La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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24/2/25

el abuelo del árbitro

El pasado mes de diciembre, en el transcurso de un partido de balonmano cadete entre dos equipos femeninos, en la localidad de Sansenxo -VIVA EL REY-, un impresentable, un alborotador, un matón de taberna, de los que abundan en las gradas de cualquier recinto deportivo de nuestro país la tomó con el árbitro del encuentro que no era sino un chaval de 15 años. 

A tal punto llegó la actitud del fulano que el abuelo del árbitro, que también estaba en el pabellón, se fue hacia el mismo y le rogó que cesara en su actitud. Lejos de hacerlo, entró en discusión con el anciano y le pegó un empujón que le desequilibró y le tiró al suelo, donde se golpeó en la cabeza. Fue ingresado en la UCI del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, donde ha fallecido esta mañana, dos meses después.

 

De un plumazo, ese -me voy a ahorrar el calificativo- se cargó la vida del anciano y dejó huella de por vida en su propia hija -jugadora- y en el aprendiz de árbitro, quien muy probablemente aborrezca el balonmano de por vida.

 

Lo peor de todo es que no es un caso aislado. De energúmenos/as como el descrito se llenan los estadios y los pabellones cada fin de semana; en muchas ocasiones para vergüenza y oprobio de sus propios hijos que son los que compiten. Tan es así que la Junta de Andalucía se vio obligada a instalar en los recintos deportivos carteles como el de la fotografía. Nos olvidamos de una regla tan básica como necesaria: Sin árbitro, sin juez, no hay deporte de competición.



Hoy debería ser un día para pensar en qué nos estamos equivocando, a dónde vamos, qué hicimos de los valores que la sufrida gente que nos antecedió nos legaron. 

 

Desgraciadamente, a poco que mires a tu alrededor, verás que no solamente en los estadios malviven estos alborotadores, estos pendencieros chulos de barrio con una vida tan complicada que son capaces, a poco que los roces, de complicársela a los demás. 

 

Y no señalo a nadie.