La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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25/12/15

Cuerda de Presos

Ayer mañana, un compañero y sin embargo amigo, me contaba que el pasado fin de semana perdió sus pasos por un mercado de antigüedades en torno al Castillo de Santa Ana, en Roquetas de Mar. Está en lo cierto; es el lugar donde el día 22 tocó el primer premio de la Lotería Nacional.

Revuelto entre un montón de libros tirados en el suelo, pobre, desválido, desfallecido y descuarengijado, reparó en uno que –como el de los langostinos- le gritaba: “Ché, llévame a casa”.
La broma le costó una bronca con su mujer. Las mujeres, ya se sabe, son unas insensibles.
Le costó una bronca porque, una edición más moderna del mismo libro, ya la tenía en casa.
Pagó al librero los cincuenta céntimos –si, cincuenta céntimos- que pedía por él, y se lo metió en el bolsillo.
Ya en su casa, sobre la mesa de operaciones, lo remedió como pudo; alisó sus hojas, recompuso la montura y plastificó las tapas.

El libro en cuestión es una edición de bolsillo de CUERDA DE PRESOS, de Tomás Salvador, editada en el año 1963. Tenía el maestro vidriero diez años.
Todos ustedes recordarán la película del mismo título. O el famoso cuadro de López Mezquita, del que la Wikipedia dice esto:
El pintor granadino José María López Mezquita (1883-1954) recibió por este cuadro la medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1901. En él se muestra a varios reclusos escoltados por miembros de la Guardia Civil ante la presencia de un grupo de ciudadanos burgueses. Detrás de los presos aparece una mujer gitana con un niño en los brazos que implora compasión. Se deduce, por tanto, que es la esposa de uno de los detenidos. Según Pérez Rojas, en esta obra se confrontan dos mundos muy diferentes: el de los “ciudadanos de bien” (los burgueses -que miran a los presos entre la curiosidad, la censura y la conmiseración- y los agentes de la autoridad) y el de los sectores más marginales de la sociedad, con los que históricamente se ha asociado el flamenco.
De este cuadro descubrí una copia en una cafetería de Granada que me llamó poderosamente la atención. Luego, en el transcurso de componer este cristalito, he reparado en que la cafetería se llamaba López-Mezquita, por lo que sospecho algún parentesco con el autor del cuadro.
Volviendo al libro, sepan ustedes que el tema es el que sigue:
Hace cien años, cuando la Justicia requería la presencia de un criminal detenido lejos del lugar de autos, era preciso llevarlo andando. Esta es la historia de una famosa conducción o "cuerda de presos", realizada por dos guardias civiles, Serapio Pedroso Buján y Silvestre Albuin Corvino, en la persona del tristemente célebre Juan Díaz de Argandoña, llamado "El Sacamantecas", que cometió siete tremendos crímenes en las cercanías de Vitoria. La conducción dura once días, de obligada convivencia, de incesante caminar por el llano y la montaña. Tres hombres en la soledad de los caminos.
Esta famosa novela de Tomás Salvador ha alcanzado el premio "Ciudad de Barcelona", correspondiente a 1954, así como el Nacional de Literatura, "Miguel de Cervantes", del año 1955. Ha sido llevada al cine, y está considerada como un clásico de nuestro tiempo.
El rescatador de libros, luego de contarme la historia, metió mano a su bolso, sacó el libro y lo puso en mis manos.
-Toma Juanito. Mientras lo estaba reparando pensaba que, si estaba en tus manos, estaba en buenas manos. Es un regalo.


Me faltó abrazarlo.

Cuerda de Presos

Aquí os lo presento, sobre el lecho de mi e-book navideño y un décimo de lotería del que NO tocó en Roquetas.
Con amigos así, ni falta que hace.

Otrosí:
Es Navidad. Desde este mismo lugar aprovecho para felicitar las fiestas y desearles lo mejor para el año nuevo a los posibles lectores de este taller.

23/11/15

el Convento de Caños Santos, un triángulo singular

Dedicado a mi amiga Dorita, la holandesa errante, que me puso en el camino de esta maravilla donde se dan la mano historia, naturaleza y soledad.

Completado, siquiera por ahora, el capítulo del Castillo de Carastas… que tropezamos en el camino, el siguiente paso era documentar nuestra visita al Monasterio de Caños Santos, allá en ninguna parte y más bien por donde cristo perdió los papeles –dixit doña Concha-.

Ponga en la mochila, si decide visitarlo, no tanto un buen GPS como buenas dosis de paciencia; las va a necesitar. Los indicadores, por su ausencia, no se lo pondrán facil.

Localización:
En mitad del campo, en algún punto entre Olvera y Alcalá del Valle.
Si no es especialmente hábil o es de los que se pierde en el pasillo de su casa, mi consejo es que se llegue hasta Alcalá del Valle, por la A-384 y la CA-9107. Allí aprovecha para tomar un café o un vino… con buen vino se anda el camino… y pregunte, pregunte, no se corte en preguntar. La gente, especialmente acogedora, le indicará el mejor modo.
Tenga presente que el camino que lleva al convento no está asfaltado.
Confíe en Dios.
O en la Virgen.
Ella le llevará hasta el lugar.
La edificación permanece oculta a los ojos del caminante hasta el momento en que descendiendo bruscamente por una ladera, se topará de bruces con el monasterio.

