La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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24/8/09

Zaframagón 2... ¡vamos, primo!

Este capítulo tiene su antecedente en el Zaframagón, cuya visita aconsejo al lector abriendo las estanterías de agosto de 2007. No hacerlo supondría merendar con el bollo, pero sin untarle la nocilla. Usté allá.

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Esta vez fue hasta el final. Y no fue lo más importante el paseo.
Si volver a disfrutar la Vía Verde de la Sierra, ahora de punta a rabo, desde Olvera a Puerto Serrano, recuperar las sensaciones ya vividas y empaparse del paisaje del lugar volvió a ser una gozada, aún lo fue más el retornar a vivir una aventura con mi hermano, tan escasas y tan lejanas, y recuperar un primo que tenía prácticamente perdido.
El primero en el apoyo logístico, y el segundo a mi vera en la bicicleta, hicieron que este 15 de agosto, el día de la virgen, fuera un día especial y no precisamente por el santoral.

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- En los parajes de Navalagrulla.

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Después de varios aplazamientos, de síes y noes, de a lo mejor y de a lo quizás, el camino se hizo pasos, pedaladas, vereda a las espaldas.
¡Hacía tanto tiempo que no hacía nada a medias con mi hermano!. A nada lúdico… me refiero.
¡Hacía tanto tiempo que no primeaba con este primo!
Bueno, pues las dos cosas sucedieron y las dos fueron regalos añadidos al agasajo del paseo.
El tiempo fue clemente con nosotros. Pese al 15 de agosto del calendario, el calor no se hizo notar hasta la hora del ángelus. Y para entonces, ya pisábamos las calles de Puerto Serrano.
Como no por mucho madrugar amanece más temprano, sucedió que encontramos problemas para desayunar en Olvera. De cualquier lugareño al que preguntábamos recibíamos la misma respuesta: que estaba todo cerrado porque era el día de la Virgen. A lo que se ve, la virgen en estos pueblos no desayuna.
Finalmente atinamos a dar con el bar La Jarrita, con un kiosco churrero aledaño, un pantaloncico corto y una gloria de desayuno.

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Toca decir que es una verdadera lástima que las tres estaciones que jalonan el recorrido se encontraran cerradas y en estado de semiabandono. Semiabandono funcional, que no estructural. Alguien nos dijo que se turnan para abrir, pero lo cierto es que las tres nos las encontramos cerradas a cal y canto.
En Puerto Serrano además, por ser las fiestas del pueblo, no sólo estaba cerrado el restaurante de la estación, sino todos los del pueblo y la piscina municipal. O sea, que ni siquiera pudimos darnos el esperado baño al terminar.

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Es la ya conocida canción; se hacen las cosas y luego, poquito a poco, se va dejando que la rutina, la pereza y la desidia las vayan vistiendo de nada.
Si un 15 de agosto, época de vacaciones, la caló, día de fiesta en toda España y con la comarca llena de visitantes no se cuidan los detalles… ¿cuándo los vamos a cuidar?... ¿Cuándo viene la tele?.
En fin, dejemos la apatía de la administraciones a un lado. El caso es que a las ocho y poco de la mañana, mi primo vestido del ciclista cuasi profesional que es, y el menda vestido de cualquier manera como suele, dábamos las primeras pedaladas dejando a nuestras espaldas la estación de Olvera.

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Esta vez si encontramos numerosos ciclistas en la ruta, incluso grupos de más de diez cicleros, entre ellos mujeres y niños, todos empapados del gusto que supone transitar este singular camino.
El centro de interpretación del Zaframagón, como suele también, se encontraba igualmente cerrado; más de lo mismo.

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Los pajarracos, quizás por lo temprano de la hora, se dejaron ver poco. Como esta vez tuve la precaución de poner unos prismáticos en la mochila, pude ver con detalle a los más madrugadores encaramados en los riscos del Zaframagón. El que no estaba para nada encaramado fue un buitre pintado en una roca situada junto al centro de interpretación y que no advertí la primera vez que pasé por aquí. Les dejo testimonio gráfico de la pintada carroñera.

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Junto a la estación de Coripe, cerrada por desidia pese a lo animadísima de cicleros, paramos a refrescar el gaznate y a preguntar sobre la existencia de una especie de bolsas de basura colgadas de algunos de los árboles del camino. Alguien del lugar nos explicó que eran trampas destinadas a putear a la mariposa de la procesionaria del pino, que entraba en la bolsa pero no podía salir, con lo cual se evitaba que las larvas del dichoso gusanito anduvieran luego por donde no debían de andar.

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También reparamos, observadores nosotros, que ninguna de las guías consultadas –nueva pifia de la organización- advierten al gozoso pedalero que si es su intención visitar el afamado Chaparro de la Vega, debe abandonar por unos momentos el trazado de la Vía Verde. Así pues, inmediatamente después de pasar la estación de Coripe, y justo antes de entrar en el viaducto, un camino a la izquierda (señalizado, eso sí), nos conduce hasta el cuatricentenario arbolito, que se encuentra como a 1.200 metros del trazado de la vía. A su sombra, en el mes de mayo, los coripeños celebran la romería de su virgen. Es pecado de excomunión pasar por aquí sin desviarse para visitar el arbolito.

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De Coripe a Puerto Serrano, un rio Guadalete desbordante de agua y frondosidad, un cortijo –el Maravilla Verde- venido a más, con su tentadero y todo, regentado por y para holandeses, nuevas sombras y nuevos túneles y, para finalizar, algo que tampoco se refleja en las guías del trazado; una cuesta del copón con una rampa del 10%, la única de todo el recorrido, pero suficiente para recordar al ciclero piltrafilla que, ni siquiera aquí, to el monte es orégano.

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Entre las anécdotas del camino, siempre agradables, les cuento la de un grupo de rucios que, escapados de alguna finca cercana, buscaron refugio de la solana a la umbría fresquita de uno de los túneles. Y lo hicieron tan suyo que, apretaditos como estaban, no nos dejaban pasar, ni atendían a nuestros ruegos de que se apartaran. Finalmente hubimos de descabalgar y prácticamente empujarlos de las ancas para colarnos con las bicicletas. Allí les dejamos, tan fresquitos.

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Toca despedirse. Quizás esta sea una de las últimas aventuras de La Peregrina, a quien estoy pensando jubilar. Quizás sea verdad que no se puede tener todo. Quizás lo mejor del camino queda cuando no se acaba, cuando queda algo por descubrir.
Con la sensación del gozo, con las ganas de volver, espero a no tardar y a ser posible nuevamente acompañado, oirme otra vez decir…

-Vamos, primo.