La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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11/1/11

la leyenda de Aisa, o la ruta de Al-Yaman

Tengo pendiente, lo sé, la crónica de la Vía Verde de Serón; la Vía Sosa la llamaré.
Pero va quedando atrás por aburrida, por sosita… ya digo. Y otras de más enjundia se atropellan por salir al escaparate de La Vidriera.
Tal es el caso.

Cuenta la leyenda, digo bien… la leyenda, que corría el año 826 cuando el califa pechinero Urs Al-Yaman conoció los encantos de Aisa (no confundir con la mora Ascia, de Tras los pasos de Edurne), una doncella cristiana que tenía su morada en lo que hoy conocemos como Los Baños de Sierra Alhamilla. Cuenta también la leyenda que cada noche, mientras Aisa peinaba sus cabellos junto al pozo, los reflejos del agua termal le devolvían la hermosura perdida, por lo que esta permanecía siempre intacta.

El caso es que, habiendo bajado Aisa al mercado de Pechina, enamoró y se enamoró del califa pechinero, que ya no pensó en otra cosa que hacerla parte de su harén. En esas estaba cuando una buena mañana, ahíto ya de ausencia el pechinero, decidió ponerse en camino y presentarse ante los padres de la doncella. Como no encontró caballo en sus cuadras, y el deseo le urgía, inició la marcha a pie. El pedirla, o raptarla, sería cosa que se vería según se sucedieran los hechos.

Pero lo que sucedió fue que el califa, delicado de salud y –como hombre de letras- poco entrenado en el ejercicio físico, no pudo con la pronunciada cuesta que separa Pechina de Los Baños, teniendo que desistir a mitad de la subida. Así, llegado al lugar que hoy ocupa un antiguo transformador eléctrico y entonces la fragua de un fabricante de alfanjes, el pechinero abandonó la escalada y se encaminó a un frondoso oasis dormido a la falda de la sierra, lugar más acomodado para esperar a su princesa… si es que su princesa llegaba.

Pasaron días en que el califa sólo se alimentó de los dátiles de las palmeras y la leche de las cabras que por allí pastaban en estado salvaje. Aisa nunca acudió. Las lenguas de doble filo cuentan que, entre dátil y dátil, sucumbió a los encantos de un cristiano de Cantoria que le hizo olvidar a sus padres, las aguas termales y al califa pechinero.
Este, repleto de aburrimiento, incapaz ya de volver sobre sus pasos subiendo la cuesta a la fragua del alfanjero, puso rumbo al sur, alcanzando la rambla de San Indalecio, el barranco Espinaza y finalmente el camino del Llano de la Salvaora -llamado así desde entonces-, que le regresó a Pechina más muerto que vivo.

Esta es la ruta de Al-Yaman, la que siguió el califa en su periplo tras los encantos de Aisa. Cual un windown’s para torpes, pretende mostrar al ciclista piltrafilla el itinerario que siguió el moro. Son quince kilómetros para disfrutar de la leyenda… y del paisaje.
Espero que les aproveche.


c-304
km. 0
Que situamos en el estacionamiento del club de tenis Indalo. Siga la flecha amarilla y tome el camino de La Norieta en dirección a Pechina.


c-307
km. 0’300
Camino de La Norieta. Si continuas todo recto llegarás a la plaza del pueblo. Algún tramo hay de dirección prohibida; queda a elección de tu espíritu transgresor el dar un rodeito para llegar al mismo sitio. Yo no aconsejo, yo informo.


c-309
km. 1’320
Plaza del Ayuntamiento de Pechina. De obligado paso para imbuirse del espíritu califal. Deberá tomar, para salir del pueblo, la calle del obispo Casanova, señalada con la flecha.


c-310
km. 1’640
Acceso a la carretera AL-3117
Acceda por la izquierda y una vez en la carretera tome a la derecha, dirección Rioja.


c-312
km. 2’460
Abandone la AL-3117 y tome el desvío a la derecha para acceder a la AL-3100. Hasta el antiguo transformador eléctrico, ya todo será subida, una rampa del copón, un martirio. Plato pequeño, piñón grande, grandes dotes de músculo y paciencia… y p’arriba.
Si no puedes con la bici, te bajas y continuas andando. No te sientas avergonzado; si no pudo el califa… y era califa, porqué vas a poder tú.
En cualquier caso… ¡a mí qué me cuentas!


c-313
km. 3’450
Rotonda sobre la autovía. Todo tieso. La flecha señala el lugar por donde debes continuar subiendo. A ser posible con la bicicleta debajo del culo.


c-315
imagen 315
Tu esfuerzo será recompensado con paisajes como este.


c-316
km. 6`580
Ya tienes a la vista el transformador (1). Deberás dejar la carretera –aquí fue donde lo hizo Al-Yaman- y tomar el camino de tierra que sale a la derecha (2).


c-317
imagen 317
Vista del transformador, antigua fragua del alfanjero.


c-319
imagen 319
Donde se te muestra una panorámica del lugar a donde te diriges. (1) es el camino que debes seguir, (2) el oasis y (3) humo de una hoguera que han encendido los indios alhamillos. Si están de buenas, no tendrás nada que temer.


c-328
c-330
imagen 328 y 330
Idílicas tomas del oasis-palmeral


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c-324
imagen 324 y 327
¡Es la guerra!
Cuando yo hice el recorrido, al llegar al oasis, me vi sorprendido por una legión –que no LA legión- de indocumentaos que jugaban a la guerra… que ya tiene mandanga la cosa; tan grandes y jugando con pistolitas.