Yo por mi parte prometo que, la próxima vez que visite el paraje, anotaré las coordenadas del GPS.

Historia:
Esto es casi lo de siempre.
La imagen original habría sido tallada por los habitantes de una aldea visigoda, Cenosia, que la ocultaron para preservarla de la profanación de sus invasores. Allá por el año 1512, a un pastor llamado Tello Pascual se le pierde una vaca. Andando tras las huellas del animal llama su atención la luz que sale de una pequeña gruta. Allí, oculta en la oquedad rocosa de un manantial, encuentra la talla de una Virgen.
Puesto el hecho en conocimiento de las autoridades, civiles y religiosas, estas ordenan el traslado de la talla a la iglesia de Olvera. Misteriosamente, la talla desaparece y vuelve a aparecer en la gruta donde fue encontrada por el pastor. El hecho se repite hasta tres veces y ya no queda más remedio que hacerle caso a la Virgen.
En este lugar se construye una pequeña ermita que con el tiempo deviene en suntuosa iglesia y en un convento que, en su época de esplendor, llega a contar con 59 monjes franciscanos.
Posteriormente, en el año 1835, la imagen es trasladada al vecino pueblo de Cañete la Real que la adopta como Patrona y donde permanece desde entonces.
Así tenemos que el convento se encuentra situado en el término municipal de Olvera, es propiedad del ayuntamiento de Alcalá del Valle y la Virgen es la Patrona de Cañete la Real. Un triángulo inusual. A esto, los modernos, le llaman globalización.

La desamortización de Mendizábal dio la puntilla a la decadencia del convento, su abandono y su cuasi total destrucción.
Habíamos tocado fondo.

Curiosidades:
La talla original de la Virgen, la que encontró el pastor Tello Pascual, que ya se salvó por los pelos con ocasión de la invasión francesa, fue definitivamente destruida en el año 1936, en el desarrollo de la guerra incivil, lo que viene a demostrar que… lo pintemos como lo pintemos, no tenemos arreglo.
La actual data de 1941, fue tallada por suscripción popular y conserva una mano de la antigua reliquia.

Afortunadamente, en el año 1996 las ruinas del convento pasaron a engrosar el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz y se iniciaron los trabajos de restauración que, aún sin concluir, pueden hacer que miremos el conjunto de este edificación singular sin tener que abochornarnos.
De hecho se pretendía hacer en el entorno un hotel y un auditorio.

Desde el 30 de noviembre de 2001, fecha de su publicación en el BOE, el Monasterio fue declarado Bien de Interés Cultural hecho que, no es que sirva para mucho, pero nos podría dar idea de lo que un día perdimos.

El Ayuntamiento de Olvera, pese a que el Monasterio se encuentra enclavado en su término municipal, permanece ajeno al asunto.
Los habitantes de Alcalá del Valle, cada 1º de mayo, organizan una romería al Convento, pero su Patrona es la Virgen del Valle, que nada tiene que ver con este lugar.
Los habitantes de Cañete la Real –me he puesto en contacto con su ayuntamiento- celebran la fiesta de su Patrona, la Virgen de Caños Santos, el tercer domingo de septiembre… pero no van al Monasterio. Si van en romería el tercer domingo de mayo, pero no llevan a la Virgen.

A fecha octubre de 2014, que es cuando se produce nuestra visita, el lugar nos parece no para tirar cohetes, pero si adecuadamente conservado y se observa un edificio de nueva planta adosado al convento. La iglesia permanece cerrada a cal y canto y su nave central –miramos por una rendija- tan desolada como abandonada, imposible para el culto.

Imaginamos… queremos imaginar… que poco a poco este emblemático lugar será puesto definitivamente en valor.

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bajada de acceso al Convento

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fachada principal

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entrada a la cueva

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el viajero en una fuente aledaña

20/11/15

el Castillo de Carastas

Sólo gente tan vieja como uno conoce, de propia mano, que volver a recorrer los pasos de la infancia y la juventud te ayudan a conocerte como adulto, a completarte como puzzle de vida y a mejorar como persona. Es un hecho evidente.
En esas andaba en octubre de 2014 cuando vine a dar con las ruinas de un pequeño castillo situado sobre la cima de una loma, allá por donde el camino toma rumbo de Olvera a Campillos.
A los pies de la colina, y del castillo, un cortijo humilde y blanco con la ropa tendida a sus puertas; prueba evidente de vida.
Como el trazado de la carretera impide detenerse con seguridad a su altura, hube de aparcar unos cientos de metros más adelante y volver sobre mis pasos acompañado de Nikita.

