Tanta gente ni pa la guerra.
Tenía razón mi abuela cuando aseguraba que los buenos cocidos se hacen con pocos ingredientes.
¿Dónde está Wally?
Tenía razón mi abuela cuando aseguraba que los buenos cocidos se hacen con pocos ingredientes.
¿Dónde está Wally?
El proyecto había surgido como un invento lúdico-festivo enmarcado dentro de los actos a celebrar con motivo de la festividad de La Pilarica, patrona de los hispanos, de los maños, de los costaleros de Sevilla, de los submarinistas de España entera, de los carteros y de los civiles, sobre todo de los civiles. Paseo en bici de montaña entre Almería y el Cabo de Gata, a pie de Mediterráneo, 56 kms. de na –ida y vuelta-.
Como la inscripción era libre, el tiempo acompañaba y se repartían viandas y bebidas-con y sin-, la participación superó con creces las más halagüeñas expectativas de la organización.
Y como la reunión no era competitiva, hubo la organización de hacer un esfuerzo extra para intentar compaginar las capacidades de los cuasi-profesionales (léase Martínez Oliver) con la de los declaradamente-piltrafillas (léase Capitán Pedales), tos revueltos y en el mismo saco.
Y como la reunión no era competitiva, hubo la organización de hacer un esfuerzo extra para intentar compaginar las capacidades de los cuasi-profesionales (léase Martínez Oliver) con la de los declaradamente-piltrafillas (léase Capitán Pedales), tos revueltos y en el mismo saco.
Para no calentarse mucho los cascos, el ente organizador se dirigió a los participantes con aquello de “chicos... vamos a portarnos bien.... qu’esto es un paseo... nos esperamos los unos a los otros... disfrutamos del camino... nos divertimos... sacamos fotos... y el año que viene, más”. Una bendición de teoría. La práctica, na más alzarse la bandera verde... ¡MARICÓN EL ÚLTIMO!... y aquello fue la de Dios es Cristo.
Pero, hagamos la ruta pedalada a pedalada, y no se queden atrás sus mercedes.
Que la concentración era una manifestación de todo tipo y condición salta a la vista y queda demostrada con los ejemplares que, al azar, aparecen salpicados entre estas lineas...
pastelitos... ella, claro.
piratas
gente de peso
... y pesos pesados.
Para empezar, lo de siempre, La Peregrina abochornaita de codearse con tanta máquina imponente, tanta amortiguación, tanto freno de disco, tanto turbo, tanto Shimano, tanto Campagnolo y tanto Pinarello. Lo que en mi casa se gasta en raquetas y bolas de tenis en otras se gasta en ciclismo. Yo intentaba consolarla con aquello de que “en peores plazas hemos toreao” y que “no se pue tener pa to”. Al final, como casi siempre, más vale querer que poder y La Peregrina llegó al Cabo de Gata con el grupo cabecero y volvió a Almería como la señora que es. Faltaría más.
Ya en la primera rampa con exigencias, y la única dicho sea de paso, vadeando el cauce del río Andarax, la rueda trasera se nos fue a tomar por culo. Loado sea el Altísimo que un mecánico biciclero rodaba a nuestro lado y pudo deshacer el entuerto en un pis-pas. ¡Que susto!. Nos veíamos en el furgón escoba a las primeras de cambio. Repuestos del sobresalto y con la confianza que da el ver la cola del pelotón nos dispusimos a triunfar.
Y tanto triunfamos que pasada Costacabana y la torre del Perdigal estábamos entre los primeros de la comitiva a pesar de haber tenido que echar pie a tierra en más de una ocasión.
Tanta confianza en nuestras posibilidades nos hizo detenernos un ratillo a tomar el sol y fotografiarnos junto a uno de los componentes del SEPRONA que velaban porque no nos desmandásemos en el interior del parque natural.
Pero como a camarón que se duerme se lo lleva la corriente, a nosotros nos llevó tanta displicencia a colocarnos otra vez de farolillo rojo y descolgao. Más descolgao que las tetas de la Montiel.
Afortunadamente el grueso del grupo se había detenido en Torregarcía para el avituallamiento, y allí que los enganchamos La Peregrina y yo. Coca-Cola, pastelitos varios, plátano de Canarias y sombra al fresco consiguieron traernos otra vez el aire a los pulmones.
Esta vez no les voy a contar del entorno y de las vistas porque, a estas alturas, de disfrutar el paisaje y el camino.... ¡una mierda!. Eso se hace en solitario, o en grupos pequeñitos y acompadraos. Aquí, en el pelotón, seguía imperando el grito guerrero y marcial de ¡maricón el último! y que a mediodía había que estar de vuelta, por lo que todo el grupo se afanaba en tirar millas por un tubo. De cualquier manera, algo bonico siempre queda prendido en la retina.
Tanto afán y tanta leche habían ocasionado que un ciclero de los que andaba a mi vera clavara la rueda delantera en una duna traicionera y volara sobre el manillar para darse una costalada épica.
