La Vidriera del Mairena


-Dios tolera lo intolerable; es irresponsable e inconsecuente.
No es un caballero.
(Don Jaime de Astarloa. El maestro de esgrima.)

-Escribir es meterse en charcos.
(Juan de Mairena.- Maestro Vidriero).


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4/7/08

Crónicas Teruelinas / el gol de Fernando Torres.

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Fue marcar Fernando Torres el gol que, a la postre, nos daría la Eurocopa, y abrirse el cielo sobre la plaza del torico. El morlaquillo, ataviado para la ocasión con una bandera española, ni pestañeó, pero el resto del personal corrió despavorido a refugiarse bajo los soportales o en el interior de las cafeterías, muy acompañado de gran tronar y rayar.

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Fue allí, al calor de los teruelinos, donde me asaltó el pensamiento de lo incongruente de la condición ibera.
El anhelo común que no pueden lograr empresas más justificadas y menos efímeras, era capaz de conseguirlo, y además facilmente, una competición deportiva. Y de forma tan sólida que ni el diluvio universal que caía fuese capaz de diluirlo.
“Fuzbor ez furzbor” que decía Boskov.
Por una vez, como cantaba Mecano, todos a la vez.
Dese por bueno. Valga. Y pongamos bajo el mantel, disimuladamente, el hecho inconstatable de lo sutil de la condición de héroe. La fína línea que separa, en esta España pecadora, la condición de héroe de la de villano. Algo tan fino como el hecho casual de que el balón entre o no entre, mira tú.
Descubierta otra vez América, abrazado, achuchado, besado y manoseado por los exaltados teruelinos que me rodeaban, tocaba volver al nido.
No dejaba de llover.
En Teruel no hay taxis de noche.
Y menos si llueve.
En Teruel no hay taxis casi nunca.
Mi santa me miraba exigiendo una solución inmediata.
El ánimo seguia eufórico.
Así que tocó echarse al temporal y a la noche. A pelo. Caliente el corazón y chorreando todo lo demás. Dos kilómetros de ducha.
Cuando faltaban unos quinientos metros para nuestra cueva se detuvo a nuestro lado un Suzuki blanco manejado por el ángel de la guarda en forma de mujer.
-¿Os llevo?, preguntó.
-Nos llevas, contestamos.

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La noche estaba de milagros, porque al futbolístico seguía el solidario.
Y es que, no negaran sus mercedes que, en noche oscura, despoblado, cayendo la de dios es cristo, alguien -mujer además- que no te conoce de nada se pare a tu lado y te tienda la mano, no es un milagro de solidaridad.
No pude ni preguntarle como se llamaba.
Un gracias apresurado, cuando nos volvía al aguacero, pero ya a las puertas del refugio, fue mi única posibilidad de agradecimiento.
¡Que viva el fútbol!
¡Campeones!
Voy a secarme... y les sigo contando.

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