Aquel guacabaud tenía como objetivo el Convento de Caños Santos y la falta de tiempo me impidió detenerme para hablar con sus piedras, así que me limité a fotografiarlo y a seguir camino.
Pero a partir de aquel día no había dejado de dar vueltas al molino tratando de averiguar más sobre sus piedras, su historia y su presente, que futuro… a raíz de lo visto, no parecía tener mucho.

Me costó dar hasta con su nombre. Al final llegué al conocimiento que se denominaba Castillo de Carastas, o de Ayamonte, o de Vallehermoso, que gloria no tendrá… pero nombres le sobran pa regalar. Y que había sido declarado Bien de Interés Cultural en el año 1985. Lo del BIC no es sino para espatarrarse de la risa, pues si así se cuidan los BIC’s no quieras saber que les espera a los que no tengan el título.

Bueno, pues a partir de aquí, pese a mis esfuerzos, el más completo erial.
Eso, hasta anoche.
Anoche mi amiga Dorita me dio conocimiento sobre un profundísimo trabajo realizado por un bloguero llamado Manuel en http://www.prehistoriadelsur.com y que despeja cualquier ansia de conocimiento sobre el dichoso castillito.

Así que no voy a incidir sobre lo que en ese estupendo trabajo se explicita de forma absolutamente magistral, pero les voy a resumir alguna de las curiosidades que lo rodean.

Como que desde el mismo se mantiene contacto visual directo con los castillos próximos de Olvera y de Pruna, circunstancia absolutamente necesaria en tiempos en que la comunicación no era otra que el mensajero.
Que fue tomado definitivamente para el cristiano en el año 1407, por tropas al mando de Don Pedro de Astúñiga. Y porque no decirlo, de forma un tanto irregular; a los moros les bastó con comprobar que el Castillo de Torre Alhaquime ya había sido conquistado por las tropas que les asediaban, y se cagaron la pata abajo.
Bajo la Torre del Homenaje se sitúa un importante aljibe, que garantizaba el agua a sus habitantes.
De aquellos tiempos a estos, la principal finalidad que cumplió el castillo fue la de redil de ganado. Ahora ni eso, pues la ruina se ha enseñoreado de sus piedras y lo único que podemos soñar, como BIC que se precie, es que estas mismas piedras no se las lleve cualquier indocumentado para construirse un chalet.

Pero les había contado que a pie de castillo había un cortijo. Un humilde cortijo. Pues bien, ya que don Manuel nos ganó por la mano furtándonos la gloria de la investigación castillera, nos hemos propuesto como siguiente objetivo entablar contacto con los moradores de la susodicha alquería a fin de, conocido su modo de vida, su quehacer cotidiano, sus alegrías y sus cuitas, el trabajo quede definitivamente completado.
Con eso y la ubicación GPS del castillo de Carastas, por si tienen a bien visitarlo, podremos cerrar la pamplina esta que nos ocupa.

En cuanto podamos.

Castillo de Carastas

E estando (61vC) así el Infante sobre Setenil, enbió a dezir a Pedro de Astúñiga, fijo primogénito heredero de Diego López de Astúñiga, justicia mayor del Rey, que estaua en Oluera, que fuese a Ayamonte, a ver si la podría tomar o hurtar; por quanto esta Oluera era suya, que la oviera en casamiento con su muger, que era hija de don Aluar Pérez de Guzmán, almirante que fue de Castilla e alguacil mayor de Seuilla.
E Ayamonte era çerca de la su villa de Oluera, e por ende Pedro de Astúñiga fuese a su villa, e de ay vino a Ayamonte; e quisiérala furtar, sino que no pudo, que los moros que ay estauan, con gran temor que avían del real del Infante, que estatua tan çerca, veláuanla e guardáuanla muy bien.

De la Crónica de Juan II de Castilla.- Alvar García de Santa María.

2/11/15

día de difuntos

Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

Una de las miserias que nos trajo la modernidad fue quitarnos el lugar donde rezar a los muertos. Tiempo faltará –mira, ya están ahí- para que venga algún espabilao a decirnos que a los muertos se les reza desde el corazón.
Si… pero no.

A los muertos, de toda la vida de dios y llegadas estas fechas, se les rezaba a pie de tumba, cara a cara y con el respeto y recogimiento debidos. Hoy, cuando al setenta por ciento de los fallecidos se les incinera, y otro veinte por ciento se tira al río, es casi imposible echarse un muerto a la cara.
Es por eso que nos importamos de los USA de América la fiesta esta jilipuertas del Jalogüin. A falta de muertos reales, bien nos valían muertos impostados.
Y somos tan tontos, tan tontos tan tontos, que hay medidores de mercado que ya indican que la noche del Jalogüin las discotecas y salas de fiestas superan el aforo que hacen la de Año Viejo.

Pero como les venía diciendo, hemos perdido la cercanía de los muertos. Los cementerios, ustedes lo habrán visto, cada noviembre están más desangelados.
Uno, que como dice mi gente es un poquito raro, de siempre gustó en saber donde descansaban los restos de gente que le fue cercana, en la vida o en el corazón. Es por eso que una vez me recorrí calle por calle el cementerio de San Miguel del Cabo de Gata –pequeñito, es verdad-, hasta dar con la tumba de Manuel López (a) el Rabiate, que un día me puso en antecedentes de la historia que conté bajo el título de 20 de septiembre y cuyo protagonista llevaba el apodo de Rabiate en honor y memoria de aquel que la puso en mis manos.

