La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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12/8/14

Gloria a Dios en las alturas: Vela Blanca.

Música para acompañar


Uno, en su calidad de ciclista piltrafilla, no es muy dado a frecuentar las alturas. Siempre he preferido el llano.
Lo cual no significa que, en ocasiones, enfrentemos la excepción. Además, me pareció una buena ocasión para hacer mayor a Julieta.
No todos los días se sube a Vela Blanca. Atalaya mítica, muy celebrada, conocida y gloriosamente conquistada cuando el ardor guerrero –que ya no- inflamaba nuestras almas.
Eso, y contárselo a mis nietos, justifican –de sobrado- este cristalito.

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Vela Blanca es el vértice que divide los confines del Cabo de Gata con los de San José. Cima de la categoría del Puerto de la Mentira, llamado así porque nadie se cree que hayas subido allí. De hecho, si yo lo hice, fue porque andaba extraviado y más perdido que turco en la neblina.

Esta vez iniciamos la aventura desde la aldea de San Miguel, no fuera a ser que en el calentamiento se nos agotase la gasolina y no hubiera más que contar. Para cuando dejábamos atrás la iglesia de Las Salinas ya estábamos tonificados, subir la cuesta del faro nos puso en antecedentes de lo que nos esperaba y, a pie de Vela, el testigo de la temperatura corporal subía tres rayitas por encima de lo habitual.

Si bajar desde Vela Blanca duele y debes hacer virguerías para no salir despedido por delante del manillar, imagine su merced lo que será subir.
Guardo, para estas ocasiones, los consejos del peregrino Martínez en aquella cruzada que supuso el Camino de Santiago. Aconsejaba el guripa no mirar nunca hacia arriba, ni hacia abajo, clavar la vista en la rueda delantera y olvidarse del tiempo y del espacio, como canta el Battiato en su no time no space. Sólo así se consigue llegar a la cima.

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el faro del Cabo, punto intermedio

Confieso, sin rubor, que una parte de la subida la hice descabalgado y arrastrando a Julieta, lo que si bien es un desdoro para mi currículum deportivo, no es menos cierto que engrandece mi voluntad y sirve de cura de humildad al ego siempre desbocado.

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a media ladera... o a media vela; un respiro para respirar. Al fondo, el faro de Cabo de Gata

Una vez arriba, atrás los momentos en que pareció que la vida se escapaba por tu boca, la recompensa vale con creces lo sufrido.
Ante la silenciosa presencia de la torre, que data del año 1767, sumergido en la brisa o el viento –según toque- las rocas que coronan el acantilado dan paso al abismo siempre azul del mediterráneo.
A occidente el faro del Cabo de Gata, a oriente las calas del Barronal, Monsul, Genoveses y allá a lo lejos la torre gemela de La Polacra, ponen limites a algo parecido al nirvana.

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Ya solo queda bajar. Ahora serán protagonistas los frenos de Julieta, mientras tu clavas las palmas de las manos en el manillar y atrasas el culo cuanto puedes para llevar el centro de gravedad a puntos lo más razonables posibles.

Con todo, aconsejo al lector la aventura. No es sitio al que haya que subir todos los días, pero hacerlo una vez al año, como el ir a la Meca, es lance que mortifica el cuerpo, hace expiar los pecados y reconforta el espíritu.

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No es prurito personal, es fe notarial; por si alguien lo pone en tela de juicio.

6/8/14

la historia según Mairena: María de Padilla

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Grabado de Paul Gervais

Quiero hablarles hoy, a modo de pasatiempo, de María de Padilla.
María de Padilla, a poco que miren la Wikipedia, conocerán fue la amante amantísima de don Pedro I (a) el Cruel, para otros el Justiciero, lo cual no viene sino a confirmar el viejo dicho que la feria va por barrios.

Un buen amigo mío lo describe de otra manera: Seas quien seas, me dijo, siempre encontrarás una persona que te eleve a los altares y otra que diga de ti eres un perfecto hijo de puta; al final, sólo será lo que tú quieras que sea.

