La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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26/5/23

A Zaragoza... o al charco.

Hace tiempo que no traigo a La Vidriera un cristalito relativo a las actividades cicleras del Capitán Pedales. Y haberlas haylas, pero nunca encuentro el momento de templarlas al horno. Hasta hoy, que ya tocaba.

El caso es que, después de pasear al santo, la lluvia tan rogada llegó sin medida como suele y amén de otros destrozos nos dejó las pistas de tenis inutilizables para unos cuantos días. Y como somos gente de culo inquieto decidimos que era hora de sacar las bicis de su guarida e inventarnos un guacabaud que esta vez, como casi siempre, tenía como meta el entorno de San Miguel del Cabo de Gata.

 

El problema es que la misma lluvia que ya nos había jodido las pistas de tenis se entretuvo también en joder el habitual camino al Cabo, que se nos presentó no sólo con las dunas de arena habituales sino con grandes acumulaciones de agua que más que charcos nos parecían lagunas. Y ante ellos, en principio, no quedaba más que colgarse la bicicleta, salir del camino, y andar unos cientos de metros hasta encontrar otra vez el seco.



Para colmo, cuando llegamos al Charcón de Rambla Morales nos vimos sorprendidos con que el mar se había adentrado en la laguna y no había forma humana de pasar al otro lado. 

 

A estas alturas del paseo ya se nos había unido Cristina, una ciclera de La Mancha, que vacaciona habitualmente en Almería y que no lo hace sin su bicicleta.



Decidimos entonces rodear la laguna por el norte, pero para ello tuvimos que caminar por las dunas -más que pedalear- como dos kilómetros, hasta llegar a la altura del camping de Pujaire. Allí pudimos vadear la rambla al otro lado y enfilar nuestro objetivo… que no era otro que sentarnos en la terraza de algún bar del Cabo y desayunar como Dios y el catecismo del ciclista mandan. Cristina tuvo la deferencia de acompañarnos en el desayuno, mientras nos fue poniendo al día de como discurre la vida tan lejos del mediterráneo.




Ya al volver, Cristina por un lado y nosotros por otro, convine con Julieta que estaba harto de vadear charcos con la bicicleta al hombro y que era momento de probar en navegarlos. Mi amigo Enrique también los navegaba unos metros atrás.

 

Fue al tercer o cuarto charco navegado cuando la rueda delantera de Julieta se trabó en alguna piedra oculta y estuve a punto de irme a pique. Tuve que poner pie a tierra ... a agua quise decir, que me cubría por encima del tobillo. Al detenerme yo también tuvo que detenerse Enrique, pero perdió el equilibrio, la bici se le venció a un lado, y aterrizó de bruces en el charco. Me acordé del chiste aquel del maño que decía que a Zaragoza… o al charco. 

 

Al verlo sumergido en el charco al principio me dio risa tonta, pero al ver que no salía tuve que correr preocupado en su ayuda, quitarle la bicicleta de encima y ayudar en su rescate.

Sangraba además por la antepierna derecha; se había clavado los dientes del plato grande la bici. 



Llegó la fase de evaluación de daños, recomposición de lo averiado y puesta en disposición de seguir el camino. Menos mal que llevaba en la mochila un paquete de toallitas húmedas del Mercadona, que nos sirvieron de vendas, de toallas y de trapos de limpieza. Es absolutamente recomendable llevarlas en el macuto del ciclista piltrafilla, como lo que somos.

 

A partir de ese momento decidimos que ya no navegábamos más y que era mejor la táctica del pie a tierra y bicicleta al hombro. Ello no fue óbice para que unos kilómetros más adelante, envidioso como tiña, fuera el maestro vidriero el que diera con sus huesos en el camino al quedarse la rueda delantera de la bici bloqueada en una duna traicionera. Otra vez a escena las toallitas húmedas del Mercadona. 



Al fin, más pronto que tarde, terminamos la aventura sin otra incidencia que perdernos la habitual cerveza con que se deben terminar estos encuentros tan deportivos como sociales. Nos desquitaremos en cuanto podamos.