponer fuerzas… cuando nosotros fuimos estaba cerrado. 

 

Una vez terminado el recorrido, la gazuza en el estómago, existen en Padules un par de restaurantes donde saciar el hambre. Conviene dejar reserva cuando bajéis hacia el río. Para evitar sorpresas de overbooking.









17/10/24

un viaje a la Sierra de Grazalema

Otra vez carretera, cámara y manta.

Dos hitos tenía esta vez subrayados con amarillo fosforito. Uno Villaluenga del Rosario, el otro la propia Grazalema.

 No iba descaminado quien me aconsejó que no dejara atrás, por nada del mundo, el paraguas o el chubasquero. Acertó con el pronóstico, aunque siempre se le pueden buscar las vueltas a la meteorología. De no ser así, pocas crónicas podría escribir el viajero. 

 

Conforme nos íbamos acercándonos a Villaluenga -que toma su nombre de su forma alargada- el cielo se iba cubriendo. Al poco ya no divisábamos las cumbres de la imponente Sierra del Caillo y a la entrada del pueblo, acostado a su sombra, jarreaba el agua como si no hubiera un mañana. En estas circunstancias se aconsejan dos modos de proceder; paciencia y atrevimiento. La primera aconsejaba esperar un ratito, la segunda calarse el chubasquero… y a la calle. Pudimos nosotros más que la lluvia; a mediodía abrió el cielo y aquel paraíso se nos mostró en todo su esplendor.

 

Dos tesoros íbamos buscando en Villaluenga. De un lado su cementerio, enclavado en las ruinas de una iglesia que los franceses quemaron en el año 1808, como muestra de agradecimiento por la resistencia que les presentaron los payoyos, gentilicio de la localidad.

 

El cementerio, declarado como uno de los más bonitos de España, es desde hace un tiempo objetivo preciado del viajero. Declarado Bien de Interés Cultural, la administración ha acometido con seriedad medidas para su conservación. Aquí está garantizado el descanso eterno de una población que no llega a las 400 almas.

 

Pero… miren… y fórmense su propia opinión:

 







 

El otro es la plaza de toros. Construida en el siglo XVIII -los archivos municipales se quemaron en 1936- tiene forma octogonal y posee uno de los aforos más grandes de la tauromaquia. Y ello es así porque los aficionados se pueden colocar en la falda de la sierra y desde allí contemplar, de forma gratuita, el espectáculo que se desarrolle entre los burladeros. 

 

Por su albero han desfilado todas las figuras del toreo, de lo que queda constancia en los carteles taurinos que se pueden contemplar en el vestíbulo del ayuntamiento. La mañana que nosotros la visitamos, por aquello del agua, no estaba la cosa para muchos festejos.

 






Y de Villaluenga a Grazalema, cuyo principal atractivo está en pasear sus calles y caminar la naturaleza que la rodea. Del comer no voy a apuntar nada porque se da por supuesto. No se pierdan la sopa de ajo y los amarguillos. 

 

En Grazalema comimos, ya con el sol fuera, en la terraza del bar Zulema, madridista certificado con una camiseta firmada por el mismísimo Florentino que preside el establecimiento.

 

El lunes siguiente a la festividad de la Virgen del Carmen se celebra en la localidad la festividad del toro de cuerda; uno de los más antiguos de España. Aquello se pone que no cabe un alma, por lo que no es la fecha más aconsejable para visitar el lugar. A no ser que tengas alma de torero…

 

No quiero aburrirles extendiendo las letras, por lo que me guardaré otras tantas anécdotas. Sin embargo no dejaré de hacer mención que sobre las cumbres de la sierra se mantiene una poblada buitrera cuyos individuos a punto estuvieron de darnos un susto cuando ya dejábamos la localidad.  

 








 

 

21/8/24

el Destacamento / retazos de nuestra propia historia

Frente a la estación del ferrocarril de Setenil de las Bodegas, en pleno descampado, se encuentra una edificación -ahora en ruinas- cuando menos singular.

 

Antiguo cortijo, fue durante un tiempo alojamiento de un Destacamento de la Guardia Civil. Eran los tiempos del maquis y del contrabando. Y según nota manuscrita encontrada del abuelo Vélez en él estuvo destinado entre los años 1946 y 1948 en que pasó destinado a Olvera. Fue en ese periodo de tiempo donde conoció y ennovió con la abuela Mariana, que vivía al otro lado de las vías, en casa del sobrestante.

 

Del referido edificio no van quedando ya ni los restos. La primera de las fotografías está tomada en torno al año 1990, todavía estábamos en la era analógica. La última en julio de 2024. Pronto sólo quedarán los cimientos.







