La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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24/4/14

¿Esto tiene huevo?

14abr-143 -priv-

28 de agosto de 1998. Esta foto recoge el momento de una de las últimas cosas que hicimos juntos.
Una pamplina mía nos llevó a recorrer, andando, el trayecto entre Ronda y la ermita de la Virgen de los Remedios, en Olvera. Treinta y pico kilómetros sobre el tapiz inclemente del verano andaluz.
Eran los tiempos en que aún había de detener su marcha para esperarnos. De cuando aún nos oía. De cuando su familia eran su razón y su cobijo. De cuando nuestro padre, nuestro abuelo, era una referencia.
Porque la vida luego siguió, con él dentro incluso, pero ya no estaba.

Hoy, cuando acabamos de recoger sus cenizas como testimonio último de lo que fue, y será mientras perdure en nuestro recuerdo o alguien detenga su paso para leer estas líneas, he creído el momento oportuno de traerlo a La Vidriera.
No ya para honrar su persona los que siempre le recordaremos, sino para que los pequeños, Sergio, Alicia, Lucía… los que casi no le conocieron, tengan memoria del abuelo Vélez.
Vélez a secas, que ese fue su nombre y apellido. Vélez en su casa y en la calle. Vélez en su trabajo y en su ocio. Que hasta su nombre de pila Andrés, si alguna vez lo tuvo, fue ninguneado en ocasiones para que le llamasen Emilio.

Si os dijera que nació en Zalamea la Real, que vivió su adolescencia en El Pozuelo, que trabajó en las minas de Riotinto y que hizo la mili en Huesca, esto se iba a parecer mucho a una biografía, y nada más lejos de mi intención.
Ajustado a derecho hasta la exageración, legal y legalista, buena gente y mejor persona, un tanto miedoso, católico convencido, formal y formalista hasta el aburrimiento, escrupuloso y metódico, educado, cortés, cariñoso con los suyos y con los extraños, no tuvo más horizonte… siempre, que estar ahí por si se le necesitaba.

Un día fue perdiendo el oído y… mira tú que tontería, a la par que el ruido fue dejando atrás todo lo demás, incluidas las personas a las que tanto quería. Invadido por el silencio, cada día que pasaba se sumergía un poco más en un mundo propio e interior del que fue imposible rescatarle. La informática, el contacto con el mundo exterior a través de internet o de otros medios visuales, que podían haberle salvado, llegaron tarde para él.

Nos quedarán para recordarle los divertidos comentarios que asentaba, de su puño y letra, en cualquiera de las cosas que leía o caían en sus manos y eran susceptibles de ser garabateadas, nos quedarán las fotos del álbum familiar, pero sobre todo nos quedará su imagen sentado a la cabecera de la mesa, con los suyos alrededor, repartiendo a manos llenas el cariño y el humor que le eran tan propios.

Ah… una cosa más y que no podía dejar de contaros por ser consustancial con el abuelo Vélez; su fobia tremenda y tremendista a todo lo que tuviera que ver con los huevos de gallina.
¿Esto tiene huevo? era la pregunta obligada siempre que de coger la cuchara se trataba. Desde un huevo frito, a repostería sazonada con huevo, todo estaba etiquetado con el “vade retro, Satanás”. La simple mención de la palabra huevo, era capaz de producirle urticaria.
Si, también por esto recordaremos al abuelo Vélez.

El 16 de abril de 2014, cuando todo el mundo se disponía a sentarse ante el televisor para ver la final de la Copa del Rey entre el Madrid y el Barcelona, el abuelo Vélez decidió que estaba de fútbol hasta la coronilla –expresión muy suya- y decidió marchar de una vez para rendir cuentas –o pedirlas- ante quien hubiera que hacerlo.
Descansa en paz, papá. Y disculpa si alguna vez no estuvimos a la altura como hijos o como personas. Ser padre es difícil, ya lo sabemos, pero ser hijo es más… porque respecto de los padres andamos contaminados con el vicio del egoísmo.

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Dejaremos un tanto de tus cenizas allá por la tierra que te vio nacer, en tus orígenes, donde eras Emilio; y otro poco en la cara sur de Sierra Bermeja, la que fue tu casa, que como cantaba Serrat estés soleado y con buena vista. Así, además, a la par que tomas unos vinos con tu compadre, tendrás en el horizonte a los que te seguiremos.
Muchas imágenes tuyas nos quedan en el álbum familiar. Y si para empezar escogí una de las recientes, de las que aún conservan fresco el color, para poner el fin a esta crónica, y de paso documentar a tus biznietos, aquellos que heredaron el Zaragata que nos arrulló las siestas, dejaré una de los tiempos en que echábamos a andar a tu sombra.


el abuelo Vélez*

la cosa esa del paraíso

Hay que reconocer que la muchacha está como un queso. Debemos mostrarnos de acuerdo en la certeza de ser motivo, más que suficiente, para resucitar al Resucitado.
Pero sí, quizás… y digo sólo quizás, equivocó el vestuario.

Que está buena de morirse ella lo sabe. Desde el pasado día 17 lo saben también todos los habitantes de Logroño, saeta de por medio, ante los aplausos enfervorizados de la mitad del clan, la inquina de otros tantos, y la envidia más insana del resto.

Volvemos, una vez más, al chiste burdo y soez de aquel conocido mío: Y a luego no queréis que sus follen.

En fin, Serafín, yo os dejo… encantado por supuesto, tema para polemizar.
¿Te parece adecuada o no la vestimenta de la saetera?

Y como uno es de vista generosa, tolerante hasta la exageración y para estas cosas siempre tuvo manga ancha… pues voto por la primera de las opciones; que si, que estaba muy guapa y apetecible. Y al que le pique, que mire hacia otro lado. Con ello -escribir es meterse en charcos- le busco la boca a más de uno.

Estoy seguro que, si le preguntásemos al Cristo, diría lo mismo. Tal como reza el sin pecado que se lee tras su esbelta figura, no tengo motivos para dudar que Lucía Rivera, que así se llama la criatura, sería capaz de llevarme al paraíso.
O muy cerca.


13abr-143

2/4/14

la historia según Mairena: Juntos, por una vez

Trujillo-4

Sudáfrica, verano del 2010. La selección española de fútbol, la Roja, ha conseguido lo que ningún rey, ni político, ni gobernante, ni cristo que los menee, consiguió desde los tiempos en que Napoleón paseaba por España como si fuese el patio de su casa; que todos se sintieran parte de un algo común.
Bueno… todos menos los cuatro de siempre, aunque parezcan cuatrocientos dado el ruido que hacen.
Por generación espontánea aparecen los balcones engalanados con banderas nacionales y… verlo para creerlo, se afirma ser español casi sin venir a cuento.
Hasta la pata del caballo de Francisco Pizarro, allá en su Trujillo natal, aparece engalanada con la roja y gualda. Todo a mayor gloria de un albaceteño que, al batir al meta holandés Maarten, prendió la tan ansiada estrella no sólo del pecho de sus compañeros de equipo, sino de 35 millones de españoles.

Foto: Monumento a Francisco Pizarro, Trujillo, Cáceres.