Ahí los tenéis, como prueba documental, todos ellos disfrazados de Rambo, pegándose tiritos como si fuesen chiquillos.
Se me ocurrió sacar una bandera blanca y colocarla sobre Lagartija, pasando entre las líneas enemigas sin lesión ni deterioro físico.


c-331
imagen 331
A mi espaldas el oasis palmeral, toca fijar rumbo sur, hacia la rambla de San Indalecio.


c-333
km. 9’490
Barranco de La Espinaza. Aquí también suelen jugar a las guerras; quede advertido el intrépido viajero.


c-335
imagen 335
Rebasado el barranco La Espinaza, rambla pura y dura. Desierto tabernario en su más genuina expresión.


c-338
km. 11’320
Se abandona la rambla de San Indalecio y se toma el camino de la derecha. La presencia de Lagartija, independientemente de que es coqueta y le gusta posar, es el testimonio gráfico de la autoría de este panfleto.


c-339
km. 11’700
Acceso al camino de Llano de la Salvaora, que se toma a la izquierda, sentido descendente.


c-340
km. 12’330
Volvemos a la rambla de San Indalecio, a la altura del viaducto bajo la autovía, que debemos rebasar por el ojo más a la izquierda –marcado con la flecha-.
Haciéndolo así accederemos a Pechina por el llamado Camino Alto, que nos llevará hasta la misma Plaza de Buenavista.


c-341
km. 13’040
Plaza Buenavista. Aquí deberemos tomar la calle el Turco –a la izquierda- que nos llevará otra vez al Camino de la Norieta y por él a nuestro punto de partida.

Supongo que su merced lo habrá pasado bien. ¿Le duelen las piernas?. Si ello es así, no habrá hecho más que verificar, en sus propias carnes, el refrán popular de... amores duelen.

10/1/11

teoría del frio relativo

Su merced, que es gente leída, conoce que la llamada teoría de la relatividad, formulada por el tío de los pelos ese, trata sobre los conceptos de tiempo y espacio en relación a posibles observadores. Su merced conocerá también, y si no ya se lo digo yo, que la precitada teoría no tiene efecto ni incidencia alguna sobre nuestra vida cotidiana. Dicho sea de otro modo, que conozca o no los principios de la relatividad esa, su vida transcurrirá absolutamente igual hasta que se acueste esta noche.

Planteado el necesario preámbulo, debo contarles que uno, que es macho hasta el aburrimiento, suele andar en moto tanto en verano como en invierno. Anoche, cuando me dirigía a mi club de tenis para jugar el partido de los miércoles, el termómetro exterior de la bosco-moto marcaba la friolera, y nunca mejor dicho, de siete grados centígrados.

Es aquí donde entra en juego la teoría preambulada. Porque no es lo mismo, a la vista del observador, siete grados en Sotillo del Rincón (Soria), que siete grados en el Cabo de Gata (Almería), y ello por mas que se le encrespen los pelos al Einstein relativo.

Allá por el paleolítico, cuando uno era joven y tenía una mata de pelo en el pecho y un rabo de metro y medio (siempre tieso, dicho sea de paso), campeaba por tierras de Soria y tal era su ardor guerrero que los hielos del Duero se fundían con sólo acercarme a su orilla. Pero ya, ah… cruel destino, no es lo mismo. Los siete grados de anoche son más que suficientes para fundirme los plomos y relativizar huevos de tigre en huevos de codorniz.

Para colmo de males, ayer decidí cortarme el pelo y uno siempre se lo corta a lo apache. Esto es, siempre termina pareciendo un indio. Un indio helado desde la planta de los pies a la tonsura clerical.
Resumiendo, que si en un tiempo cabalgaba el puerto de Piqueras aferrando la espada con el mismo vigor del Campeador, anoche era incapaz de sostener la raqueta con un mínimo de decencia. Y las dos circunstancias enmarcadas en el mismo contexto, siete cochinos grados de temperatura.

¿Entiende ahora su merced la relatividad de la circunstancia en relación al tiempo y al espacio?

No sé que coño sería de ustedes sin mí.

soria1

Documento histórico extraído de la hemeroteca de mi memoria. Al fondo, un R-8 de mi amigo Marcos y un R-5 de mi propiedad, dan fe que éh lo que éh.
El tiempo, todo lo descompone.