El caso es que don Pedro, rey de Castilla, se prendó de doña María en el descanso de una de sus escaramuzas guerreras y ya no tuvo ojos más que para ella. Y eso que don Pedro, según relatan las crónicas, se enamoraba de un palito con faldas. Doña Blanca de Borbón, Juana de Castro, Isabel de Sandoval o Aldonza Coronel no fueron sino otras tantas que quedaron eclipsadas a los ojos del monarca bajo el influjo hechizado de doña María. Pudieron ocupar, estas y otras, la titularidad del contrato, pero nunca ocuparon el corazón del Rey, siempre subyugado por el influjo de María.

Bien es verdad que la Padilla la diñó cuando apenas cumplía los veintiocho y su majestad no tuvo apenas tiempo de verla deteriorada. Ni siquiera vivió con ella de continuo lo que evitó el daño de la convivencia, que todo lo pervierte y emponzoña, pero quede constancia, de una manera u otra, que María de Padilla fue la verdadera reina consorte y ejerció como tal mientras sus piernas –bellísimas- la sostuvieron.

Cuentan las crónicas que María de Padilla, de familia bien, era “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”, algo así como nuestra… Shakira, versión año 1340.
Las buenas lenguas cuentan de ella intercedió muchas veces ante el Rey para salvar el cuello de alguno de los nobles de la corte que se habían pasado no ya tres pueblos, sino uno y medio.
Las de doble filo que intrigó cuanto pudo y, en su medrar, llegó a envenenar a doña Blanca de Borbón, a la sazón esposa legal del Rey.

De una forma u otra, entre polvo y polvo, a doña María le dio tiempo de construir… o construirse, el monasterio de Santa Clara de Astudillo pues ya preveía la buena mujer que aquello no podía terminar bien de ninguna manera y quería asegurar un reposado lugar a sus huesos para cuando la fortuna o el favor del rey la abandonaran.

Lejos de que eso ocurriera, a tal punto llegó la adoración de don Pedro por su amante que dado que esta gustaba bañarse desnuda bajo la cripta abovedada de Los Reales Alcázares, obligó a todos los nobles de su corte a bajar con él a los baños y admirar el venusino cuerpo de su amada.
Una mañana, en pleno éxtasis amatorio, encoñado y caliente como un becerro, don Pedro exigió a alguno de ellos que bebieran del agua en la que se sumergía la Padilla.
A ello se negó don Juan de Orduña, secretario real. Haciendo honor a su apelativo primero, y ya con el pescuezo sobre el tajo del verdugo, don Pedro pidió explicaciones al súbdito sobre el motivo de la negativa. En un momento de inspiración divina, don Juan alegó:
-Es que… majestad… tal es la belleza de doña María que temí que, en probando el caldo, se me antojase la perdiz.

Ello le salvó la vida. A don Pedro le hizo gracia la respuesta y se contentó sólo con desterrarle.

Pero no fue el único fanatismo del Rey en lo tocante a su loco amorío. Una vez fallecida doña María -"en este año morio en Seuilla de su dolençia doña María de Padilla. E fizo el rey fazer alli e en todos sus regnos grandes llantos por ella e grandes cumplimientos"- el Rey la lloró tanto que hizo que la corte besara la mano de la difunta –al parecer había muerto infestada de peste-, hizo fuerza papal para que se anulasen todos sus anteriores matrimonios y se la reconociese como única reina, legitimando así su descendencia con ella (cuatro hijos como cuatro soles) y trasladó finalmente sus restos desde el monasterio de Astudillo a la catedral de Sevilla, a fin de que descansasen junto a los suyos.

La fotografía que les traigo, de los baños que a día de hoy han sido bautizados como Maria de Padilla, no es mía sino interpuesta por un amigo que me la hizo llegar junto a la leyenda. Con la promesa, eso sí, que a fin de mejorarla visite en cuanto me sea posible los Reales Alcázares de Sevilla y honre, de este modo, la memoria de tan especial mujer.

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Baños de María de Padilla, Reales Alcázares de Sevilla

La mañana del 19 de enero de 2015, con un frío gélido, cinco grados al sol, doña María de Padilla quedó debidamente cumplimentada y mi promesa cumplida. El lugar, sótanos de los RR.AA. de Sevilla, carece del glamour que le suponía. Es más, dudo mucho que la Padilla mojara el culo en aquellas aguas, pero no seré yo el que ponga en solfa la leyenda. A lo mejor en verano…

Dejo una foto de la nave central,

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y otra de una de las galerías laterales y paralelas a la misma.

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