Buenos días, criaturitas.
Es lunes; bendito lunes. Y he vuelto a sentar el culo en el banco de mi galera.
Viene a cuento contarles que la mina a cielo abierto -oro y cobre- más grande del mundo –o casi-, es la de Chuquicamata, en el Antofagasta de Chile.
Aquí, en el Andévalo andaluz, tenemos la que durante mucho tiempo fue la más grande de Europa; y se la conoce por la Corta Atalaya. De esta sólo se extraía cobre y pirita. Cuando el precio del cobre y la pirita se desplomó, y aún aguantó, la mina fue cerrada.
A día de hoy permanece como un enorme cráter abierto al cielo, mudo grito de la tierra a cinco mil años de expolio.
El caso es que, cerrada la mina, tampoco se permite su visita. Sólo en casos especiales y grupos organizados que merezcan la atención de una visita guiada por parte de la Fundación de Minas de Riotinto. Así nos lo hicieron saber hace unos días, cuando mi amigo el Séneca y el que les habla se presentaron allí ávidos de conocer; así nos lo hubimos de tragar.
Pero por los inescrutables designios de los dioses, al día siguiente hube de volver a la zona y… ya de puestos, al regreso… volví a presentarme en los aposentos de la Fundación por si la insistencia servía de carta de acceso. Que nones.
Desandaba lo andado cuando encontré unos lugareños que caminaban junto al borde de la carretera. Me apee de Jack y les di carrete empleando en ello la mayor parte de mis naturales encantos. Les hice saber lo que me hubiera gustado asomarme a la Corta, lo de lejos que venía y lo bonito que era su pueblo.
Entonces uno de ellos, enternecido, me dijo:
-Ve su merced aquel camión que circula como a un kilómetro?
Pues por allí sale una carreterita pequeña. Sígala ochocientos metros y llegará a una valla cerrada que le cortará el paso. Estacione el coche y dispóngase a caminar.
Verá, pegado a la valla, un número de teléfono por si quiere visitar la mina: Ni se le ocurra llamar. En menos que canta un gallo tendrá allí un vigilante jurado que le quitará las ganas. Voltee la valla y siga camino adelante.
A unos doscientos metros encontrará otra valla cerrada. En esta verá carteles que le amenazan directamente con ponerle en manos de las fuerzas de seguridad del estado cuando no con la Royal Navy; que no quebranten su espíritu.
Si sigue la valla a un lado u otro, terminará encontrando alguna de las gateras por las que entramos los del pueblo.
Usted mismo.
Llegados a este punto, se me ocurre decir que la Fundación Minera bien podría gastar menos dinero en carteles y más en arreglar los agujeros en la valla… pero ya se sabe lo lista que es la Administración. Y lo que piensa. Para más inri, esas gateras deben andar ahí desde los tiempos de Tiberio.
Si yo ahora, tan listo como la Administración, les pusiera aquí una foto con mi firma de la Corta Atalaya, sería como aquellos conductores que se graban circulando a 220 y luego lo suben a la red. No será el caso; ya saben todos ustedes lo respetuoso que soy con los cartelitos amenazantes y las normas dictadas por Papá Tutela.
Por cierto… me dicen que la locomotora abandonada en la hondonada… sigue allí.
Al Séneca le he mandado algunas… pero a cualquiera que me pregunte le diré que son obtenidas de la red.
Como esta… que les dejo aquí para que no se les salte la hiel –dixit doña Concha-.
La Vidriera del Mairena
15/6/17
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4 comentarios:
Hola Juan, que buena aventura
cuando vengas por estos lares te hare conocer a golpe de pedal,
la mina de san manuel, pero q sepas q tendras que sudar un poquito
para culminar la hazaña jejeje
palabra de sherpa que no miente nunca.......
un abrazo
Pues claro que si, amigo.
Por lo pronto guarda fecha para el próximo 1/2 de julio... que algo haremos.
Usted lo único que sabe es darme disgustos y mas disgustos. Ahora vuelvo a leer esto y me acuerdo del Cabo Zapico que ya tenía chiquillos cuando era chico
Maldita vejez cabrona
Disfruta mientras puedas
Mientras nos dejen, güelo.
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