La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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10/2/15

el Clio

15clio-21ph -priv-

15clio-25ph -priv-

¿Bonico, verdad?
Pues más bonico es su corazón de 100 caballos con turbo, en un motor de gasolina. Capaz de volar sobre la carretera… pero sólo en caso necesario. Su dueño, o sea el menda, prefiere ver pasar la vida bastante más despacio.
De cualquier manera, un estreno así, bien merece un cristalito en La Vidriera.

Me dio pena, mucha pena, dejar el Ibiza en el concesionario para carne de desguace. Lo creerán o no, pero me despedí de él con un beso sobre su capó, aun calentito por el desplazamiento.
No es para menos, durante quince años, quince, me ha servido fielmente.
300.000 kilómetros, sin un disgusto, y para un motor de gasolina, entiendo que es cumplir escrupulosamente con lo que de él se esperaba.
Cierto es que lo traté bien, que siempre durmió a cubierto, que las revisiones periódicas le llegaron puntualmente y que a menudo recibió un plus de cariño, como todas las cosas y personas que me rodean, pero él cumplió su parte y la cumplió bien.
He comentado a un amigo común que debería haber una especie de edén, de refugio, de paraíso, para aquellas cosas que nos facilitaron la vida. Algo así como un parque temático… un museo… qué se yo.
Lo del desguace se me antoja un sacrilegio, una puñalada trapera en el corazón de quien siempre fue tu amigo y te sirvió con lealtad.
Cualquiera que me lea pensará que no estoy hablando de un coche.
Lo digo sin arrepentimiento; cada cual debe ser libre de cargar con sus propias tonterías.

De este espero lo de aquel, lealtad y servicio.
Aunque… no sé… las cosas de la tecnología no siempre van a mejor.
Para empezar, hay que hacer un curso antes de ponerte al volante. Ni que fuera el coche fantástico. La revolución tecnológica. Una muestra; no tiene llave.

Para conocernos, y presentarle a Nikita, ayer me lo llevé al faro de Mesa Roldán. Sobre el acantilado, el viento de poniente en el rostro y el frío en los huesos pese al sol, nos presentamos nuestras credenciales. La Torre Artillada del XVI sirvió de testigo.
De hecho estoy pensando mandar las fotos al concesionario; lo mismo me las compran.

Al volver, por ver si era verdad lo que me contaban, deje caer un poco de más el pie sobre el acelerador. Lo levanté –me entró miedo- cuando el cuenta marcaba 170.
No hace falta llegar a ningún sitio tan de prisa.