La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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27/10/08

La memoria histérica.

Son ganas de marear la perdiz.
Un megajuez, tenaz protagonista de la cartelera y portadas de las revistas, ha decidido, de por sí, que es competente para reescribir la historia, autorizando la exhumación de no sé cuantas fosas de aquella locura fratricida e inútil que se dio en llamar La Guerra Civil Española.
En el colmo del disparate, de ganas de rizar el rizo, he leído en los papeles que incluso ha pedido la partida de defunción de Franco.
¿Qué pasa? ¿Que no se lo cree?.
Puestos a pedir, podría reclamar la de Juan de Bedford, que quemó viva a Juana de Arco; o la del Coyote, que toda su vida intentó cepillarse al Correcaminos y eso si que es un delito.
Y no digo yo que el juez, y quienes piensan como él, no tengan sus justificadas razones, que todo vendrá a ser del color del cristal con que se mire.
Lo que parece es que, a estas alturas de la película, para cualquier persona medianamente informada, quedó claro hace mucho tiempo que nada bueno resultó de aquella contienda, que en ambos bandos se cometieron maldades y tropelías, que a los dos lados de la red hubo buenos y malos, y que la sangre era del mismo color en el bando nacional que en el republicano.
Si acaso, por hurgar heridas, podríamos volver a hurgar sobre la identidad de quién encendió la mecha.
Pero… se ha escrito tanto sobre eso que ya cansa, hastía, aburre.
Aburre tanto como a mil razones expuestas –una y otra vez- por los unos, se contraponen otras tantas expuestas por los otros. Diálogo de besugos, volver a empezar, más de lo mismo.
Uno, que no vivió la guerra, sólo tiene memoria histórica para el esfuerzo común de construir una nación donde, a lo que se ve, hay cincuenta.
¿Por qué ese empeño en volver al pasado?
¿Por qué la necesidad de destapar, una y otra vez, las miserias de un pueblo?
¿Es qué no tiene la justicia necesidades más apremiantes, diría incluso que más preceptivas?
Tengo derecho a pensar, y a decir, que los recursos del Estado podrían emplearse de una forma más provechosa… para todos.
Esto, en vez de memoria histórica, más bien parece memoria histérica.
¡Por Dios, que país!.

novimb07- 013

14/10/08

Papá, ¿qué estas haciendo?

Hoy vengo de prestado. En la foto y en el texto. No importa. A veces es necesario agachar el culo para recoger algo del suelo. Es un tema que por vivirlo de cerca, siempre me ha preocupado; la necesidad irracional de cobrar en los hijos los sueños que no pudimos alcanzar por vagos o ineptos, tanto da. Siempre es mejor que el esfuerzo o el sacrificio lo haga otro y, pa capataz, valemos casi todos.
Llevaré en el macuto una copia de esta carta, que encontré pegada a una taquilla de mi club de tenis. Pueda que, disimuladamente, tenga que introducirla en el bolsillo de algún energúmeno de los que pueblan las gradas de los recintos deportivos.

"No sé cómo decírtelo. Seguramente crees que lo haces por mi bien, pero no puedo evitar sentirme raro, molesto, mal.

Me regalaste una raqueta cuando apenas empezaba a andar. Aún no iba a la escuela cuando me apuntaste al club de tenis.

Me gusta entrenar durante la semana, bromear con los compañeros y jugar torneos como lo hacen los campeones de la ATP. Pero cuando vienes a los partidos… no sé. Ya no es como antes. Ahora no me das una palmada cuando termina el partido ni me invitas a tomar algo. Estas en la grada pensando que todos son enemigos. Tienes malas caras para los jueces de silla, los líneas, los entrenadores, los otros jugadores, sus padres… ¿porqué has cambiado?.

Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites que soy el mejor, que los demás no valen nada a mi lado, que quien diga lo contrario se equivoca, que sólo vale ganar. Ese entrenador, del que dices que es un inútil, es mi amigo, el que me enseñó a divertirme jugando.

El chico que el otro día el entrenador decidió que jugara por mí… ¿te acuerdas?, si papá, aquel que estuviste todo el partido criticando porque "no sirve ni para recogepelotas", como tu dices. Ese chaval está en mi colegio. Cuando lo vi el lunes me dio vergüenza.

No quiero decepcionarte. Y siendo el tenis lo que más me gusta, creo que no tengo suficiente calidad, que soy un jugador como la mayoría, del montón, y que no llegaré a ser profesional y ganar millones, como tú quieres. Me agobias.

Hasta he llegado a pensar en dejarlo, pero… ¡me gusta tanto!

Papá, por favor, no me obligues a decirte que no quiero que vengas a verme jugar".


papá ¿qué...

11/10/08

Que la Pilarica nos ampare...

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03- el amanecer nos sorprende contando si estamos todos.