También es la causa que hace unos días me plantara frente a la tumba de Leonor -13 años cuando don Antonio cortó su flor-, a la sombra de la iglesia de Santa María del Espino y del Monte de las Ánimas, para leer sobrecogido los versos que encabezan esta crónica. Uno de agosto de 1912, reza en la lápida, como ustedes pueden comprobar. Collioure queda más lejos; pero confío que, en un día como este, les sea dada la posibilidad de volver a darse un paseo de la mano allá por donde el Duero traza su curva de ballesta.

Les ha contado quien tiene dicho que sus cenizas sean esparcidas, a partes iguales, frente al mar del Cabo y en los olivos que rodean la ermita de la Virgen de los Remedios.
Esto no ha sido, lo habrán entendido, más que un ejercicio de romanticismo.

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22/10/15

Guardapáginas.

-Es esto suyo, maese Mairena, un confesionario.
-De ninguna manera, amigo Sancho. La confesión requiere el propósito de enmienda y el arrepentimiento.
-¿Un diario, quizás?
-Tampoco buen Sancho, un diario requiere objetividad en lo tratado, y estas páginas acaban sometidas a no herir la sensibilidad de lectores ocasionales o suscritos.
-¿Pues qué es este invento, don Mairena?
-Un desahogo, amigo Sancho… un desahogo.

el astronauta

Hoy despedimos a un colega.
No voy a decir definitivamente porque no es que haya pingado las patas –que las pingará-, es que se jubila.
Se sentaba dos bancos por detrás del mío en la galera. No les voy a decir que fuéramos amigos, porque nunca le di las llaves de mi trastero; pero nos tenemos cierta confianza.
Y como ese es ahora mi trabajo –que ya tiene cojones la cosa y en lo que he devenido- me ha tocado organizarle la comida del adiós. Sesenta personas que se reparten entre el lomo al maracuyá –no sé que es-, el rape a la marinera o el bacalao a la vizcaína. Nos iremos al salón social de mi Club de Tenis, donde te puedes desmadrar sin que luego aparezcan testigos de cargo. Lo malo será el volver… con los controles de alcoholemia y esas nonadas; bueno, Coca-Cola pa to el mundo y a tomar por culo.

Este colega, ya desvencijado y descangayado, oído que iba a viajar a Salamanca me recomendó, con mucha fruición, que no dejara de fotografiar al astronauta de la catedral de Salamanca.
-Tendrás que buscarlo, me dijo, y si me traes su foto, con el boscani@ en la firma, te invito a una noche... digamos lúdico cultural. No te va a ser fácil.

Así que yo y Nikita nos presentamos con cierta ilusión –curiosidad- ante la fachada de la catedral de Salamanca.
Esto va a ser coser y cantar.
¡Que si flores!

El primer día le dimos como seis vueltas al perímetro de la catedral, deteniéndonos con mucho miramiento ante cada una de las portadas. Nos mojamos de mucho mojarse, pero no dimos con el astronauta dichoso… estaría de paseo espacial.

Aquella tarde tocó documentarse debidamente. Así conocimos que Neil Armstrong fue un capricho del último restaurador de la fachada catedralicia, a cada uno de los cuales se les concede la ocasión de añadir a la portada una aportación personal. Este se pasó tres pueblos, porque no sólo colgó el astronauta, sino también al dragón comehelados y al primo de Espinete.
En el año 2010 el astronauta misterioso apareció con un brazo roto, circunstancia por la cual fue retirado para su restauración.
Uno se dijo:
-Coño, mal está la Seguridad Social, pero cinco años para arreglar un brazo son muchos años… aunque cosas peores se han visto.

Con esa información, y una foto del susodicho en la pantalla del móvil, nos pusimos otra vez a darle vueltas a la catedral. Cualquier observador espacial que hubiera reparado en mí hubiera afirmado, sin temor a equivocarse, que yo era el tonto la catedral.
Pero tampoco dimos con el astronauta.

La víspera de nuestra partida, decidimos que, sí o sí, daríamos con nuestro objetivo aunque para ello tuviésemos que llamar a la puerta del obispo.
Pero la estrategia se desarrollo de otra manera: Llegados a la plaza de Anaya, nos detuvimos a esperar que pasará por allí alguien con cara de saber como buscar un astronauta.
Dimos por fin con un lugareño, ya licenciado de la facultad, y le abordamos directamente. No nos equivocamos.
-Sobre aquella puerta, según la miramos a la derecha, está el astronauta.

¡Por los cojones! No era a la derecha, era a la izquierda.
Pero iniciada la nueva tribulación nos arrolló una turba de japoneses que, pasando sobre nosotros, apuntaron sus cámaras a la diana que tanto buscábamos.

