El que no sepa rezar
que vaya por esos mares,
verá lo pronto que aprende
sin enseñárselo nadie.
Para
acompañar;
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Mi amigo y
compañero de armas Berengueli, que es el sheriff de Zafra y su comarca, me
lo tenía dicho repetidas veces:
-Juanito, si
te da la vida, vete un día al Museo Naval de San Fernando y apúntate a una
visita guiada. Me lo agradecerás de por vida.
Y tenía esta
consigna, como un deber por hacer, desde hace ya unos cuantos años.
Y la vida
dándome largas y uno buscándole las vueltas a la vida. Hasta el pasado sábado 9
de octubre, en que a la hora del ángelus estaba el tío, más bonico que un San
Luis y con la cámara al hombro, a las puertas del antiguo edificio de la
Capitanía General de la Zona Marítima del Estrecho, donde en un anexo se ubica
el Museo Naval en cuestión.
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Y como me
tenía anunciado mi amigo, de la mano de un guía que lo vive, me sumergí –nunca
mejor dicho- durante un par de horas en la Historia Naval de España.
El Museo,
fundado en 1992, fue acondicionado y reinaugurado por el Rey Felipe VI en el
año 2016, como consta en la firma plasmada en el Libro de Honor situado a la
entrada del recinto.
No les voy a cansar con lo mucho y de calidad que albergan las cuatro paredes del moderno edificio que acoge el museo. Sólo, y a modo de aperitivo, como un esbozo de pincel, les citaré el primer mascarón de proa del buque escuela Juan Sebastián Elcano, de cabeza apócrifa y realizada por un imaginero malagueño que hacía la mili en San Fernando.
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La Manolita, conocida así familiarmente el vehículo oficial del antiguo Comandante del Cuartel de Instrucción de Marinería.
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… o el
Último Combate de El Glorioso, de Ferrer-Dalmau, que nos recuerda que un navío español
de 70 cañones se enfrentó por tres veces a los británicos, puso a salvo el
tesoro que traía de las Américas a España y volvió a la batalla hasta ser
finalmente desarbolado, hasta el punto de que el Comodoro Walker, al mando del
Russell, el último navío que enfrentó el Glorioso escribiera: Y de nuevo
comenzó la persecución y la conquista de su audaz y escurridizo enemigo; porque
nunca los españoles, y nadie en realidad, ha luchado mejor con un barco que lo
hicieron ellos.
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Hay que
estar ahí, frente al cuadro, en el silencio y soledad del museo, para sentir en
la piel el frío que produce la derrota con honra.
Y si la
visita ya me tenía lleno de satisfacción y orgullo patrio, rendido a los héroes
anónimos que un día defendieron nuestra bandera hasta el final, el postre lo
supuso el encuentro con un ilustre navegante internauta que conocedor de mis
pasos se personó en el Museo para que tuviéramos la ocasión de conocernos
personalmente, detalle que agradezco en lo que vale.
Para el
final dejo el lema con que se abre este hilo. El dicho marinero de que en el
mar y en la vida, lo mejor y más conveniente es no cortar la proa, no cruzar
por delante del que se supone tiene la preferencia, sino cruzar por su popa y
con la suficiente precaución y mesura.
Para
aprender sólo hay que tener ganas.