25/7/24

Cincuenta años no es nada.

En un cristalito cercano, abril de 2024, les hablaba sobre unos entrañables amigos de mi padre, el abuelo Vélez. Se trataba de Antonio Villalba y su mujer Dolores. 

 

Antonio y Dolores tenían su casa, la siguen teniendo, frente al Cuartel de la Guardia Civil en el que vivíamos nosotros. Ni el abuelo Vélez, ni Antonio ni Dolores están ya entre nosotros, pero la casa sigue en pie y cuidada por sus hijos.

 

Después de abandonar Olvera, por imperativos de la carrera militar del abuelo Vélez, aquella amistad se mantuvo a través del tiempo. Alguna que otra vez volvimos por Olvera. En una de esas visitas, corría el año 1967, el maestro vidriero fue fotografiado junto a los hijos del matrimonio Villalba. En cualquier caso, se trata de una fotografía entrañable.

 

El cariño de los padres se transmitió a los hijos. Y como uno, pese a sus ínfulas urbanitas, sigue siendo fundamentalmente de pueblo, ha seguido visitando Olvera de cuando en cuando. Visitar el santuario de la Virgen de los Remedios ha sido una razón más para hacerlo.

 

Y en cada una de esas visitas ha intentado volver a los orígenes, encontrarse con la familia de Villalba, el querido amigo de mi padre… siempre sin éxito… hasta hace unos días.

 

Una vez más toqué el timbre del núm. 50 de la calle Julián Besteiro, y esta vez si había alguien en casa.

 

-Buenos días. Sigue siendo esta casa de la familia de Antonio Villalba.

-Lo sigue siendo, yo soy su hija.

-Entonces tú seras Loli, Loli Villalba.

-Así es.

 

Fue cuando saqué la fotografía en sepia que llevaba preparada y la puse ante sus ojos.

 

-Madre del amor hermoso… acertó a decir con cara de incredulidad total. Esta soy yo… y este…

 

Si, “este” era el Maestro Vidriero cincuenta y siete años atrás, que había dado los pasos necesarios para que el círculo, al fin, se cerrara.

 

Lo que siguió a continuación no encontraré palabras para trasladarlo a este escaparate. Besos, abrazos, emociones y alguna lagrimilla de esas que se escapan con facilidad a la buena gente. Un breve repaso a las vidas de los nuestros y la promesa de volver… cuando sea posible. Ganas no van a faltar. 




5/6/24

addenda al trabajo sobre Brenan

De mi trabajo siguiendo la pista del historiador Gerald Brenan me interesó especialmente su relación con Juliana Martín Peregrina, una niña de 15 años cuando él la conoció y con la que mantuvo, a lo largo de los años, algo más que una relación amorosa. Es por ello que seguí investigando sobre esta relación, y no encontré mejor y más fiable fuente que la propia autobiografía de Don Gerardo. 

 

También aporto, como testifical, el trabajo del historiador Antonio Ramos Espejo y su libro Ciega en Granada, que trata precisamente sobre esta relación. 

 

https://www.granadahoy.com/ocio/Yegen-recuerda-Juliana-Gerald-Brenan_0_474553176.html

 

Decía doña Concha que hay que separar el artista de su obra, y Torrente Ballester que cada uno de nosotros tiene sus gozos y sus sombras. Apunto este detalle porque, a mi juicio, la convivencia Brenan-Juliana deja mucho que desear y casi todos los “debes” caen en la cuenta del escritor, que no queda precisamente como héroe, sino más bien como villano, en este novelón. Al César lo que es del César.

 

Mi opinión personal es que Brenan, como poco, cosifica a Juliana durante toda su relación. Que no digo yo que tuviera que casarse con ella, pero no hubiera estado de más un trato algo más deferente, máxime cuando tuvieron una hija en común. 

Tú, a la vista de las pruebas de cargo, podrás expresar tu veredicto al concluir esta lectura. Por supuesto hay que situarse en la España de 1920/1930, y en la Alpujarra granadina, escenario en el que se desarrollan los hechos. Vayamos a ello…

 

Este es el momento en que Brenan conoce, aún no bíblicamente, a Juliana. Los trozos subrayados son de mi autoría, para incidir en lo que creo principal.