-OOOOOhhhhhhhhhhhh allí estaba el hijo de puta. Y bajo sus botas, un poquito a la derecha, el dragón comehelados. Y bajo ellos, cien japoneses disparando sus cámaras. Y Nikita y el menda con una cara de bobos que no veían en aquella plaza desde la última conferencia de Luis Vives.

Les dejo la prueba documental de que cumplimos nuestro objetivo.
Y, aunque "lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”, no es menos cierto que “quien la sigue la consigue”.

el dragón comehelados

el astronauta

26/9/15

tras los pasos de don Alonso Quijano

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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

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En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

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Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. 
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

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Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. 
Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la triste figura.

Holaaaaa

Puédeslo creer así sin duda, respondió Don Quijote, porque o yo sé poco, o este castillo es encantado, porque has de saber... mas esto que ahora quiero decirte, hasme de jurar que lo tendras secreto hasta después de mi muerte.
Sí juro, respondió Sancho.


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Salió, en fin, Sancho, acompañado de mucha gente, vestido a lo letrado, y encima un gabán muy ancho de chamelote de aguas leonado, con una montera de lo mesmo, sobre un macho a la jineta, y detrás dél, por orden del duque, iba el rucio con jaeces y ornamentos jumentiles de seda y flamantes. Volvía Sancho la cabeza de cuando en cuando a mirar a su asno, con cuya compañía iba tan contento que no se trocara con el emperador de Alemaña.

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El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase, y jamás quiso, hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que le pedía.

—No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío —respondió don Quijote—, y así os digo que el don que os he pedido y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado es que mañana en aquel día me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla deste vuestro castillo velaré las armas, y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder como se debe ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las aventuras, en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a semejantes fazañas es inclinado.

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—¡Ay! —respondió Sancho llorando—. No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.

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Amén.

1/9/15

¡... a los toros!

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¿Dónde vas?
A los toros.

Me apoyo en el chiste popular para contar a su merced que, por fin, se dieron las circunstancias propias, los astros se alinearon de la forma debida, para que Nikita y yo, apalancados en la seguridad de la barrera documentásemos una corrida de toros.

Porque este cristalito, amén de un ejercicio de estilo, no es sino la excusa para contarle a mis nietos que su abuelo fue pro-taurino en un tiempo en el que la fobia a las corridas de toros se había puesto de moda.

No vamos a ejercer el dogmatismo que sería fácil. Ni a justificar lo que de ningún modo merece justificación alguna. De los pros y de los contras podrán encontrar cientos y miles según el lugar donde busquen.

Así que vamos a dejarlo, resumido, en porque sí.
Porque me dio la gana, por cultura, por educación y, sobre todo, porque me lo pidió el cuerpo. Se rasque quien le pique.

No fue fácil llegar hasta aquí. Amén de estar dispuesto a abonar lo que valía una localidad principal, hubimos de tirar de influencias y recomendación.
La plaza de toros de Almería, la bonita por apodo, es incómoda de cojones.
Incomoda hasta rallar en la inseguridad.
Pero mereció la pena. Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Alejandro Talavante pusieron sobre la arena la magia del rito que deviene desde tiempos inmemoriales para embrujar a quien se quiere dejar embrujar.
Es el caso.

No les quiero contar la impertinencia de que en esta plaza se merienda.
Quiere esto decir que estoqueado el tercer toro, se hace un paréntesis oficial para que el tendido deguste las viandas que trajo de su casa. Costumbre esta arraigada en los mismos cimientos del edificio, que será difícil desechar pese al rechazo de la torería.

En mi página de Flickr podréis encontrar un completo reportaje de la tarde.
Aquí, solo un testimonio.

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25/8/15

otra vez el FreeStyle

Han pasado cuatro años desde la cosa aquella del Freestyle (agosto 2011). Y anoche, acompañados esta vez del padre de la criatura, como moteros de toda la vida que seguimos siendo, volvimos al espectáculo de las motos, aunque esta vez nos trajeron el circo a la puerta de casa.
La plaza de toros de Vera se llenó hasta la bandera y esta vez, gracias sean dadas al Altísimo, no vino el de la motosierra.
Sergio, por el que han pasado ya cuatro años, no es que siga gustando de las motos, es que ya quiere una moto. De su tamaño, eso sí.

Así que habrá que ir educándolo y haciéndole ver que las motos son para pasear. Y que todo lo demás es circo.
Y que para circo, los payasos.

Siempre he mantenido que una moto es mucho más segura que un caballo.
A lomos de una moto, el único que piensa es el piloto. Así pues, si uno está más o menos al tanto de las leyes de la física y tiene la cabeza medianamente amueblada, el riesgo es muy limitado. Un casco y un par de sustos y ya puedes ir por ahí más seguro que un buzo en una bañera.
Otra cosa es cuando los que piensan son dos, caballo y jinete, compitiendo a veces por ver quien es más animal.
Entonces la cosa, lo sé por experiencia, puede ser peliaguda.

