La Vidriera del Mairena
12/7/10
Una pica en Flandes, otra vez.
-Señor, Flandes es un infierno; llueve sobre mojado y el sol es negro.
-Sin Flandes no hay nada, capitán. ¡Necesitamos ese infierno!
(Alatriste al Conde Duque de Olivares).
Han pasado ya dos años, desde la lluviosa noche del 29 de junio de 2008, en que vi proclamarse a la selección española de fútbol campeona de Europa.
Aquella noche, en la plaza del torico de Teruel, tras el gol de Fernando Torres, el cielo se echó a llorar –vamos a suponer que de alegría- y cayó la de dios es cristo en forma de diluvio universal. Nunca nos habíamos mojado tan a gusto como aquella noche. Lo dejé contado aquí en forma de cristalito (junio-2008).
Hasta anoche. Anoche, a lomos de una Babieca adornada con la del “a por ellos”, paseamos las calle de la ciudad remojados en el agua de las cien fuentes ocupadas por gente con el corazón tan henchido como el mío. Por la parte que me tocaba.
No encuentro mejor cita para describirlo que la apuntada en el encabezamiento. Flandes volvió a ser un infierno, volvió a llover sobre mojado y el sol ni siquiera apareció.
Carlos V ya no estaba, pero la bandera tenía las mismas hipotecas y se sustentaba con los mismos mojados corazones.
Si contra los alemanes ganamos a caballeros, ahora lo hicimos sobre la zafiedad y la marrullería, contra macarras mal encarados y barriobajeros vestidos de naranja mecánica y amparados por un árbitro –infame calvo y sajón- que, en lugar de mandarlos a la caseta, se dedicaba a charlar con ellos. Triunfó el buen gusto, el trato exquisito al balón, la elegancia y el arte.
Y si, fueron los nuestros, esta vez fueron los nuestros. Esta vez nosotros fuimos los mejores. Esta vez la pica la clavó uno de Albacete.
Perdonarán sus mercedes que no me extienda más en la crónica; poco más queda que decir y aún perdura la resaca. Después del partido la gente de mi ciudad, como las de tantas otras, se echó a la calle. Fue como en San Juan, pero no a la orilla del mar. Salimos a la calle para gritarnos que podemos, que somos dedos de la misma mano. No ya en esto del fútbol, que viene a ser meramente anecdótico, sino en cualquier otra cosa.
Ojalá sepamos conservar los mismos valores para aplicarlos a otro orden de cosas, en esa otra vida que sigue, ajena a festejos e igual de amarga que siempre.
Esta vez, que nos quiten lo bailao, los nuestros fueron los más listos, los más guapos y los más guay. Esta vez, fuimos nosotros los que besamos a la guapa de la película pasándonos el guión por las entretelas.
Anoche, loado sea el altísimo, volvimos a poner una pica en Flandes.
Otra vez.
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5 comentarios:
Una crónica con clase, que de eso usted va sobrao.
GENIAL...COMO ACOSTUMBRA,UN SALUDO.EMI.
Gracias, Emi. Dado su positivismo y asiduidad, voy a tener que nombrarla hija predilecta de este sitio.
Seria todo un honor...espero que no le hallan molestado mis comentarios.Un saludo.
Le tengo que pedir yo a usted un presuesto.
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