Juliana -porque así se llamaba- era hija de una vieja bruja que compartía casa en la parte baja del pueblo con un individuo que había sido pastor en otro tiempo. El padre de Juliana había muerto cuando era niña, pero tenía varias hermanastras que se habían marchado de Yegen para buscar fortuna. Cuando la vi por vez primera regresaba de trabajar como criada en un pueblo cercano y como la única manera de verla con frecuencia era contratarla, lo hice al instante, aunque no tenía tareas que encomendarla. Juliana entendió, desde luego, la verdadera razón para tomarla a mi servicio

 

Usted y yo ya imaginamos cuál era la verdadera razón; no hace falta ser mucho más explícito.

Por entonces apenas tenía quince años, pero como estaba físicamente bien desarrollada, daba la impresión de ser mayor.

 

Luego viene el conocimiento personal… 

De carácter era muy temperamental. Sus estados de ánimo parecían cambiar a cada momento y, aunque afable e incapaz, de resentimiento, se ponía triste de cuando en cuando sin razón aparente. En gran parte eso se debía sin duda a su juventud y a su cambio repentino de posición y ocupaciones. Además era muy perezosa, le gustaba mucho comer y beber y estaba siempre propicia para cualquier sugerencia amorosa.

 

Este es el momento del conocimiento bíblico… 

Hacía medianoche fui a su habitación y me metí en la cama con ella. Estaba, o parecía estar, profundamente dormida. Traté de despertarla sacudiéndola pero no lo conseguí. Hice entonces lo que había venido a hacer -es decir, el amor- y durante todo el tiempo fingió dormir. Gimió, suspiró y me apretó contra sí, y sólo manifestó estar despierta cuando termino todo. 

 

Para ser la primera vez, no estuvo mal… 

Empezaron entonces para mí unas relaciones amorosas como nunca las había tenido. Mis anteriores experiencias sexuales resultaron en comparación meros pasatiempos, que tenían que ver tanto con el corazón o con la cabeza como con el cuerpo; pero aquella chica era una criatura muy sensual y llegó a obsesionarme por completo. Fue mi primer episodio (había de ser también el último) de apasionado amor carnal, y sin embargo tampoco mi cabeza quedaba al margen porque su compañía me encantaba y cada noche que pasaba a su lado sentía mayor afecto por ella. Hacíamos el amor varias veces al día y apenas podía verla sin desear tocarla.

 

El hispanista va y viene, viaja por otros lados del mundo y, en determinado momento, vuelve a Yegen… 

Reanudé mi vida anterior y una vez más me dejé obsesionar por mi amante, de manera que pasaba en su compañía buena parte del día además de toda la noche. Como hacíamos el amor con demasiada frecuencia, el letargo mental que había padecido anteriormente se reprodujo. 

No podía vivir sin Juliana, pero con ella era incapaz de llevar una vida racional… ¿Cómo resolver el problema?

Porque, aparte de nuestros excesos amorosos, no era fácil vivir con ella. Como no tenía más de quince años, su nueva posición se le había subido a la cabeza, que nunca tuvo demasiado bien puesta. Se enfadaba y cogía rabietas continuamente, así que a menudo podía decirse que sólo nos iba bien en la cama. Cuando daba un baile para distraerla, se timaba con los muchachos que, amontonados a su alrededor como moscas sobre un terrón de azúcar, la consideraban ya mujer fácil y por tanto caza legar para todos desde que se conocieron sus relaciones conmigo.

 

No me parece una descripción adecuada y justa para una mujer que era tu amante. Pero hay más… 

 … había pensado alquilar un piso en Sevilla e instalar allí a Juliana pero el hecho me pareció completamente descabellado. No sólo empezaría a tener aventuras a diestro y siniestro, sino que además sería incapaz de hacer las faenas de la casa. Perezosa y sin la menor disciplina personal, no había aprendido a hacer ni tortillas.

Los jóvenes y hacer el amor eran por el momento su única preocupación y yo no tenía derecho a quejarme ya que la había conquistado precisamente por eso. 

 

Don Gerardo sigue con su vida, con sus viajes, y… entre vuelta y vuelta…

Volví a Orán en camión a través de la seca meseta, y desde allí continué mi camino en tren, autobús y barco hasta Almería. Paco se reunió conmigo en Ugíjar. Me dijo que para poner a prueba la fidelidad de mi amante le había hecho requerimientos amorosos y que ella había accedido inmediatamente. Así que todas las noches había hecho el amor con ella en mi sillón del granero, aunque tomando precauciones para no dejarla encinta. No puedo decir que aquella información me sorprendiera o me apenara gravemente ya que no estaba enamorado de Juliana.