Mientras damos un poco de tiempo para que asimile estos conceptos, le dejo aquí alguna de las imágenes vividas la noche del sábado; las mismas que se llevó para soñar en la cama.

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Hasta la próxima.

7/5/15

De Córdoba a Cárbula.



Que por mayo, era por mayo
cuando aprieta la caló…

Tan solo y tan anónimo como el autor del romance, el único pensamiento que me ocupaba cuando atacaba las rampas de subida al Castillo de Almodóvar era…¡el hijo puta el moro!
No se puede vivir tan alto… y sin ascensor.

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Hacía tiempo que los hermanos D, que no Dalton, tenían planeada la ruta ciclera que une la Córdoba del Séneca con la Cárbula de Plinio. Y fue por mayo, cuando aprieta la caló… y juro que aprieta, cuando finalmente acometimos la aventura.

Dicen los papeles que son 22 los kilómetros que separan Córdoba de Almodóvar. Mentira cochina. Desde la Avda. de Medina Azahara hasta la plataforma de entrada al castillo marcó el gps de Julieta –y ese no se equivoca- la nada despreciable cifra de 31,960 kms.- Lo que supone más de 60 a final del trayecto; si no quieres quedarte a vivir entre las almenas del cuidado castillo del Conde de Torralva, sevillano que ejercía de señorito y que gastó más de treinta años de su vida y prácticamente la totalidad de su fortuna en reconstruir el castillo que, cuando llegó a sus manos, se encontraba prácticamente en ruinas.
Cuentan las crónicas de la época que por no tener, el castillo no tenía ni siquiera camino para subir.

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Miguel Ángel Desmaissieres, marques de la Motilla, conde de Torralva, hizo de la reconstrucción del castillo la razón de su vida.
Viajero incansable, interesado por la tecnología, curioso hacia el mundo que le rodeaba y muy sensibilizado con los problemas sociales, revirtió en beneficio de los habitantes de Almodóvar, que durante años fueron contratados en las obras de la fortaleza. Las obras de restauración comenzaron en el año 1901 y se prolongaron durante 36 años, lo que da muestra de lo que allí hubo que hacer.

Paradójicamente, ni el marqués de la Motilla ni su arquitecto, el prestigioso don Adolfo Fernández Casanova, pudieron ver terminado su sueño. Ambos fallecieron antes de que concluyesen las obras.

Nosotros hemos tenido más suerte. A día de hoy el castillo de Almodóvar del Río, la antigua Cárbula, luce en todo su esplendor y puede visitarse, y disfrutarse, por el módico precio de 7 euros. Las cosas, entiendo, cuesta mantenerlas.

Así que allá nos encaminamos, pegados al trazado del canal del Guadalmellato, buena guía para no perderse por caminos que sólo conocíamos de oídas.
Tras desayunar frugalmente en cualquier cafetería de la Avda. Trassierra, de la capital cordobesa, aproamos las tierras de la campiña.

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Como en cualquier guacabaud que se precie, las desventuras no tardaron en llegar. A poco de dejar a nuestras espaldas las ruinas aristocráticas de Medina Azahara, Julieta pinchó sus dos ruedas. Las dos a la vez. Y el piltrafilla de su jinete sólo tenía una cámara de repuesto.
-¡A quién se le ocurre! que diría Sancho.
La montura de Sancho, para más inri, gasta distinta medida que Julieta. La trasfusión pues, no era posible.

Como la necesidad obliga, la necesidad obligó a sustituir la cámara de la rueda trasera, la más dañada, e insuflar aire en la delantera para ver de llegar a algún punto que nos ofreciera socorro.
Esparcidos todos los apechusques de reparar por el suelo, los perros de los cortijos próximos acompañándonos en un concierto de ladridos, aquel cuadro infundía tanto la risa como el llanto. Máxime por la poca destreza d’estos caballeros en colocar en su lugar la cadena, lo que nos llevó casi media hora de retraso.

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Ya veíamos que no llegábamos a Cárbula a tiempo de agenciar nuevas cámaras en algún comercio del ramo, cuando una nueva calamidad vino a cebarse en nosotros… aunque esta vez sólo fue el susto.
Perdidos en la inmensidad de la campiña, sin la ayuda de referencia del trazado del canal, el Capitán Pedales intentó situarse en el mundo mediante la ayuda del gps del móvil. Pero… ay, dios mío… el móvil no aparecía por ningún lado.
Pánico generalizado.

-Ese me lo he dejado donde pinchamos. Claro, con todo por allí tirado.
-Tierra, trágame.
-Espera que te llamo.

Sancho llamó a Quijano desde su móvil y el móvil de Quijano comenzó a sonar a su espalda. Lo había metido en el bolsillo trasero de la camiseta de ciclar.

-Uffffffffffffff… que susto.

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Llegados a Almodóvar, diligenciado en primer término el asunto de las cámaras que aún se complicó más pero no quiero aburrir, nos sentamos a la sombra del Ayuntamiento. Allí, a la frescura de una terraza con Cruz de Mayo, dimos buena cuenta de unos caracoles que aquí son la comida regional por excelencia y que preparan como sólo ellos saben hacerlo.

