Les voy a contar, queridos tertulianos, que en la localidad de Estepona… allende el Peñón de la Ignominia, existen dos calles paralelas y colindantes que se denominan Avda. Reina Sofía y Eslovaquia. Las dos calles –de reciente urbanización- están separadas entre sí unos cien metros y el desnivel entre el firme de ambas es de unos 40 metros; un importante desnivel, en cualquier caso.
Alguna mente ilustre del gobierno municipal, vino en convenir que la forma más sencilla y directa de llegar desde una calle a la otra, obviando las tradicionales escaleras que están ya muy vistas y arcaicas, no era sino construir un tobogán que enlazara ambas calles.
El disparate, aprobado en Pleno Municipal, vio la luz verde contando con los alicientes favorables de que sería el mayor tobogán urbano de la Unión Europea y que los vecinos se iban a divertir una jartá. La elección no estuvo mal, satisfizo al personal… que cantaría Javier Krahe en aquello de Villatripas.
Aunque pueda parecer mentira, el proyecto siguió adelante y se construyó e instaló el tobogán dichoso, que fue inaugurado con gran pompa y boato, corte de cinta, banda de música y presentación en todos los medios de comunicación social como paradigma de lo modernos y marchosos que podemos llegar a ser. No me pregunten si alguien probó el tobogán antes de abrirse al público porque la verdad es que no lo sé… ni quiero saberlo.
Faltaba que los vecinos comenzaran a utilizarlo.
Y comenzaron.
El Centro de Salud no tardó en irse llenando de lesionados y contusionados.
La oficina del Ayuntamiento de indignados y cabreados.
Un vecino decía:
Es que adquieres una velocidad espantosa, y al final el tobogán te escupe como quien escupe un hueso de aceituna. Te pegas una hostia, del copón.
Una señora alegaba:
Me he tirado con las bolsas de la compra, que he perdido. Tengo los brazos desollados. Me he pegado un talegazo que me ha dejao baldá. Y lo peor es que abajo del tobogán había dos policías que cuando me han visto levantarme se estaban riendo.
Otra señora aseguraba, tremendamente indignada, que una chica joven había perdido la falda en la bajada y que el tobogán la había escupido en bragas. Los jubilados, en vez de irse al paseo marítimo, se sientan bajo el tobogán a pasar el rato, que es más divertido.
Podría añadir decenas de testimonios, unos absolutamente ciertos y otros inventados que cuentan fabulas maquiavélicas sobre el famoso tobogán. A río revuelto ganancia de pescadores, los medios que antes se hicieron eco de la asombrosa idea municipal, ahora no dejan de poner a parir el equipo de gobierno y les tachan poco menos que de irresponsables y visionarios.
Tal es así que el alcalde se ha visto en la obligación de clausurar apresuradamente el tobogán a la espera que la empresa constructora le vuelva a echar un vistazo y lo adecue al fin para el que fue construido, que no era el que se mataran los vecinos.
O eso o desmontarlo definitivamente.
Y es que… ¡¡a quién se le ocurre, jomío!!
Nota del Maestro Vidriero:
A primeros de agosto de 2019, el tobogán de la polémica fue
desmontado por la misma empresa que lo instaló. El ayuntamiento aclara que ni
su instalación, ni su retirada, ha supuesto coste alguna para las arcas
municipales.
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