 

Aquí revela don Gerardo que el hijo fruto de su relación con Juliana fue a instancias de ella… 

Al pasar unos cuantos días quedó claro que su aventura con Paco no la había dejado embarazada, así que, como ahora nos llevábamos bien, empezó a insistir más que nunca en que le diera un hijo, cosa que hasta entonces yo había tenido buen cuidado de evitar. Ella quería uno porque las chicas españolas creen que a las relaciones sexuales les falta algo si no hay hijos, pero también porque sabía que si tenía un hijo mío me vería obligado a mantenerlos a los dos durante bastante tiempo.

 

-Está bien -dije-. Tendrás un hijo. Aquí y ahora. Pero con la condición de que cuando lo destetes me lo darás para que lo eduque en Inglaterra y ya me ocuparé de que no resultes perjudicada por ello. Y hasta que no sepamos con seguridad que estás encinta no saldrás de casa de noche si no es acompañada y no hablarás con ningún muchacho.

Juliana aceptó, y al no tener que contenerme más, me encontré haciendo el amor con renovado entusiasmo y más apasionamiento y asiduidad que nunca. Pero aquel erotismo sin freno desgastaba nuestros nervios en exceso; enseguida empezamos a pelearnos y comprendí que nuestras relaciones se encaminaban hacia su conclusión natural.

 

Una despedida más…

 Juliana se fue a Motril a visitar a un familiar sabiendo que estaba embarazada de mí, y yo salí para Londres un par de días después. Todavía le tenía considerable afecto y me quedé muy triste cuando se marchó.

 

Llegada a Yegen con Gamel…

 … Juliana seguía allí; había cumplido dieciocho años y tenía más atractivo sensual que nunca. La acompañaba su hijita que ya empezaba a andar Acordamos que al cabo de un año Gamel y yo la adoptaríamos.

 

Y aquí se detalla la despedida definitiva… 

 … nos pusimos camino de Inglaterra, llevando con nosotros a mi hija Miranda. Era una extraña criaturita, muy retrasada debido a cómo la habían criado y todavía demasiado tímida para hablar con nosotros, pero de algún modo se daba cuenta de que se abría ante ella un futuro mejor y estaba contenta para cambiar de veda, de separarse de su madre, que se ocupaba muy poco de ella. Juliana también se alegró de dejarla porque estaba a punto de casarse.


No parece ser eso según el testimonio de Antonio Ramos en su libro Ciega en Granada… 

 

Juliana se casó y tuvo otros hijos, enviudó y quedó ciega. Murió pidiendo limosna en Granada, con la pena de no haber vuelto a ver a su hija Elena, aquella a la que Brenan le cambió el nombre por el de Miranda, en un intento de borrón y cuenta nueva. Don Gerardo nunca más volvió a ocuparse de ella. Eso sí que fue un borrón. Por cierto, Miranda murió de cáncer a los 49 años, dos meses antes que su madre. 


Ahora si creo que está el cristalito completo. 

18/5/24

... tras los pasos de Brenan


Los motivos: 
Cuesta trabajo imaginar un guiri british trasplantado a un pueblo de la alpujarra granadina en el año 1900. 
Aún cuesta más trabajo, rayando la incredulidad, si te dicen que el fulano agarra en aquella tierra como las propias macetas lo hacen; una decena de años, para ser exactos. 

Conocido el amor a primera vista entre el guiri y la aldea alpujarreña, me vi empujado a curiosear en el trasfondo de todo aquello. 
Lo primero fue investigar el fondo documental de la historia. Se me ofrecieron dos vías paralelas; la pluma del protagonista y las de aquellos que sobre él… “y sus asuntos” escribieron. 
Lo segundo, irme a Yegen.



El personaje: 
Gerald Brenan, don Gerardo para los alpujarreños, nació en la isla de Malta en el año 1894, hijo de un militar inglés y una aristócrata irlandesa. El oficio de su padre le hizo vivir una infancia tan viajera como la de Willy Fog. 

Ya afincado en Inglaterra su juventud le sirvió como trampolín de una fallida “la vuelta al mundo en 80 días”. Combatió, con honor, en la primera guerra mundial y finalizada esta -ya miembro del Círculo Bloomsbury, que no era sino un grupo de artistas de su barrio- decidió que la niebla londinense no era lo suyo y emprendió viaje hacia el sur del sur… o sea, Andalucía. Le sirvió como pasaporte la herencia que acababa de obtener tras el fallecimiento de su abuela. 

España, desde Galicia a Despeñaperros, no le gustó en absoluto, pero esto cambió tras llegar a la alpujarra granadina. Mariposeó por Granada y Málaga y se instaló finalmente -año 1920- en Yegen, en el corazón de la Alpujarra. 