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Luego, miramos hacia arriba, donde ondeaba el pendón medievo, y nos dijimos: Hay que subir.
Y subimos; vive dios que subimos.

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Al reloj del Ayuntamiento no le hagan ni caso; allí suele marcar la hora que le da la gana.
Sancho, más joven, hizo cumbre bastante antes que Quijano, que aquí no se respetan grados. Y cuando este llegó, sin descabalgar eso si, aún debió esperar su alma… que tardó unos minutos más en subir.


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El lugar merece el esfuerzo. Ya la vista de por si es impresionante, pero el castillo está cuidado con mimo y esmero. La sala de protocolo, la capilla, la torre del homenaje, el patio de armas, las mazmorras, las almenas, todo está dispuesto con limpieza y saber. En la Sala de las Campanas, un holograma especialmente emotivo, de seis minutos de duración ofrece al visitante la oportunidad de conocer, de boca del Desmaissieres, sus motivos y razones.
Por si fuera poco, una taberna medieval, con los camareros vestidos de época, ofrece al visitante buen yantar y mejor beber. A la sombra de una terraza, asomados a las almenas, trasegamos el singular salmorejo y unas cervezas que actuaron como bálsamo de nuestras maltrechas piernas y desconsolado estómago. Allí pareciera que se detuviera el tiempo.

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Luego tocaba volver.
Siempre toca volver.

Eran las tres y media de la tarde cuando dejábamos Cárbula tras la estela de nuestras cabalgaduras.
El termómetro marcaba 33 grados y mayo florido se abría en nuestro horizonte.
-Jarto gachas… quién se agacha, que decía doña Concha.

Cuando pasábamos por Medina, de urgencia, hubimos de mendigar unos refrescos en el centro de interpretación; algo fresco que nos permitiera llegar a Córdoba con un mínimo de humedad. Pocas veces me ha sabido tan bien una Coca-Cola.

Finalmente, sobre las 6.30 de la tarde, mientras el Barsa le endiñaba ocho goles como ocho soles al Córdoba, que les hundían definitivamente en el pozo de la segunda, nosotros nos asentábamos en una cafetería de la Trassierra para comentar las jugadas.

Las nuestras, no las del partido.
Ni que decir tiene que yo me apunto a la próxima.
Aunque sólo sea por llevarles agua.

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Otrosí:
Mi buen amigo el Séneca me recrimina -con razón- haber omitido, al contarles cosas del castillo, la leyenda de la Encantá.
Leyenda que, una noche al año, tiene en vilo las inocentes almas carbuleñas. Como esta mañana no me he levantado con ganas de darle a la tecla, y mucho menos de hacer interpretaciones libres, he decidido ponerles frente al cartelito clavado a las puertas de la Torre del Homenaje. La misma que acoge el cielo -la mejor vista desde el castillo- y el infierno -las mazmorras-.

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10/4/15

Aventuras del Capitán Pedales: el Puerto del Alacrán.

Mi buen amigo y compañero de fatigas deportivas AA me había planteado un reto ciclero; se trataba de marchar desde los Altabacales Altos al Puerto del Alacrán; y regreso, claro. Era algo que permanecía anotado en la agenda y que ya empezaba a oler.
Desde su particular perspectiva de los desniveles, aquello sería coser y cantar. Algo así como la vida en rosa, pero en bicicleta.
Así que fijamos el domingo de resurrección, nunca peor elegido, como fecha para terminar de una vez por todas con esta tontería.

Uno, previsor, se había entrenado unos días antes recorriendo la ribera del Palmones. Ruta esta que se hace bajo la atenta mirada de los muchos toros bravos que por allí pastan. Tierra feraz sembrada de palmitos, espárragos, hinojos y tagarninas. Algo llanito como la palma de la mano y paso previo para desentumecer y tonificar los músculos.

¿Amigos?

Mientras subíamos hacía la cumbre de Sierra Bermeja, las monturas sobre la baca del coche, mi buen amigo debió pensar que algo de sal había que poner a tan descafeinada jornada, y en vez de detenerse a la altura de los Altabacales siguió marcha hasta el mismo puerto de Peñas Blancas, confluencia de caminos a Jubrique y Genalguacil, y punto donde se situó una meta de la Vuelta Ciclista a España en el año 2013. De ello da constancia el monumento que allí se erigió y que recuerda, al que no sube a pedales, que triscar estas cuestas es algo parecido a la muerte a pellizcos.

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Esta ocurrencia significa que nuestra ruta la comenzaríamos con un descenso de dos kilómetros. Traducido al cristiano, significa… no más, que para terminar tendríamos que hacer el mismo tramo pero… subiendo. O sea, de postre.

Pinos, pinos y más pinos. Una vereda serpenteante entre las cumbres. Una vista infinita hasta la costa. Cabras asalvajadas entre las rocas. Un lujo de paisaje y un lujo el respirar aires que nadie más respira.

