La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


.

25/7/16

Gorrioncillo

Música para acompañar,



Lo encontré a las once de la mañana cuando salía de casa. El calor ya apretaba y el futuro, pese al sol, por el sol, se presentaba francamente quemado.
Intenté agarrarlo pero aún era pura chulería. Aunque caído del nido, el mundo parecía ser suyo. No hubo manera. Así que, reclamado por ineludibles obligaciones, allí quedaron… él y el mundo.

Cuando volví a casa, sobre las cuatro de la tarde, el sol no es que quemara, es que fundía el acero. Pero el gorrioncillo continuaba allí. Ya menos chulo, menos saltarín, con menos ganas de juerga. Pero aun así no le pude poner la mano encima; se refugió bajo una jardinera y acabamos el segundo asalto.
Con todo subí a casa, llené un pequeño cuenco con agua y lo puse en las cercanías del fugitivo. A mi modo de ver las cosas, algo así como un aro salvavidas.

Cuando desperté de mi breve siesta volví a bajar. El jodio gorrión me estaba dando el domingo. Próximo al k.o. continuaba en el mismo lugar, bajo la jardinera. El agua ni la había tocado. Esta vez me metí en faena. Aparté la jardinera y le eché mano cuando ya los gatos del entorno se relamían. Lo subí a casa y lo vaporice con agua a temperatura ambiente. Pretendí, sin conseguirlo, que bebiera un poco de agua.

Y ahora… ¿qué coño hago yo contigo?

Ni pensar colocarlo en la fachada oeste, la zona por donde habría caído de su nido; allí el sol daba de pleno y moriría de pura insolación. Así que lo lleve a la norte, a la sombra, y lo coloqué en el alfeizar de una ventana, sobre una maceta de cintas… cerré cuidadosamente la ventana y… a esperar.

16jul-123*

A los diez minutos comenzó a emitir lastimeros pio-pios de auxilio. A los quince llegaron los que supuse eran sus angustiados padres. Hice un par de fotos… desde la lejanía… y me retiré; no quería poner en peligro el rescate.

Durante más de una hora los dos gorriones adultos no hicieron más que ir y venir hasta el pequeño. Le alimentaron, le sobaron, le empujaron creo que con la idea de que echara a volar. Pero no había manera. Del tipo chulo de la mañana no quedaban ni los mimbres.
De verdad de la buena que me tenía preocupado.

16jul-124*

Tuve que ir al baño, tomarme un café, vivir.

Cuando volví el gorrioncillo no estaba; pero aún revoloteaban por allí los padres. Quiero pensar, debo pensar, que en un arranque de coraje, determinación o suerte, echó a volar y no le veré más las plumas. Y quiero pensar que hice lo que pude por él.
En ningún momento se contempló la posibilidad de encerrarlo en una jaula o una caja de cartón. Así que…

Como lo cortés no quita lo valiente luego disfruté con la faena de López Simón al sexto de la tarde en el coso del Puerto de Santa María. ¡Que torero!

-Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros (Joselito el Gallo, filósofo y torero).

Nota del día después:
No sobrevivió. Lo encontré al día siguiente, muerto, en la rampa de acceso al garaje; bajo la ventana.
El Dios de los gorriones anda tan despistado como el nuestro.
Y a mí me queda el reconcomello de haber podido hacer algo más.

8/7/16

Cincuenta años no es nada... o si.

Esto lo he debido escribir en otro lado. Pero no lo encuentro; ni en La Vidriera ni en parte alguna. Así que, dixit doña Concha, quien no tiene cabeza, las piernas que no le falten. Y si alguien tiene pruebas de la repetición, le rogaría me documentara.

Un lejano día mi padre decidió viajar de Málaga a Huelva, para visitar a su hermana Teodora. Mi padre, poco viajero, tomó –y nos hizo tomar- aquel viaje como el de Colón al Nuevo Mundo; sólo le faltaba la carabela. Ya de paso, recalamos en Sevilla, donde dejamos besos, sudores y otros apechusques; también era verano.

Tendría entonces unos 13 años, y conservo una foto en los Jardines de Murillo, junto al monumento al Descubrimiento. El año pasado, que volví a pasar por el lugar de la mano de Nikita, me autofotografié –pura Vivien Maier- delante del mismo monumento; más de cincuenta años separan esas dos fotografías. Ya, evidentemente, no estaba el fotógrafo de la bata blanca y la silla plegable. El acompañante tampoco.
Pero cometí un error; me autofotografié del lado contrario, cosa que advertí en el procesado de la imagen y cuando el daño ya estaba hecho. Es que habían pasado unos cuantos años.

La semana pasada tuve ocasión de enmendar el entuerto, y aquí lo documento. Esta vez, las dos fotografías están tomadas desde el mismo lado. Y aún puedo dar gracias a los dioses porque, a pesar de todo, los años no me trataron mal.
Como dice la canción, cincuenta años –o más- no es nada.
O sí.

15mar-86ph

16sevilla-15