A la chica que viajaba en tandem -el pastelito- le reventó la rueda trasera y aquello sonó como un disparo... ¡cuerpo a tierra!... no ha pasao na... están vivos... así que no me dio vergüenza no mirar ni para atrás... que se los coma un cuervo... total, nosotros somos pobres y antes nos tocó bailar con la fea. Que se ocupen los que saben.
Encelaos en el camino, escarmentados en lo más hondo, de distracciones las mínimas y de aplicación la máxima, nos metimos en el grupo cabecero y sin levantar la vista del manillar ni pa tomar aire, el culo del ciclero a proa como única referencia, alcanzamos gloriosamente el paseo marítimo de San Miguel de Cabo de Gata.
Vueltos al redil, cada uno como pudo y quiso –¿pa que entrar en detalles?- nos prometimos el mar... y volver el año próximo.
Nueva ración de plátanos y pastelitos. Nuevas risas. Sorteo de regalos.
Unos calcetines para mi.
Y el culo dolorido hasta finales de Octubre.
Pero, hagamos la ruta pedalada a pedalada, y no se queden atrás sus mercedes.
Que la concentración era una manifestación de todo tipo y condición salta a la vista y queda demostrada con los ejemplares que, al azar, aparecen salpicados entre estas lineas...
pastelitos... ella, claro.
piratas
gente de peso
... y pesos pesados.
Para empezar, lo de siempre, La Peregrina abochornaita de codearse con tanta máquina imponente, tanta amortiguación, tanto freno de disco, tanto turbo, tanto Shimano, tanto Campagnolo y tanto Pinarello. Lo que en mi casa se gasta en raquetas y bolas de tenis en otras se gasta en ciclismo. Yo intentaba consolarla con aquello de que “en peores plazas hemos toreao” y que “no se pue tener pa to”. Al final, como casi siempre, más vale querer que poder y La Peregrina llegó al Cabo de Gata con el grupo cabecero y volvió a Almería como la señora que es. Faltaría más.
Ya en la primera rampa con exigencias, y la única dicho sea de paso, vadeando el cauce del río Andarax, la rueda trasera se nos fue a tomar por culo. Loado sea el Altísimo que un mecánico biciclero rodaba a nuestro lado y pudo deshacer el entuerto en un pis-pas. ¡Que susto!. Nos veíamos en el furgón escoba a las primeras de cambio. Repuestos del sobresalto y con la confianza que da el ver la cola del pelotón nos dispusimos a triunfar.
Y tanto triunfamos que pasada Costacabana y la torre del Perdigal estábamos entre los primeros de la comitiva a pesar de haber tenido que echar pie a tierra en más de una ocasión.
Tanta confianza en nuestras posibilidades nos hizo detenernos un ratillo a tomar el sol y fotografiarnos junto a uno de los componentes del SEPRONA que velaban porque no nos desmandásemos en el interior del parque natural.
Pero como a camarón que se duerme se lo lleva la corriente, a nosotros nos llevó tanta displicencia a colocarnos otra vez de farolillo rojo y descolgao. Más descolgao que las tetas de la Montiel.
Afortunadamente el grueso del grupo se había detenido en Torregarcía para el avituallamiento, y allí que los enganchamos La Peregrina y yo. Coca-Cola, pastelitos varios, plátano de Canarias y sombra al fresco consiguieron traernos otra vez el aire a los pulmones.
Esta vez no les voy a contar del entorno y de las vistas porque, a estas alturas, de disfrutar el paisaje y el camino.... ¡una mierda!. Eso se hace en solitario, o en grupos pequeñitos y acompadraos. Aquí, en el pelotón, seguía imperando el grito guerrero y marcial de ¡maricón el último! y que a mediodía había que estar de vuelta, por lo que todo el grupo se afanaba en tirar millas por un tubo. De cualquier manera, algo bonico siempre queda prendido en la retina.
Tanto afán y tanta leche habían ocasionado que un ciclero de los que andaba a mi vera clavara la rueda delantera en una duna traicionera y volara sobre el manillar para darse una costalada épica.
A la chica que viajaba en tandem -el pastelito- le reventó la rueda trasera y aquello sonó como un disparo... ¡cuerpo a tierra!... no ha pasao na... están vivos... así que no me dio vergüenza no mirar ni para atrás... que se los coma un cuervo... total, nosotros somos pobres y antes nos tocó bailar con la fea. Que se ocupen los que saben.
Encelaos en el camino, escarmentados en lo más hondo, de distracciones las mínimas y de aplicación la máxima, nos metimos en el grupo cabecero y sin levantar la vista del manillar ni pa tomar aire, el culo del ciclero a proa como única referencia, alcanzamos gloriosamente el paseo marítimo de San Miguel de Cabo de Gata.
Vueltos al redil, cada uno como pudo y quiso –¿pa que entrar en detalles?- nos prometimos el mar... y volver el año próximo.
Nueva ración de plátanos y pastelitos. Nuevas risas. Sorteo de regalos.
Unos calcetines para mi.
Y el culo dolorido hasta finales de Octubre.