Pese a la supuesta ausencia de desniveles –la madre que lo parió-, la aventura mereció la pena y estoy dispuesto a repetirla. Máxime cuando, sabiendo lo que me espera, ya llevaré hecho el cuerpo… y la piernas.

Parece oportuno añadir que el trayecto de ida y vuelta son unos veinte kilómetros y que no es aconsejable hacerla ni en pleno verano, por los calores, ni en invierno… porque te puedes helar en la cumbre.

Les dejo fotillos y el enlace a la ruta del Runtastic.

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… y finalmente,
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¡pa habernos matao!

https://www.runtastic.com/es/usuarios/juan-dominguez-1-5/sesiones-deportivas/429194784

17/3/15

el Lignum Crucis

Una de las pamplinas que llamó de forma especial mi atención, en el reciente guacabaud a tierras murcianas, fue la que paso a relatarles.
Murcia, como Almería, es una de las regiones que se llevan a matar con el agua. O mueren de sed, o se ahogan en la crecida. Al parecer, no acostumbran a quedarse en el término medio.

Tal es así que en tiempos remotos, antes de que se encauzara el recorrido del Segura a su paso por la capital murciana, no era infrecuente que alguna crecida se llevara por delante a murcianos y gitanos –es una broma- y terminaran estos en la costa de Mazarrón, con gran quebranto de la sociedad de la época.
Era por eso que los pobres murcianicos se echaran a temblar cuando veían el cielo nublarse más de lo debido.
Y como entonces, y ahora, persisten algunos individuos en creer que el grifo del agua de los cielos está en manos de ese ente confuso y abstracto al que llaman Dios, les faltaba tiempo para coger de la oreja al prebistero de la catedral y subirlo encima de la torre, lignum crucis* en mano, para que desde allí convocara a los espíritus que alejaran los nubarrones.

Imagínense la escena, que es para espatarrarse:
El cielo tronando, el agua que arrecia, y el cura en el balcón recitando jaculatorias con la cruz y el hisopo en las manos.
Como no podía ser de otra manera, a Dios siempre le pillaba mirando para otro lado y no era infrecuente que un relámpago descarriado terminara haciendo carbonilla aquel pararrayos ocasional que le provocaba desde tan alto balcón.
Tan alto tan alto que, de allí al cielo, pasaba el religioso sin darse apenas cuenta.

Me lo contó con mucha gracia y sabiduría, Cristina, la más galana de las guías que conoce de Murcia lo que no está escrito.
Ahora, un poquito más, también su merced.

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el balcón desde el interior de la torre
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(*) Cada iglesia que se precie tiene su lignum crucis particular.

10/2/15

el Clio

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¿Bonico, verdad?
Pues más bonico es su corazón de 100 caballos con turbo, en un motor de gasolina. Capaz de volar sobre la carretera… pero sólo en caso necesario. Su dueño, o sea el menda, prefiere ver pasar la vida bastante más despacio.
De cualquier manera, un estreno así, bien merece un cristalito en La Vidriera.

Me dio pena, mucha pena, dejar el Ibiza en el concesionario para carne de desguace. Lo creerán o no, pero me despedí de él con un beso sobre su capó, aun calentito por el desplazamiento.
No es para menos, durante quince años, quince, me ha servido fielmente.
300.000 kilómetros, sin un disgusto, y para un motor de gasolina, entiendo que es cumplir escrupulosamente con lo que de él se esperaba.
Cierto es que lo traté bien, que siempre durmió a cubierto, que las revisiones periódicas le llegaron puntualmente y que a menudo recibió un plus de cariño, como todas las cosas y personas que me rodean, pero él cumplió su parte y la cumplió bien.
He comentado a un amigo común que debería haber una especie de edén, de refugio, de paraíso, para aquellas cosas que nos facilitaron la vida. Algo así como un parque temático… un museo… qué se yo.
Lo del desguace se me antoja un sacrilegio, una puñalada trapera en el corazón de quien siempre fue tu amigo y te sirvió con lealtad.
Cualquiera que me lea pensará que no estoy hablando de un coche.
Lo digo sin arrepentimiento; cada cual debe ser libre de cargar con sus propias tonterías.

De este espero lo de aquel, lealtad y servicio.
Aunque… no sé… las cosas de la tecnología no siempre van a mejor.
Para empezar, hay que hacer un curso antes de ponerte al volante. Ni que fuera el coche fantástico. La revolución tecnológica. Una muestra; no tiene llave.

Para conocernos, y presentarle a Nikita, ayer me lo llevé al faro de Mesa Roldán. Sobre el acantilado, el viento de poniente en el rostro y el frío en los huesos pese al sol, nos presentamos nuestras credenciales. La Torre Artillada del XVI sirvió de testigo.
De hecho estoy pensando mandar las fotos al concesionario; lo mismo me las compran.

Al volver, por ver si era verdad lo que me contaban, deje caer un poco de más el pie sobre el acelerador. Lo levanté –me entró miedo- cuando el cuenta marcaba 170.
No hace falta llegar a ningún sitio tan de prisa.