La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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10/9/09

Quince iguales.

Estos días, como es tradicional, se juega en mi empresa el torneo de tenis anual.
Como es igualmente tradicional, suelo formar pareja con mi hijo para jugar en la modalidad de dobles.
Uno, ya lo he contado otras veces, abomina de esa especialidad que viene a ser al tenis lo que el padel a los deportes de raqueta, esto es, una mariconada. Pero una no escrita obligación paternal me obliga, un año tras otro, a cometer el mismo disparate con tal de tener a mi niño contento. Mi niño, sépanlo sus mercedes, ronda ya los 35 tacos.

Aún se humedecen mis ojos cuando recuerdo como el año pasado nos ganó la final un cojo. Y los chascarrillos que hubimos de soportar hasta bien entrada la primavera a cuenta de tan sonado descalabro.

http://vidri.blogspot.com/2008/10/feos-torpes-y-malos.html

Pues este año, para no ser menos, pintan los mismos bastos. Quince iguales, que digo yo.
Mi niño, sigo informándoles, es un cualificado monitor de tenis. A uno, innecesaria modestia aparte, tampoco se le da mal la cosa. Acostumbro a decir que soy el mejor de los malos. Y, bajo estas premisas, ayer iniciábamos un nuevo experimento tenistico-paterno-filial.

El primer partido no debía suponernos más quebraderos de cabeza ante rivales claramente inferiores.
Las calamidades aparecieron cuando antes de iniciar el calentamiento, de tapadillo, David –así se llama- me enseñó la palma de su mano derecha, la de agarrar. Una lacerante y sangrante llaga se mostraba en todo su esplendor.

-Apaga y vámonos. Ya jugamos otro año.
-Que no… que no… que yo puedo. Me pongo un apósito, o una venda, o algo.
-O la madre que te parió… ¿se puede saber cómo te has hecho eso?
-Se puede. Llevo todo el verano si tocar una raqueta, hace dos días que comenzamos las clases y llevo dieciséis horas seguidas con la raqueta en la mano. Resultado… una heridita.
-Una heridita dices? Y me duele a mí de verla.
-Anda ya, viejo. Que nosotros podemos.

Pudimos, pero con los ojitos de la cara.
A la llaga sangrante, para acompañar, mi niño le unió una desesperante caraja pre otoñal.
Perdimos, de largo, el primer set.
Gané veinte o treinta años de indulgencia plenaria aguantándome las ganas de soltar exabruptos. Porque, sépanlo también, en estas circunstancias hay que poner buena cara, sonrisa profidén y ternura a espuertas, que mi niño es muy sentio y cualquier mal modo le deja la moral en la arcilla.

En uno de los lances del encuentro, al acercarme a la grada, uno de mis amigos que seguía el partido me susurró bajito:
-Porque es tu hijo, si no ya lo habías matao.
-To se andará
, contesté yo mu contenío.

Ganamos los dos siguientes sets, y el partido, porque la Virgen existe y a mi me tiene ley.
Pero esto pinta mal… muy mal.
Estas cosas, estos sinsabores, ustedes lo saben, sólo se entienden desde el cariño.


pilar 2009