La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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24/8/07

ZAFRAMAGÓN.- Nuevas aventuras del Capitán Pedales.

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Corría el año de gracia de 1.926, año en el que nacieron Fidel Castro y Marilin Monroe –buena pareja hubieran hecho estos dos- cuando el ministro de Fomento de la dictadura de Primo de Rivera, que por entonces nos gobernaba –y es un decir-, cayó en la cuenta que sería buena cosa construir un ferrocarril entre Jerez de la Frontera y Almargen. Con ello conseguiría enlazar la campiña jerezana con el corredor Algeciras-Madrid, al tiempo que revitalizaría toda la comarca de la sierra gaditana.
Dicho y hecho. Pico, pala... y al tajo.

El proyecto no llegó a buen fin porque Primo de Rivera y sus secuaces duraron en el gobierno lo que un helado a la solana, pues han de saber sus mercedes que, antiguamente, los gobernantes no se perpetuaban en las poltronas como lo hacen en la actualidad. El caso es que a la caída de la dictadura siguió un periodo de retraimiento económico que dejo el proyectado ferrocarril compuesto y sin novia. Esto es, se realizó el perfil, la explanación, los desmontes, los túneles, los viaductos, las estaciones, pero ni un solo carril ni una palada de balasto ocuparon aquel trazado. Ningún tren recorrió jamás aquella soñada vía.
Pasaron los años, muchos años, tantos como setenta y cuatro. Ese fue el tiempo necesario para que alguien reparase en que al trabajo, con tanto esfuerzo realizado, habría que darle una utilidad, un fin, un aprovechamiento. Y como los tiempos no están para ferrocarriles, acertaron a construir, dicho con más propiedad... a reacondicionar, el tramo comprendido entre Olvera y Puerto Serrano. Una vía verde para andariegos, bicicleros y caballistas, constituyéndose entonces la Fundación Vía Verde de la Sierra.
Al Capitán Pedales, biciclero acomodaticio, peregrino de sueños y caminos, vinieron a darle en la diana del gusto. Conocido el itinerario a través de internet

http://www.fundacionviaverdedelasierra.com/

... llevaba mucho tiempo recorriendo los 38 kms. que separan Olvera de Puerto Serrano en la bicicleta de la imaginación. Pero como quien la sigue la consigue, he aprovechado unos días vacacionales de este Agosto para cumplir una parte del sueño. Justo la parte que separa Olvera de la estación de Coripe aunque, lo confieso, me faltó la encina milenaria. Queda en el debe.

De cualquier manera, sepa el lector que no es agosto el mejor mes para aventuras cicleras, pero... a la fuerza ahorcan; ahora o nunca. Así que eché La Peregrina al coche y carretera y manta.

La cosa no empezó nada bien porque ya en el trayecto de Almería a Calahonda nos topamos con el infortunio. Habíamos parado a desayunar. Café y churros. Bueno el café, buenos los churros. Pero al volver a la carretera... la pajarraca.

Un cabrón se paró de repente ante un semáforo en ámbar. Yo andaba distraído con la radio. Un grito de advertencia. Un frenazo en seco. Chirrido de neumáticos y el coche que no se detiene. El pedal está en el piso pero el Ibiza continúa deslizándose y termina alcanzando al cabrón en la popa. Resultados: Un leve arañazo en el paragolpes trasero del cabrón. El ibiza con el faro delantero izquierdo hecho trizas y el capó, la aleta y el paragolpes delantero seriamente tocados. Aún así, pudimos continuar. La Peregrina, la dueña de mi honra y yo, ilesos. Al mal tiempo buena cara.

El cabrón resultó ser un chico muy simpático que regresaba con su novia, desde Almería, donde habían pasado unos días de vacaciones. La novia también resultó ser muy simpática. Y era dueña de unas piernas para recorrer despacito. Como era la primera vez que se veían en algo parecido -el chico, no la novia-, no me quedó más que quitarme el antifaz, pedirle los papeles del seguro y rellenar -por los dos- un parte amistoso. Quedamos amigos pa toa la vida.
Apretón de manos a él y repetidos besos a ella. Con esa sonrisa, incapaz de hacerse enemigos.
La travesía de Málaga fue un suplicio. El inicio de la Feria, los veraneantes, la caló y la biblia en verso hicieron que recorrer la circunvalación nos costara casi cuarenta y cinco minutos. Al fin, en casa. Preparemos lo que sea de preparar.

