Cuando yo era un crío, fíjate si ha llovido, pertenecía a la OJE o, lo que es lo mismo, Organización Juvenil Española.
Y pertenecía a ese club porque en mi pueblo, o eras de la OJE o no tenías posibilidad alguna de practicar las actividades deportivas que a uno, desde chiquitillo, le han gustado más que a las vacas la leche. Con todo, echando la vista atrás, muy atrás, tampoco tengo memoria de que en ese lugar me inculcaran cosa alguna de la que ahora reniegue. Es más, volvería a pertenecer al club; algo muy alejado de los idearios políticos, de los brazos en alto y de las corrientes ideológicas de uno u otro color. Más bien un grupo de amigos reunidos para pasarselo bien.
Les cuento esto, en esta mañana de miércoles avito porque esta noche he tenido un sueño. He soñado que salía de acampada. Y que al alba entre los pinares, volvía a cantar, hombro con hombro, el “si madrugan los arqueros”. Y lo que es la memoria, me he levantado tarareando, estrofa por estrofa, una canción que no oía desde hace más de treinta años.
Y pertenecía a ese club porque en mi pueblo, o eras de la OJE o no tenías posibilidad alguna de practicar las actividades deportivas que a uno, desde chiquitillo, le han gustado más que a las vacas la leche. Con todo, echando la vista atrás, muy atrás, tampoco tengo memoria de que en ese lugar me inculcaran cosa alguna de la que ahora reniegue. Es más, volvería a pertenecer al club; algo muy alejado de los idearios políticos, de los brazos en alto y de las corrientes ideológicas de uno u otro color. Más bien un grupo de amigos reunidos para pasarselo bien.
Les cuento esto, en esta mañana de miércoles avito porque esta noche he tenido un sueño. He soñado que salía de acampada. Y que al alba entre los pinares, volvía a cantar, hombro con hombro, el “si madrugan los arqueros”. Y lo que es la memoria, me he levantado tarareando, estrofa por estrofa, una canción que no oía desde hace más de treinta años.
-Si madrugan los arqueros, dios ayuda a los arqueros.
Cuando me retiré del club, por imperativos de la vida, yo era arquero. En la OJE había flechas, arqueros, cadetes… ahí me pierdo en el escalafón.
Anoche, antes del jesusito de mi vida, buscando en el arcón de las emociones perdidas, en el desván donde cuelgan marcialmente ordenadas las telarañas de mis vivencias, encontré mi carné de asociado. En el reverso una Promesa, una especie de decálogo de conducta… “afirmar la libertad en cada hombre, sometiendo la mía al imperio de la norma justa y al respeto a mis superiores”. Lenguaje ininteligible no sólo en los límites de la generación nini, de la que los medios de comunicación nos hablan estos días, sino de la tribu de pijos que un día si y otro también me refriegan por la cara la bandera de la progresía…. tócate los cojones.
-Es mi Tizona la tienda donde habito, mi Rocinante es el viento en el pinar.
Ese niño con cara de papa es el mismo que les escribe hoy.
Sin renegar de lo que fui y de lo que soy, quiero pensar que mi brazo –cuarenta años después- sigue extendido para quien lo necesite sin entender de colores.
Vale quien sirve, que decíamos.
Ah, y para quien quiera cantar conmigo; mi santo y seña la letra de mi estilo, mi Dulcinea es el alba sobre el mar.