En uno de los museos de la ciudad se expone estos días un testimonio acerca de la creación de la provincia de Almería; año 1822.
En la misma sala coincidimos esta mañana el que les escribe y un grupo de alumnos de un instituto de la capital; chaval@s en torno a los 15/17 años.
El profesor que les guiaba, un enamorado de su profesión a juzgar por lo que vi, se detuvo a explicarles las peculiaridades del absolutismo; Fernando VII. Y dentro de ese discurso acertó a contarles que el sistema absolutista tenía dos modos de quitarse a sus enemigos de encima; la muerte digna y la muerte indigna.
El profesor quiso quedar ahí; la prudencia revoloteando por la sala, pero el alumnado –rara cosa en estos tiempos- quiso saber más. Puso entonces el profe como ejemplo de muerte digna la guillotina, o el fusilamiento de frente. Como ejemplos de muerte indigna el fusilamiento de espaldas o la horca.
Demasiado pastel para contener las ansias. Por qué… en qué se diferencian, quiso saber la chavalería.
Entonces el profesor, sin pelos en la lengua y sin lenguaje de medias tintas les contó que la guillotina era una forma digna porque la muerte sobrevenía limpiamente, un tajo y aquí paz y allá gloria. También lo era el fusilamiento cuando el condenado podía morir mirando a los ojos a su verdugo. Sólo los nobles morían en la guillotina. Que se lo cuenten a María Antonieta.
Sin embargo la horca era una muerte para villanos, para plebeyos. El ahogamiento por acción de la soga hace que se te aflojen los esfínteres, por lo que en la mayoría de las ocasiones te cagas y te meas, con la humillación añadida que esto supone. Además no mueres de inmediato, sino que pataleas un rato antes de que Caronte acepte subirte a su barca. Una muerte a todas luces indigna. Además, y esto lo añade el maestro vidriero, en la horca murió Judas Iscariote, el traidor, el de las treinta monedas; no creo que haya que añadir nada más.
Puedo asegurarles que no se oía en la sala ni el vuelo de una mosca; sólo la exposición cadenciosa del profesor ejerciendo su magisterio.
Y a mí se me vino al campanario aquella cita de Joselito el Gallo: Sólo te vas a morir una vez, trae cuenta hacerlo con decencia.