El lunes 13 de agosto, a las 6.00 de la mañana. Ya estaba el tío camino de Ronda, paso previo al inicio de la etapa. Etapa que, dado el poco entrenamiento, la caló, que a la hora de comer tenía que estar de vuelta en Ronda y un sinfín de porquerías más, decidimos que se extendiera entre Olvera y Coripe, vuelta incluida, o sea, una mitad que viene a ser un todo. Treinta y ocho kilómetros de pedales.

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Paramos a desayunar en venta La Parrilla, a las afueras de Ronda. Este lugar es conocido por su buen surtido de mantecas y chacinas de Arriate. Nada mejor para afrontar un largo día de esfuerzos y emociones.
Entre Ronda y Olvera, inicio del camino, apenas media hora de una carretera que más parece camino, dadas las estrechuras, trazado y pocos viandantes. Prevengo al viajero que, si le sobra el tiempo, se detenga en Setenil de las Bodegas y recorra a pie el centro del pueblo. Se estremecerá de la emoción.

Una vez en Olvera hay que dejar el pueblo y bajar a la estación, ahora reconvertida en alojamiento rural. Por ser lunes el bar-restaurante estaba cerrado. La máquina expendedora de bebidas que hay a la puerta está averiada los lunes, los martes y todos los días de la semana. Mientras sacaba a La Peregrina del coche, ya serian las 9.00 de la mañana, acertó a llegar un ciclero que finalizaba su andadura. Olvereño, se llamaba Alfredo, y me puso en antecedentes de lo que iba a encontrar. Al mismo tiempo me dió noticia y memoria de mis ancestros porque, sépanlo sus mercedes, yo nací en Olvera. Circunstancialmente, pero en Olvera, cuyo escudo rodea y orna el lema “De mi saldrá la paz”. También accedió, muy amable el paisano, a inmortalizar el momento con mi cámara fotográfica.

Ya puestos, más bonito que un San Luis, bajo la imponente presencia de la iglesia de la Encarnación y del castillo árabe iniciamos la andadura. Aseguran los dichos populares que “Olvera, ni por la vera” y que “Olvera es una calle, una iglesia y un castillo". Pero, amigos, que calle, que iglesia y que castillo.

La ventaja de que el camino discurra por un trazado ferroviario es que no encontraremos pendientes pronunciadas, lo que para un ciclista piltrafilla como el que les cuenta no deja de ser un alivio. Por lo demás, la ruta se confirmará como una gozada, en todos los sentidos que quieran. Encinas, olivos, madroños, lentiscos y jaras jalonan los márgenes de la vía, cuidada con mimo por la Junta de Andalucía. Por una vez, y sin que sirva de precedente, algo bien hecho.

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A la salida de Olvera me encuentro con cuatro “Marías” que se afanan en recorrer su particular senda de los elefantes. Me paro con ellas. Charlamos. Me cuentan. Les cuento. Me piropean. Son cuatro contra uno. Y me hacen el favor de hacerme otra foto con La Peregrina; a nuestra espalda el primero de los muchos túneles que encontraremos.

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Lo de los túneles es una gozada. Si son de longitud considerable –y algunos lo son- están iluminados. Y no hará falta que, como reza el cartelito, se pulse el botón correspondiente. Algún sensor sabiamente colocado hace que el túnel se ilumine a tu paso y se vaya abriendo la luz como se abrieron las aguas del mar Rojo a los judíos. Si el tramo es asfaltado, una franja al margen permanece terriza, para el paso de las cabalgaduras. Además en su interior se está fresquito y te acompaña el eco. Así que muchos de ellos los recorrí a grito pelao, jugando con la reverberación del sonido. La Peregrina, yo y mi locura. Vaya tres patas pa un banco.

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En las proximidades de la estación de Navalagrulla, aún no restaurada, me tope con Mercedes. Mercedes es una santanderina, rondando la setentena, que hacía la vía a pie. Me contó que, en compañía de una amiga, se estaban haciendo todas las vías verdes de España. En esta ocasión su amiga no le había podido acompañar por el fallecimiento de un familiar pero, pa cojones los suyos; como ya tenía hecha la reserva de alojamiento no había querido perder la ocasión y se había lanzado igualmente al camino. Ya lo ven, hay gente pa to.

