Ha caído estos días en mis manos, a modo de viaje introspectivo ante la avalancha de muertos que estamos dejando en Afganistán, la biografía del Cabo Suceso Terrero.
El Cabo Suceso, que hay que joderse ya con el nombrecito, era un vecino de Hormilla (La Rioja), legionario de los de antes de profesión, que el destino puso con quince de los suyos en el blocao de Dar Hamed, el 16 de septiembre de 1921. El referido blocao, o posición defensiva para que me entiendan, también era conocido por El Malo, y desde aquel día por el de La Muerte.
Por aquellos días no había talibanes, pero había harqueños –también llamados moros mierda-, que al igual que los afganos nos la tenían jurada por Alá y su santa madre y se habían empecinao, mira tú, en echarnos de África como los talibanes nos quieren botar de Afganistán. La diferencia, sutil, estriba en que a los muertos –entonces muchos más- no iba a enterrarlos una señora vestida de Vittorio Luquino.
El caso es que al Cabo Suceso le habían ordenado defender el blocao y para un legionario, de los de antes, eso significaba cumplir o diñarla.
Les voy a ahorrar detalles; tras varios días de asedio, con todos sus superiores muertos, sin munición con que responder a los ataques, sin agua desde hacía muchas horas y sin medio de defensa posible, el Cabo Suceso y sus quince compañeros vieron sin poder impedirlo como los rifeños colocaban un cañón apenas a cien metros de la posición del blocao. El primer impacto alcanza de lleno la posición y eleva al cielo el fulgor de una gran llamarada en la que se consume la vida de todos los defensores.
El año pasado falleció en Masnou (Barcelona), su pueblo natal, el legionario de segunda Francisco Pagés Millet; le faltaban dos meses para cumplir los cien años.
El legionario Pagés, fue el primero en entrar al blocao de La Muerte una vez abandonado por los moros. Sobre los escombros encontró al Cabo Suceso y, cuadrándose ante su cuerpo, el rostro bañado en lágrimas, sólo acertó a decir:
-Perdóneme mi Cabo, por no haber llegado a tiempo para salvarle.
Yo no tengo fotos del blocao de Dar Hamed, ni siquiera de Afganistán, pero si tengo de Numancia. Los españoles, Flandes de por medio, siempre hemos sido especialistas en dejarnos el pellejo en las guerras de otros.
A riesgo que los adalides de la modernidad me llamen facha, toca hoy dejar constancia de mi respeto por todo aquel que se deja matar en una guerra que no es la suya.
El Cabo Suceso, que hay que joderse ya con el nombrecito, era un vecino de Hormilla (La Rioja), legionario de los de antes de profesión, que el destino puso con quince de los suyos en el blocao de Dar Hamed, el 16 de septiembre de 1921. El referido blocao, o posición defensiva para que me entiendan, también era conocido por El Malo, y desde aquel día por el de La Muerte.
Por aquellos días no había talibanes, pero había harqueños –también llamados moros mierda-, que al igual que los afganos nos la tenían jurada por Alá y su santa madre y se habían empecinao, mira tú, en echarnos de África como los talibanes nos quieren botar de Afganistán. La diferencia, sutil, estriba en que a los muertos –entonces muchos más- no iba a enterrarlos una señora vestida de Vittorio Luquino.
El caso es que al Cabo Suceso le habían ordenado defender el blocao y para un legionario, de los de antes, eso significaba cumplir o diñarla.
Les voy a ahorrar detalles; tras varios días de asedio, con todos sus superiores muertos, sin munición con que responder a los ataques, sin agua desde hacía muchas horas y sin medio de defensa posible, el Cabo Suceso y sus quince compañeros vieron sin poder impedirlo como los rifeños colocaban un cañón apenas a cien metros de la posición del blocao. El primer impacto alcanza de lleno la posición y eleva al cielo el fulgor de una gran llamarada en la que se consume la vida de todos los defensores.
El año pasado falleció en Masnou (Barcelona), su pueblo natal, el legionario de segunda Francisco Pagés Millet; le faltaban dos meses para cumplir los cien años.
El legionario Pagés, fue el primero en entrar al blocao de La Muerte una vez abandonado por los moros. Sobre los escombros encontró al Cabo Suceso y, cuadrándose ante su cuerpo, el rostro bañado en lágrimas, sólo acertó a decir:
-Perdóneme mi Cabo, por no haber llegado a tiempo para salvarle.
Yo no tengo fotos del blocao de Dar Hamed, ni siquiera de Afganistán, pero si tengo de Numancia. Los españoles, Flandes de por medio, siempre hemos sido especialistas en dejarnos el pellejo en las guerras de otros.
A riesgo que los adalides de la modernidad me llamen facha, toca hoy dejar constancia de mi respeto por todo aquel que se deja matar en una guerra que no es la suya.