La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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2/7/18

la Torre de la Testa

Esta le hubiera gustado a mi amigo el Sherpa.
No excesivamente alejada de la civilización, solitaria, empinada y agreste, se me antoja como un caramelito para el excursionista de fin de semana.

El Cerro de la Testa, donde el viento da la vuelta, es el vértice de la península por el sureste. A sus pies, el faro de Cabo de Gata, define lo mismo cuando la visibilidad tiende a que no distingas un hilo blanco de un hilo negro.

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Sobre la cima de este cerro, en el año 1570, Antonio del Berrio y Luis Machuca propusieron hacer una torre. Hacer una torre en lugar tan elevado e inhóspito es un proyecto cuya motivación se nos escapa, como no sea el de poseer un mirador inigualable sobre el mediterráneo.

El caso es que la finalizaron en 1584 los hermanos Diego y Gregorio García, albañiles granadinos, con un coste de 431.250 maravedíes. Los últimos detalles se los dio en 1593 otro granadino, Sebastián de Castro, carpintero y avalista de los albañiles citados.

El 31 de diciembre de 1658 la torre quedó arruinada por un terremoto. Posteriormente, en fecha indeterminada, sufrió el impacto de un rayo.

Habilitada por el reglamento de 1764, José Crame la rehabilitó en 1767 con un presupuesto de 2.301 reales de vellón.

Después de la Guerra de la Independencia sufrió un importante deterioro, para terminar siendo demolida al terciar el siglo XX, durante la Guerra Incivil.

En 1932 el arqueólogo alemán Adolf Schulten intentó localizarla pero no la encontró. Es evidente que no buscó como debía porque sus restos continúan en la cima del Cerro.

 > A día de hoy, el Cerro de la Testa se ha convertido en un lugar totémico y telúrico. Y a 343 metros sobre el nivel del mar, continúan expuestas a quien las quiera visitar las ruinas de la torre.

Debió existir en su día un camino zigzagueante que llegaba hasta la torre, única forma de subir –a lomos de mulos o caballerías- los enormes pilares que encontramos entre sus escombros.

Del camino no quedan más que las trazas y la cima debe ser atacada por la vaguada que limita el cerro por el este. Imprescindible llevar calzado adecuado por la cantidad de riscos y piedras sueltas que encuentras en la subida y pantalones de treking –o pantorrillas a prueba de todo- que te defiendan las piernas de la hojarasca y la maleza. Ojo, sobremanera, a la bajada, bastante más complicada que la subida… como suele suceder.

Y allá que nos fuimos mi hijo Víctor y el Capitán Pedales, a mayor gloria de mis nietos, que se divertirán leyendo estas aventuras. Agradezco a mi hijo, desde luego, que buscara un hueco en su agenda para satisfacer –otra vez- un capricho de su inquieto padre.

Esta vez no fue devoción, sino obligación. Un proyecto que tengo entre manos acerca de las torres vigías del litoral almeriense tuvieron la culpa.

Y no es primeros de julio la fecha más idónea para atacar esta cima pero le buscamos las vueltas a Lorenzo y a las siete de la mañana ya estábamos ascendiendo hacia La Testa.

Dos horas tardamos en subir y bajar, incluidos los veinte minutos que dedicamos a fotografiar todo lo fotografiable desde aquel mirador incomparable.

Las ruinas no son más que eso… ruinas, pero las vistas merecen el esfuerzo que supone coronar el cerro.

La idea era bañarnos en el mar al bajar de los riscos, pero lo impidió –cosa habitual en estos lares- un acentuado temporal de poniente que desaconsejaba el plan por muy acalorados que bajáramos. A cambio nos fuimos a desayunar al cruce de Torre Marcelo donde se ubica una cafetería del mismo nombre con un escaparate de pastelería y unas tostadas que quitan el hipo… y el hambre.

Después de rozar el cielo, poner los pies en la tierra no suele ser mala cosa.

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-doña Luna no se quiso perder nuestra subida.

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-la Piedra del Lobo es punto de referencia al inicio de la subida.

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-el viejo aljibe es otro punto de referencia.- Ya casi en la cima, llegados a él hay que tomar a la izquierda.

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-un lujo para la vista

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-lo que queda de la antigua Torre de la Testa y que el arqueólogo alemán no supo encontrar.

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-Vale… no es el Aconcagua; pero era lo que tocaba.

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-Nosotros también dejamos nuestro particular hito de señales cuando iniciábamos la subida.

2 comentarios:

séneca dijo...

Formidable Maestro. Hacía tiempo que no leía intensamente este blog.
Esto es una joya. Y no es un elogio

Juan de Mairena dijo...

Gracias, Maestro.
Viniendo de quien viene, el reconocimiento tiene doble valor.