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En algunos tramos, el olivar o la encina dejan sitio a amplias dehesas en las que pastan, más a gusto que guarros en charcos, oscuros toros bravos que esperan su encuentro con un tío vestio de colorines que ponga fin a sus días. Mis investigaciones señalan que pertenecen a la ganadería de El Navazo.

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A unos siete kilómetros de la estación de Coripe nos topamos con la majestuosa mole del peñón de Zaframagón, reserva natural del buitre leonado. El Zaframagón es un escarpe calizo de unos 600 metros de altura en el que andan, como perico por su casa, unas doscientas parejas de buitres. Antiguamente, cuando el campo era campo y no tenía puertas, estos buitres se alimentaban del ganado que fallecía naturalmente en la campiña. Borricos, mulos, vacas y otros bichos de cuatro patas eran su sustento. Pero los borricos fueron sustituidos por tractores y las vacas por tetra-bricks de Pascual, y ninguna de las dos cosas son del gusto de las rapaces, así que es el personal de la Junta de Andalucía el que se ve obligado a mantener a los animalicos para que estos continúen coronando los riscos del Zaframagón. A más abundancia de cuidados, se ha construido a la sombra del peñón un centro de interpretación que no debería dejar de visitar el caminero.

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Fue sobre el viaducto que se extiende sobre el cauce del Guadalporcún donde me encontré a Pablo y Elena, cicleros muy preparados ellos, residentes en el inhóspito Madrid y desplazados puntualmente con el único objetivo de hacer la vía. Se encontraban alojados en el albergue de Puerto Serrano y era el tercer día, consecutivo, que se hacían los 38 kilómetros del trazado, 76 ida y vuelta, algo fuera del alcance del Capitán Pedales. No desaproveché la ocasión para pedirles que me hicieran una fotografía con la garganta del Zaframagón a mis espaldas y una bandada de buitres sobre nuestras cabezas.

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¿Sabían sus mercedes que el buitre es un ave carroñera? ¿Qué comen por riguroso orden jerárquico? ¿Qué la hembra sólo incuba un huevo al año? ¿Qué baten las alas solamente al despegar y tomar tierra pues son maestros del planeo? ¿Qué es un pajarraco habitualmente silencioso pero que llega a dar bufidos?

Cuando llegaba a la estación de Coripe, vaya mierda de ciclista, reparé en que había olvidado en el coche las herramientas propias de un ciclero que se precie. De pinchar, tendría que hacer el resto del camino a pie o, lo que es más vergonzoso, en el coche de atención al viajero que la Junta de Andalucía mantiene en el recorrido para el auxilio a desvergonzados como yo.

La estación de Coripe, a la mitad del camino, suponía el punto de regreso de mi etapa. Como la de Olvera y la de Puerto Serrano ha sido reconvertida en alojamiento rural y dispone de una zona de recreamiento aledaña donde te puedes sentar a comerte el bocadillo, beber agua de la fuente y recrearte en la contemplación del hermoso paisaje que te rodea. Una delicia para los sentidos.

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A partir de aquí, vuelta sobre mis pasos. El calor comenzaba a apretar, una ligera brisa soplaba en contra, mi culo protestaba, las piernas también. Y yo sin gota de agua. Me imaginaba víctima de un golpe de calor, tendido sobre el camino más tieso que la mojama. Los últimos diez kilómetros se me hicieron pesaicos, muy pesaicos. Cuando ya estaba hasta el punto com avisté el tejado de la estación de Olvera. Cosas para contar.

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No me podía ir del pueblo sin visitar a la señora Remedios. La señora Remedios habita en las afueras de Olvera, hacia Setenil, en la que probablemente sea la mejor y más grande casa de la comarca. Está al tanto de la vida y hacienda de todos los vecinos del lugar, que la veneran hasta la exageración. La casa huele a cera e incienso. Y Remedios, otra vez, me mira como a quien se conoce de siempre, con la misma expresión de siempre...
-No pasa nada, Juanito. Nada importa aquí abajo.