Ardor guerrero vibra en nuestras voces…
El ansia altiva de los grandes hechos…


Como tengo el corazón blandito, los piratas del tiki-taka me enredan una y otra vez. O quizás sea que me va la marcha. O que hay vicios a los que, atávicamente , no quiere uno renunciar.
El caso es que, un año más, di con mi culo sobre el sillín de la Peregrina para participar en ese paseo-paliza anual que han dado en llamar “Ruta ciclo-turística al Cabo de Gata” y que disfrutamos en los primeros días del suave Octubre.
Al paseo, junten la cercanía del mar, el sol, la brisa suave, la agradable compañía y el camino, el sendero, un motivo para llegar. Todo eso junto hacen al biciclero un ratico feliz, algo para aprovechar, que la felicidad como concepto general ya saben sus mercedes que es una utopía.



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05- en el pelotón, es de vital importancia fijar un buen punto de referencia.


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05- cicleros a mogollón.

Uno, el más aventajado de los ciclistas piltrafillas, viene siempre a pensar que este año puede ser el último y desoyendo aquello de “carrera que el caballo no da en el cuerpo la lleva” termina por agarrarse al manillar y enfilar el contorno de la Almadraba de Monteleva, allá lejana, cuando los flecos del sol empiezan a asomar tras la sierra del Cabo.

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13- este año, mi nueva montura me permitió rodar siempre en el grupo de cabecera.

Y como de tontos está el mundo lleno, fuimos un montón. Tan montón que, aunque brevemente, nos vimos en la obligación de ocupar/compartir alguna que otra carreterilla ante la desesperación de automovilistas domingueros que, jurando en sanscrito, se acordaron del padre de Merck, Anquetill y del señor Vélez, el de un servidor. Sobre todo del señor Vélez.

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17- la hora de la siesta, del avituallamiento, de la risa franca.

Nada de particular, como cantaba Bosé, en el trayecto de ida y vuelta. Nadie se escalabró. Ninguno mordió el polvo del camino. Si acaso que cada vez quieren llegar antes y más lejos. Altius, citius, fortius.
Este año hubo más ciclistas; un diez para la organización. Este año no hubo sorteo de regalitos; tirón de orejas para la organización.
La buena voluntad y el ánimo alegre a espuertas; abrazo de compañero y amigo para Miguelón, Andrés y compañía, soldados con los que me enrolaba yo en cualquier guerra. Vale quien sirve.

La Musa no me acompañó esta vez. Por eso me veo en la obligación de sustituir letras por imágenes. Me voy haciendo mayor.


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37- el regreso.

Vigor, firmeza y constancia…
Valor en por de la Gloria…

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28- Como el pedalear es simplemente la excusa, no tengo inconveniente en bajarme de la Peregrina para posar los ojos en el paisaje.

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35- ... he dicho en el "paisaje".
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Y que la Pilarica, el año que viene, nos dé salud para volver a ser protagonista de las mismas tonterías. ¡Salud, amigos!

6/10/08

Feos, torpes y malos.

Escribo esta crónica desde el amargo y frustrante sabor de la derrota.
Escribo esta crónica a modo de desahogo, de pataleta, más sin pretender en ningún modo que sirva de justificación o disculpa. Más bien procuro se acerque a un “Padre, confieso que he pecado…, pero guárdese la penitencia que en el castigo la llevo”.
Soy jugador de tenis, pero no soy doblista. No me gusta jugar dobles... ni sé.
Sin embargo, cada año, formo pareja con mi hijo para jugar el torneo de la empresa. Un capricho consentido. Amor filial, creo que se llama.
Cada año llegamos y jugamos la final. Y cada año –van tres- me agarro un cabreo del 15 porque cada año la perdemos igual de miserable y lamentablemente.
No son excusas. Si perdimos es, indudablemente, porque los contrarios fueron mejores. Pero se puede perder de variadas maneras. Y la de la indolencia es la peor.
Si luchas, peleas, muerdes, sudas, sangras y te vas al vestuario sin fuerzas y sin aliento, la cosa no fue mal. Pierdes porque, en deporte, alguien tiene que perder para que otro cante victoria. Pero si pierdes sin despeinarte, si ves llegar la derrota desde la barrera de la impotencia, de la abulia casi, de la resignación, es para que te zurzan.
En esta ocasión, para más INRI, nuestros adversarios eran también padre e hijo. El hijo, 27 años, un tenista notable y cuasi profesional. Pero el padre, por lesionado, casi no podía dar un paso. Tampoco le hizo falta. El niño asumió las debilidades del padre y se bastó y sobró para mandarnos a la ducha.
Empezamos ganando, seguimos pamplineando y terminamos perdiendo. El hijo nos remontó el partido y, el punto decisivo -pa echarse a llorar- nos lo ganó el padre… el cojo.
No renuncio a la aventura con mi hijo, a la camaradería, a la amistad, al ratito de confidencias, al cariño que nos tenemos que está por encima de esto y de mucho más que esto. Y el año que viene, si el pulso me aguanta, volveré a formar pareja con él.
Pero perder en general, y en particular, me sabe a cuerno quemao.

No se pierdan la estampa, hagan sangre, nos la merecemos.
La imagen es el resumen del partido… ¿cómo nos tragamos este sapo?
Así que no valen paños calientes. Este año, una vez más, fuimos feos, torpes y malos.
Quien quiera honra que la gane.

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