Fue en este pueblito donde conoció a Juliana Martínez Pelegrina, una niña de quince años que le limpiaba su alquilada casa. Según reza una placa en el propio pueblo, Juliana se convirtió en “la sal” de la vida de don Gerardo. Hasta tal punto que la dejo preñada y tuvieron una hija. No se casaron y no se hizo cargo de su hija hasta que esta había cumplido los tres años y él regresó de una de sus vueltas por Inglaterra. Le cambió el nombre de Elena por el de Miranda y se la llevó del pueblo. Eso, probablemente, salvó la vida de la niña… y acabó con la de su madre, que murió mendigando en las calles de Granada, aunque las biografías pasan de puntillas sobre este espinoso asunto. 


No es el único affaire amoroso de don Gerardo. Notable es también la relación tortuosa con la pintora inglesa Dora Carrington -también del Círculo Bloomsbury- por la que sintió una atracción intelectual y erótica -tanto monta- y a la que consideró el amor de su vida, como revela la correspondencia entre ambos. 
Todo personaje tiene sus gozos y sus sombras, que diría don Gonzalo Torrente Ballester. 

Sus pasiones conocidas, obviadas la de enamorar, fueron la lectura y el senderismo… que antes se llamaba caminar. Caminar era su razón de ser y aquí tenía cancha para ello; un paraíso. 


La segunda etapa de don Gerardo en España discurrió en Churriana (Málaga), donde se asentó con su esposa, la escritora norteamericana Gamel Woolsey. Allí intimó con el único amigo español que se le conoce; Julio Caro Baroja. 

Al estallar la guerra incivil española abandonaron el país y trabajaron como cronistas y propagandistas de la República.

Iniciada ya su carrera como hispanista, en el año 1953 volvió con su esposa a España y se instalaron en Málaga. La tendencia de su obra cambió entonces al punto de justificar la dictadura y, de algún modo, integrar España en la corriente europea. 

Su esposa murió en 1968 y el escritor fijó su residencia en Alhaurín el Grande, ahora acompañado de la traductora y escritora Lynda Nicholson, a la que nombró su heredera universal. Cuando en 1984 la tal Lynda decidió que no podía hacerse cargo del anciano, este regresó a Londres e ingresó en una residencia de la tercera edad para gente sin recursos. 

Una campaña de prensa y la intervención del gobierno español posibilitó que pudiera volver a instalarse en Alhaurín, donde finalmente falleció -hospital civil de Málaga- en el año 1987, ya creada la fundación Gerald Brenan, destinada a preservar su biblioteca y fomentar el estudio de su obra. 

Obra que rezuma, dicho sea para concluir, su cariño por todo lo español. 

El paisaje: 
Don Gerardo lo describió así: 
“Era una aldea pobre, elevada sobre el mar, frente a la que se extendía un vasto panorama. Sus casas grises de formas cúbicas, como un gastado estilo Corbusier, en rápido descenso por la ladera de la colina y pegadas unas a otras, con sus tejados de greda, planos, y sus pequeñas chimeneas humeantes, sugerían algo construido por insectos. Contaba, asimismo, con abundante agua, que fluía a lo largo de la ladera por acequias de riego y descendía a veces a través de las calles y movía un par de molinos”. 

Se estaba refiriendo a Yegen, en la alpujarra granadina, la pequeña aldea donde se afincó en su primera visita a España. 

No cuesta mucho esfuerzo tampoco imaginar cómo eran las comunicaciones en la alpujarra granadina en el año 1900. Del protagonista de nuestro trabajo es esta cita: “No necesito hablar de las carreteras, pues pocas habían sido construidas en aquella época y la mayor parte de mi trayecto lo realizaría, a pie, por caminos de herradura”. 

Afortunadamente ya no estamos en 1920. Así que poco costó echarme la Nikon al hombro, subir al Clio y tirar para Yegen. Pasear sus empinadas calles, arrullado por el rumor del agua que allí es la banda sonora original, ayuda -y bastante- a comprender al escritor. 





Epílogo: 
El mejor final sería que espoleado por el incentivo que supone este cristalito, alguna obra de don Gerardo cayera en tus manos y así sacar tus propias conclusiones a modo de acercamiento y barniz, siquiera escaso, de culturilla general. 
Yo ya saqué las mías. 




Nota del Maestro Vidriero: 
La primera y la última foto -Brenan joven y anciano- están obtenidas de la red. Todas las demás son propiedad del autor de este trabajo.